Poemas
de Eduardo Casar.
Estamos ya, por fin, solos por fin. Solos los
dos en una habitación que empieza a serlo; bajo la luz, inmóvil casi, de un
foco con la forma de una llama invertida. Y la luz nos coloca en evidencia, nos
resalta las nueve dimensiones que logramos sumando nuestras sombras. Aquí, sin
la amenaza de ser interrumpidos, una mujer y un hombre completamente desnudos
debajo de la ropa. Solos de cuerpo al fin entero, con la única vida que se nos
dio latiendo entre la sangre, dividida entre dos, multiplicando su follaje y
sus rutas.
Nos miramos fija, mutuamente, ninguno más
adelante o más atrás y la curiosidad duplica su espesura, pasa del uno al otro
en equilibrio sobre la cuerda que tiende la mirada, repasa su tensión,
comprueba las proporciones de su flexibilidad y su firmeza. Si todo entonces
fuera como un dibujo habría que dibujarle cierta inclinación: comienzo a
escucharte y son dos los que se inclinan. Tú
me escuchas también y a mis palabras se ciñe la savia arboladura, la
humedad y la hiedra de un atento vaivén, porque tú me escuchas lentamente, me
levantas preguntas y te pliegas. En un despliegue atento, una sola avidez la
que nos articula, un mullido muelleo nos confirma y sorprende. Escucharte.
Escucharte completa. Entre los dedos tomas suavemente una fresca palabra
ensalivada y pruebas el resorte de sus significados, su escapatoria cálida, sus
precisos avisos. Yo te voy escuchando los flancos de las frases más rotundas y
plenas. Escucho la silueta y el peso de tus dudas enhiestas que se dejan vencer
y se propagan y buscan cada vez más hondas certidumbres. En silencio el
silencio va creciendo en el fondo del vientre su semilla –alud inverso de
algodón silencio– y yo te escucho y tú y ya nos escuchamos donde los
interlocutores se disuelven y la curiosidad, adolorida casi, se enarca y se
fascina.
*
El fin
justifica los miedos.
*
Para juntarse
hacen falta dos
personas.
Para separarse
una
es suficiente.
Autor:
Eduardo Casar. México Distrito Federal.