Huracanes
en Quintana Roo, ayer y hoy.
Para los habitantes
de Quintana Roo cada primero de junio tiene una importancia por demás especial,
ya que se trata de la fecha que marca el inicio de la temporada de huracanes en
el Atlántico y el Caribe. A partir de ese día habrán de estar muy atentos a la
información que se reciba –muy oportuna y confiable en la actualidad--, porque
de ello depende su propia seguridad y la de su patrimonio.
No siempre fue así,
por supuesto; debió transcurrir medio siglo para que la generación actual
llegara a conocer algo más de lo elemental para hacer frente a estos fenómenos
naturales que más tarde o más temprano regresan a los litorales de la Península
de Yucatán, como amenaza permanente para los puertos de Chetumal, Majahual,
Playa del Carmen, Cozumel, Cancún e Isla Mujeres. Y dependiendo de múltiples
factores, como el calentamiento global, “el Niño” y otros, jamás sabrán los
quintanarroenses lo que puedan esperar, de modo que lo mejor será estar siempre
alerta.
Para el presente 2015
se pronostica un total de 16 perturbaciones atmosféricas, de las que
posiblemente nueve se conviertan en huracán; incluso este domingo 14 de junio,
ya está presente frente a Cancún la primera de estas, amenazando en
intensificar la fuerza de sus vientos durante las próximas horas. Por cierto,
en los dos últimos años, Quintana Roo no se vio afectado por algún huracán, un
caso sin precedente en más de cuatro décadas.
Medio siglo atrás,
las condiciones eran completamente diferentes, cuando la población era escasa,
pero además carecía de experiencia para protegerse de los huracanes. Veamos: A
53 años exactamente de erigirse Quintana Roo como territorio federal, y 57 Payo
Obispo como su población más importante (como capital, puerto y frontera),
ambos habían tenido que superar etapas conflictivas, ya sea por decisiones
políticas o por eventos naturales, siendo tres los de mayor relevancia: la
supresión del territorio en junio de 1913; el azote de un huracán a la nueva
capital, en octubre de 1916 y la segunda desaparición de Quintana Roo, en
diciembre de 1931.
Empero, la peor
desgracia que la naturaleza habría de infligir a Chetumal a lo largo de su
historia, ocurrió durante la noche del 27 al 28 de septiembre de 1955, cuando
el huracán Janet penetró a territorio mexicano, luego de haber surgido cinco
días antes en las inmediaciones de Martinica, una pequeña isla situada entre el
Atlántico y el Caribe.
Pese a que su
desplazamiento de cinco días fue en su mayor parte sobre mar abierto, cuando
Janet tocó tierra en Chetumal, ya había cobrado alrededor de 200 vidas, además
de haber propiciado la desaparición de un avión “caza-huracanes” de la Marina
de los Estados Unidos con once personas a bordo, entre tripulantes, meteorólogos
y los periodistas del diario Daily Star, de Toronto, Alf Tate y Dong Cronq. El
huracán dejó sentir toda su fuerza en el puerto de Xcalak hacia la media noche.
A las 0:30 horas del miércoles 28, el ojo del meteoro cruzó sobre la población,
mientras que el mar la inundó por completo. Una hora después, este mismo
fenómeno se repetiría en Chetumal.
En las horas
postreras del martes 27 la mayoría de los chetumaleños se hallaban en algún
refugio, aunque muchos de estos no fueran los apropiados, tal como habrían de
constatarlo momentos después. También hubo quienes, por una u otra razón
seguían deambulando por las calles, cuando lo prudente era estar bien
resguardado Hacia las 11:00 de la noche, los vientos aumentaron de intensidad
alcanzando la potencia de un huracán. Habiéndose perdido el avión
caza-huracanes, no fue posible conocer la fuerza de los vientos con los que
Janet azotó a Chetumal. El único dato oficial, fue difundido desde la torre de
control de la Compañía Mexicana de Aviación, que registraba en tiempo real los
pormenores del meteoro. El último reporte fue trasmitido a las 0:20 a m, y éste
consignaba vientos sostenidos de 50 millas por hora y ráfagas de 86, (80 y 137
kilómetros, aproximadamente). Enseguida cayó la torre y la velocidad del viento,
en opinión de los investigadores, pudo haber superado los 178 kph, equivalente
a la categoría 3 en la escala Saffir Simpson, empleada a partir de 1969.
El ojo del huracán
–de unos 30 kilómetros de diámetro--, tocó tierra a la 1:30 del día 28. De
inmediato cesaron los vientos huracanados ante la sorpresa de los chetumaleños,
que por un momento llegaron a suponer que el peligro ya pasaba. Hasta entonces
nadie había perdido la vida, a excepción de J. Higinio Franco, el soldado que
pereció decapitado por una lámina, cuando cruzaba por el parque de Los Caimanes
mientras cumplía con su deber.
Vino luego el
desbordamiento de la bahía sobre la ciudad, un fenómeno hasta entonces
desconocido en la región: El mar de leva, causado por una baja sensible en la
presión atmosférica, que en todo momento acompaña al ojo del huracán, mantenía
un nivel de entre 2:30 y 2:50 m. por encima de lo habitual. Ya en tierra, lo
único que podía ocurrir, era la ruptura del continente virtual, y la apertura
de una “compuerta de desfogue”, tal como ocurrió en el cuadrante delantero
izquierdo. Por este frente, y durante 18 o 20 minutos descargó sobre la
indefensa población un torrente colosal que convirtió en escombros todo cuanto
sus moradores habían edificado durante más de medio siglo.
El saldo trágico fue
de 87 vidas, en su mayoría de infantes. Todos, con excepción de José Higinio
Franco, perecieron ahogados en menos de media hora. La cifra corresponde a las
diligencias llevadas a cabo por el Ministerio Público de Fuero Común durante el
levantamiento de los cuerpos, la que estuvo a cargo de Ernesto Aguilar Leal. Se
estima que además hubo una cifra importante de desaparecidos, pero esta nunca
llegó a precisarse, aunque la conseja popular siempre se ha encargado de
magnificarla.
Autor:
Francisco Bautista Pérez.
Chetumal, Quintana Roo, México.