“La riqueza es como
el agua salada: cuanto más se bebe, más sed da; y lo mismo ocurre con la
gloria”. “El cambio es la única cosa inmutable”, Arthur Schopenhauer
(1788-1860), filósofo alemán.
El intrincado laberinto que sufrimos los panameños con los
acontecimientos de la máxima magistratura de justicia sin duda que es
extremadamente alarmante, puesto que redunda en el descrédito del Sistema
Judicial y muy particularmente en una falta de confianza en la impartición de
justicia, sin embargo, esta crucial experiencia vale la pena porque es
tremendamente rica en lecciones.
EL COMETEDOR DEL DELITO NO LE PERTENECE EXCLUSIVAMENTE AL
HIJO DE PABLO PUEBLO, SUPERA CON CRECES A UNA RESPONSABILIDAD CULTURAL, PUES
NOS ENCONTRAMOS CON PROFESIONALES QUE DE LO QUE ADOLECEN ES DE AUTÉNTICOS
VALORES, ARRASTRADOS POR EL CONFORT Y LA ÉTICA DEL MÁXIMO BENEFICIO INDIVIDUAL
EN EL MENOR TIEMPO POSIBLE.
Mis amigos argentinos de visita en Panamá fueron seducidos
por las maravillas de este suelo istmeño. Pero mientras degustábamos de un
humeante café a la panameña, entre temas puntuales: la doble moral, el fraude,
la corrupción y el nepotismo no pudimos dejar de mencionar semejante
acontecimiento que estremece a toda una estructura de un país, ¡una gran
reflexión desde luego!, no obstante, comparábamos ambas naciones. Argentina no
escapa de las vicisitudes que han empañado los procesos de aquellos a los que
se les ha depositado confianza e imparten justicia frente a hechos que
derrumban a una nación. Es un país que desconfía del esfuerzo, es un país de
mentalidad bastante caciquil, en el que “quien a buen árbol se arrima buena
sombra le cobija”, en el que “vale más caer en gracia que ser gracioso”, donde
“el que por necesidad trabaja poco tiene y poco gana”, en “el que trabaja
honrado se vuelve jorobado”, “el que trabajando se hizo rico vivió pobre y
murió rico” y “el trabajo mata al asno, pero no al amo”.
Mis contertulios desde su arribo a esta convulsionada ciudad
siguieron con precisión los noticieros de la radio y la televisión, les tomé el
pulso de su opinión y sin ningún asomo de sorpresa me comentaron que esta cruda
realidad no es exclusivamente del contexto panameño, lastimosamente la vivimos
a diario dentro de todo el tejido social que día a día se erosiona, donde el
político vive de las ubres del Estado, se beneficia al poderoso, donde no pasa
nada y desprendiéndose la poca confianza en un Sistema Judicial que se nos
desmorona irremediablemente. Pero en este coloquio quedó abierto el debate y
nos vino a la mente una conexión interesante y es que para comprender el porqué
la erosión social que destruye a nuestros pueblos, donde el cometedor del
delito no le pertenece exclusivamente al hijo de Pablo Pueblo, supera con creces
a una responsabilidad cultural, pues nos encontramos con profesionales sean
abogados, jueces, fiscales, etc., que de lo que adolecen es de auténticos
valores, arrastrados por las canonjías, el confort y la ética del máximo
beneficio individual en el menor tiempo posible, puesto que lo que menos le
importan es la institucionalidad, salud, educación, vivienda con el verdadero
deseo de vivir en un Panamá mejor.
Esta tertulia fue muy estimulante y sobre todo escuchar a
amigos comprometidos con la esperanza de una sociedad más justa, donde los
medios de comunicación comprendan que son la prolongación de la escuela en el
hogar y se destierre aquello de que a fin de cuentas “no voy a ser yo el único
tonto que no roba”.
Como persona con discapacidad visual, me complace el
intercambio de altura, descubrir que todavía existe la reserva moral, me
emociona conocer de gente que no se ha dejado llevar por la ola de corrupción,
cinismo y mediocridad consagrada.
Es necesario, como muy bien puntualizaron mis amigos argentinos,
activar la actitud solidaria, lo que nos llena de esperanza es que no todo está
perdido, pues sí existen seres humanos generosos, de una calidad
inconmensurable, dispuestos a compartir con el que verdaderamente lo demanda,
eso es admirable y conmovedor, demos entonces lo mejor de nosotros y aprendamos
que los mejores actos de generosidad se hacen desde el silencio y se guardan en
la conciencia, porque Panamá se lo merece.
Autora: Elodia Magdalena Muñoz Muñoz. Panamá, Panamá.
Comunicadora social.