Con Buenos amigos, Necesito Poco.
Conocer bien al amigo es saber de su historia pasada, de sus
quehaceres actuales, sus planes futuros; del sentido que da a su vida, de sus
convicciones; de sus gustos y aficiones, y de sus defectos y virtudes. Es saber
de su vida, de su forma de ser, de comprenderse; es... simplemente
comprenderle, eso inspiró Carlos Colín, mi amigo mexicano que en un soplo de
viento pasó por aquí, demostrándole al mundo que solo se necesita lo imprescindible para
vivir con dignidad, dejándome la convicción que los amigos son para
siempre.
Recién
leí un artículo escrito por la
periodista Ángeles Caso, “Necesito poco y lo poco que necesito, lo necesito
poco”... Pero será que me siento nostálgica porque varios de mis amigos se han
despedido de esta hermosa tierra o bien porque un gran amigo se enfrenta a una
enfermedad grave. No obstante, ante esta realidad entro en esas cavilaciones
del porqué estamos hoy en este laberinto que llamamos vida.
Mi
amigo tiene una Discapacidad Intelectual, sus padres ya no están, a simple
vista parece normal pero no lo es, aunque los que lo conocen le exijan
pensamientos, comportamientos y acciones como la de sus pares. No es
sencillo lidiar con nuestros semejantes; personas de carácter fuerte, de
personalidad inestable, de sonrisa engañosa, de blanda fe en fin personas que
tienen tanto valiosas virtudes pero marcados defectos. Son estos últimos a los
que rechazan lo más profundo de los tuétanos de mis huesos, individuos que solo
piensan en su propio bienestar, indiferentes e hipócritas frente al dolor
ajeno, Alzando siempre el índice para acusar, juzgar a su prójimo con una razón
que le limita a ver la viga de su propio ojo.
Pero en mi medio siglo y
dos años más, aprendí a separar la basura del trigo, disfruto la compañía de
mis seres amados, la lealtad, el amor que no compra las riquezas de este mundo,
sobre todo valoro a mi amigo que hoy arrastra como un pesado fardo su dolencia,
elevo mis palabras de cariño, admiración por su valentía que ha sabido enfrentar
su Discapacidad y ahora su enfermedad.
Mi amigo no posee nada
material, solo su trabajo y un corazón auténtico, lleno de amor, cada día
aprendo de él algo valioso y es su generosidad, solidaridad, el saber expresar
su cariño, un apreciarse que promueve un dar, un darse y para ello es necesario
el afecto mutuo.
Para que una amistad sea
verdadera, no basta con decirlo, hay que dar el paso definitivo: ayudarse
desinteresadamente, sin esperar nada a cambio.
A mi amigo lo quiero
porque él es él y porque yo soy yo, la amistad se orienta hacia el tú y
consiste más en un servir que en un sentir. No es amigo ni el compañero ni el
camarada. Tampoco es amigo el que busca aprovecharse del otro, pues la amistad
no es comercio de beneficios.
Ahora bien, y
parafraseando a Ángeles Casos, También quiero, eso sí, mantener la libertad y
el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que
pagar, quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría
para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar
desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de
haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando
cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme
nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me
toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo
anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada o todo.
Autora: Elodia Magdalena Muñoz Muñoz. Panamá, Panamá.
Comunicadora social.