Eso que
llamamos amor bajo el disfraz de la abnegación, entrega, cariño, puede
convertirse en pesadas cadenas que constriñen y asfixian de manera denigrante a
quienes viven en una situación de abuso, como agresores o agredidos. Estas
situaciones que se viven en la intimidad de muchas parejas no son en modo
alguno, conductas aisladas del resto de la dinámica social. Por el contrario,
al través del análisis social de la pareja, además de las individualidades de
índole psicológico podemos comprender los diferentes mecanismos de control que
vivimos a diario. En la pareja se reproducen las agresiones que a diario
vivimos en esta cultura abusadora, que ficticiamente oferta la libertad y la
democracia. Desde una perspectiva psicológica y social, las cadenas que atan y
asfixian a una pareja en nombre del "amor", son en realidad la
extensión del aparato de sujeción en el que todos nos encontramos inmersos.
Esta sujeción, entre otras cosas, concibe la diferencia de géneros en términos
de desigualdad, dominio, superioridad y control. El proceso de transformación
mediante el que podemos construir nuestra libertad, requiere de espíritus
inquietos y revolucionarios, decididos a despertar del letargo en el que nos
encontramos debido a nuestras creencias que, en el caso del "amor",
sirven de excusa para ejercer violencia y control.
Esta mirada
rebelde encuentra en el caso de la violencia que se vive en parejas, la
expresión de una cultura abusiva que controla y sujeta manipulando nuestras
necesidades. Por ello, en la revisión de las diferentes maneras en que se
ejerce el abuso sobre la pareja, es posible identificar los pesados eslabones
de las cadenas del control social con los que nos atamos a prejuicios, ideas y
demás creencias que en nombre del "amor", justifican el ejercicio del
poder. Veamos algunos aspectos que ilustran la dinámica del abuso, problemática
social que se manifiesta de manera particular en la vida de pareja.
Pocas cosas
son tan eficaces para ejercer el poder que la administración del miedo. Es al
través del miedo como es posible controlar, doblegar y humillar, porque esta
emoción se origina en necesidades profundas ligadas a nuestros apegos. El miedo
no existe por si mismo, se crea ante la posibilidad de perder algo (cosas,
personas, posición social, afectos, sexo, la vida misma). Es decir, la pérdida
de algo que representa una necesidad es, en sí misma, generadora de angustia y
temor. En el caso de las relaciones centradas en el abuso, debido a necesidades
y carencias emocionales, la pareja es vista como una propiedad que puede
escogerse, adquirirse y también perderse.
En esta
cultura que entre todos creamos a diario centrada en el Tener más que en el
Ser, la idea del amor no escapa a esta concepción material y utilitarista. Por
ello, de la misma manera que acumulando riqueza y propiedades esperamos
felicidad, percibimos la pareja como una inversión. Al apropiarnos de ella
intentamos compensar las necesidades de nuestro Ego frágil y vulnerable que se
siente seguro y protegido en el refugio de eso que llamamos una relación
amorosa.
Precisamente
porque el miedo está enraizado en nuestras necesidades es utilizado para abusar
del otro y mantenerlo en un estado de incertidumbre, recurriendo una y otra vez
a la amenaza del abandono. En una situación de abuso el fantasma de la soledad
se convierte en un eficaz recurso para controlar y castigar a la pareja. Pero
para comprender el abuso que se da en la intimidad de ciertas parejas, es
necesario ampliar la perspectiva hacia lo social.
De la misma
manera que el amante tiene que humillarse y entregarse en condiciones
denigrantes para no ser abandonado, somos también sumisos ante la autoridad de
personas, ideologías, líderes políticos, "espirituales", religiosos o
"intelectuales". Desde una posición de Poder nos hacen sentir que
formamos parte del rebaño de los elegidos, que no estamos solos al ser parte de
una multitud que comparte creencias, oferta que surte su efecto anestésico
haciendo menos doloroso el aguijón de la soledad.
El miedo a ser
abandonado que es uno de los recursos predilectos del abusador sobre su pareja,
se origina y nutre en los "valores" sociales que, arbitrariamente, no
solamente han determinado que una persona solitaria sea devaluada, sino que
además, despierte desconfianza. Cuando alguien construye sus ideas y modos de
ver la vida de una manera distinta a como lo hace el grupo representa un
peligro para la integridad del sistema. Eso significa la posibilidad de una
perspectiva diferente que puede ocasionar cambios y transformaciones en la
manera habitual de ver las cosas, transformaciones que terminan con lo conocido
y que abren la posibilidad de explorar lo desconocido. Precisamente por esta
razón, la posibilidad de dejar lo conocido produce angustia.
Debido a que
desde niños somos deformados con las ideas del respeto a lo conservador y a lo
tradicional, aprendemos a temerle al pensamiento original, creativo y
revolucionario porque eso puede ocasionar marginación, persecución y abandono
social. Somos troquelados en la obediencia a los mandatos de quienes amparados
en la idea de la “educación”, determinan en qué creer y en qué no, en lo que se
debe hacer y evitar para ser aceptados y amados por los demás, aunque en ello
renunciemos a la posibilidad de ser independientes, autónomos y creativos.
De alguna
manera intuimos la enorme responsabilidad de ser autónomos, responsabilidad que
se diluye cuando nos apelotonamos alrededor de alguna creencia, fe, o autoridad
de algún líder político o religioso. Cuando el amante es abusado con la idea
del abandono se activan en él aquellos núcleos de angustia que desde niños son
alimentados con la idea de la dependencia hacia la opinión de los demás, requisito
indispensable para ser "amados”, de acuerdo con nuestra cultura abusiva.
La
comprensión de eso que llamamos "amor" tiene que construirse sobre
una perspectiva total que incluya el análisis de la manera como nos
relacionamos con el medio social. De manera especial, importa comprender la
forma como interactuamos con las estructuras del Poder, representadas en
ideologías, creencias, tradiciones, religiones autoritarias y manifestaciones
culturales diversas. Intentar comprender el amor como una conducta o acto
individual, o bien, como sinónimo de una gama de sentimientos o emociones
variadas, equivaldría a adoptar una actitud romanticona. La aproximación a la
idea del amor, requiere que partamos del hecho que vivimos en una cultura abusiva
en donde por todos lados y de las maneras más variadas se promueve el
sometimiento y la adaptación. Existe un verdadero terror a ser considerado
"inadaptado" o "anormal", a pensar o a comportarse de
manera distinta a los demás. El mensaje que nos rodea es la adaptación que, en
el caso del amor, equivale a someterse al molde que se ha prefabricado desde
los hilos de la telaraña del poder. De esta manera, la idea del amor se
convierte en una sofisticada forma de abuso psicológico y social.
De
acuerdo con este molde abusivo, la abnegación (palabra que esencialmente
significa negarse a si mismo), es una de las más altas virtudes de quien
"ama". Este negarse a sí mismo es el que, en el campo específico de
la pareja, ocasiona que por un lado, el que abusa se sienta con un derecho
irrestricto hacia la persona del compañero y por el otro, la pareja se sienta
propiedad absoluta y permanente del abusador. La idea del amor abnegado es uno
de los eslabones pesados de esas cadenas que asfixian y destruyen, especialmente
porque esta sujeción es presentada como "virtud" o como prueba de una
entrega ejemplar que despierta admiración y reconocimiento social.
Esta
cultura que a diario formamos exalta y premia el sacrificio, el dolor y el
sufrimiento. El martirio, las coronas de espinas y la crucifixión son temas
favoritos del líder religioso autoritario. La idea del "amor"
abnegado llevado al terreno de la pareja convierte la relación en un proceso
destructivo que, en una gran mayoría de casos, se vive en un silencio asfixiante
que es necesario romper. El miedo a romper este silencio que atrapa a quienes
viven en una situación de abuso, no es provocado únicamente por el agresor,
sino que también, es reflejo del temor a la censura. Este temor a romper el
silencio es reflejo de la amenaza de la marginación, al rechazo de una cultura
conservadora y moralista como la nuestra, inflexible en su estructura y que,
precisamente por esa rigidez, incrementa día a día sus niveles de tensión
social. El "amor" planteado en términos de abnegación y sacrificio es
una eficaz herramienta para el control y el abuso social. El suicidio es la
punta del iceberg de esta sociedad abusadora que entre todos creamos a diario.
Una
aproximación a eso que llamamos "amor" tiene que considerar al Ser de
manera total, sin fragmentaciones ni parcialidades. Desde esta perspectiva,
para percibir la totalidad de las cosas requerimos de un desafiante proceso de
transformación personal que deje atrás convencionalismos, miedos, prejuicios,
dobles morales, parcialidades, creencias y demás ideas a las que por
conveniencia nos aferramos desesperadamente. Mirar al amor a partir de nuestra
limitada percepción del mundo, pretender circunscribirlo a un sentimiento hacia
personas o cosas, equivale a continuar encadenado en un mundo de ilusión,
limitando grandemente la posibilidad de nuestra transformación personal y
social.
El abuso sobre
la pareja es un problema que ciertamente afecta a individuos particulares y
específicos, pero es también la representación del proceso de sujeción
económico y social en el que todos estamos inmersos. Pretender comprender y
resolver la compleja problemática del abuso desde la parcialidad de los
psicológico, además de fragmentar la realidad, valida y fortalece a quienes
ejercen el Poder. Las asfixiantes cadenas del abuso en la pareja no comienzan
ni terminan en la intimidad de dos personas. Son largas y pesadas cadenas que
asfixian el mundo de ficción en el que hemos convertido nuestras vidas. Por eso
el abuso se gesta en el silencio individual y social. Guardamos silencio cuando
somos abusados en la intimidad, de la misma manera que callamos ante el abuso
social en el que participamos a diario. Las raíces del suicidio se nutren de
este silencio gestado en la frustración.
La transformación
de la pareja que vive en una situación de abuso no puede limitarse a un espacio
tan reducido: tiene que comprenderse, realizarse y proyectarse hacia todo el
entorno económico y social que vive en el abuso cotidiano. Pretender
circunscribir la resolución del abuso a un asunto de pareja es en el fondo, una
cómoda manera de evadir la responsabilidad de transformar las asfixiantes
estructuras económicas y sociales que nos han convertido en seres obedientes,
mediocres y sumisos. Romper el silencio en una situación de abuso, equivale
también a denunciar las estructuras de sujeción social y económicas sobre las
que se construye una pareja.
Autor: Dr. Gaspar Baquedano López. Mérida, Yucatán. México.