El incrementalismo en políticas públicas: el
caso de las políticas de deserción en media superior.
El incrementalismo, dentro del análisis de políticas
públicas, surge como una aproximación descriptiva, ya que se construye a partir
de la observación del comportamiento cotidiano de los decisores públicos, y
concluye que es la interacción política, y no el análisis, lo que más influye
en el proceso de formulación de las políticas. A diferencia del racionalismo,
el enfoque del incrementalismo, o el arte de salir de paso, no se centra en la
búsqueda de la toma de decisiones ideal, sino de cómo el director e
implementador de la política actuará. Este enfoque reconoce que no se cuenta
con la información y el tiempo para hacer un análisis exhaustivo por lo que se
tienen que tomar decisiones de política con la información limitada, en
contextos cambiantes y mecanismos desarticulados, por lo que este ha sido un
enfoque que busca, a partir de la prueba y error, identificar las mejores
opciones para el momento y periodo del problema público a atender.
Para que los tomadores de decisiones puedan optar por una u
otra vía, se requiere contar con información que les permita analizar y, en la
mejor de las intenciones, comprender el problema para
establecer líneas de intervención viables dentro de los parámetros de acción,
por lo que los diagnósticos del problema se convierten en una herramienta base
de trabajo.
En México los diagnósticos que se han realizado en el tema
de deserción, fundamentalmente se han desarrollado bajo un enfoque
multifactorial, tomando al individuo como unidad de análisis, destacado
factores económicos, familiares y de desempeño escolar como las principales
causas del problema. Bajo este enfoque, las autoridades educativas han implementado
una serie de programas que se pueden definir en dos momentos, siendo estos,
parte de una práctica vinculada al incrementalismo de la política. El primero
consistió en programas de trasferencia monetaria (becas), mientras que el
segundo, además de la perspectiva económica, ha incorporado una dimensión
académica y psicológica.
La primera etapa de las políticas de deserción surgió en el
año 2007, al crearse el Programa Nacional de Becas para la Retención de los
Estudiantes de Educación Media Superior (no beneficiarios de otros programas)
el cual sólo duro un año ya que se fusionó con otros dos programas -Programa
Nacional de Becas de Apoyo a Estudiantes de EMS y el Programa Nacional de Becas
de Excelencia Académica- formando así el Programa Becas de Educación Media
Superior (PROBEMS). Este programa se dividió en tres modalidades: de apoyo, de
retención y de excelencia académica teniendo como objetivo general: “Contribuir
a la permanencia y el egreso de la población estudiantil, mediante el otorgamiento
de becas a estudiantes de educación media superior, con el fin de coadyuvar a
ampliar las oportunidades educativas para reducir desigualdades entre grupos
sociales” (DOF, 2008: 8).
Entre los años de 2007 y 2010 el programa de becas
representó la única estrategia de intervención específica a nivel nacional en
el tema de deserción. A pesar de ser una estrategia que anualmente incrementaba
el padrón de beneficiarios, el programa no representaba una respuesta acorde a
la complejidad de fenómeno por lo que se desarrolló una segunda etapa de
políticas que acompañaran al programa de becas.
El segundo momento de la política se identifica con la
creación del programa Síguele, caminemos juntos. Acompañamiento integral para
jóvenes de la Educación Media Superior el cual se implementó como prueba
piloto, y sentó las bases de las políticas de intervención actuales ya que
enlazó las acciones de tutoría, orientación vocacional y asignación de becas a
partir de la detección temprana de posibles casos de deserción, esto a partir
de la creación del Sistema de Alerta Temprana. El programa Yo no abandono.
Movimiento contra el abandono escolar establecido en la segunda mitad del año
2013, retoma los componentes innovadores del programa Síguele, estableciendo
tres áreas de trabajo: académica, psicosocial y socioeconómica.
La dimensión académica da continuidad al sistema de alerta
temprana y al sistema tutorías, a la par, propone incorporar estrategias de
inducción a estudiantes de nuevo ingreso, acciones de nivelación académica y
establecer un sistema de seguimiento de alumnos que transitan entre planteles.
La dimensión psicosocial retoma el programa de orientación vocacional y plantea
establecer estrategias de trabajo con los padres de familia a partir de
reuniones programadas que permitan establecer medios de contacto y así
establecer esfuerzos comunes entre la familia y la escuela. Mientras que la
dimensión socioeconómica, continúa con el apoyo de trasferencias monetarias a
partir de dos programas: Becas contra el abandono escolar y PROBEMS.
De esta forma la política en materia de deserción -en sus
dos etapas- se ha desarrollado a partir del enfoque que toma como unidad de
intervención al individuo, en la que se establecen becas, asesorías y tutorías,
destacando el papel de la escuela como medio para resolver el fenómeno de
deserción, sin embargo, no se ha considerado el papel de la propia institución
escolar como causante directo o indirecto de la partida de los estudiantes.
Esta distinción no es menor, ya que ello ha limitado la compresión del fenómeno
y el debate de nuevas líneas de acción, generándose un déficit en las
estrategias en materia de deserción, constituyendo así un problema de gobierno
y por consiguiente un problema de política pública. Ante este reto vale la pena
considerar otros enfoques, ¿Es pertinente continuar con un enfoque
incrementalista o será necesario replantear la estrategia de intervención del
gobierno federal? ¿Qué elementos pueden diseñarse para contar con una oferta
educativa que incentive la retención de los jóvenes? ¿Además de la propuesta
actual es necesario volver a analizar el tema para detectar nuevas líneas de
intervención?
Autor: Daniel Cuellar Martínez. Atizapán de Zaragoza, estado de México.
México.