En
los centros de atención múltiple donde trabajé por muchos años, las llaves o
canillas para el agua en los lavabos eran de perilla; y, por supuesto,
dificultaban mucho el abrirlas y cerrarlas para los alumnos con problemas
motores.
Le
comenté a la gente de la dirección. ¿Podríamos hacer algo para poner alguna
adecuación en las llaves de los baños de la escuela?
A lo que se me respondió: “Profesor, ¿Sabe lo que cuestan las llaves especiales?”
Unos
meses antes de retirarme del servicio, doné dos llaves con sensor a cada centro
de atención múltiple.
La
idea era, además de facilitar a los niños, aunque fuera un poco, la acción de
lavarse las manos; dar a conocer tanto a los familiares de esos educandos, como
al mismo personal de los centros educativos, que existen maneras de facilitar
la vida.
Pasaron
ya más de dos años; y ¡oh sorpresa! Se equivocó, quien pensó que esas llaves
con sensor, se instalarían inmediatamente. No, No se instalaron hasta ahora.
Esa
omisión, tiene quizá, una respuesta multifactorial. Pero lo que creo, es. Como
el personal, incluido el de la dirección, no requiere de tal adaptación, pues
entonces, se han atendido “otras prioridades”.
Cuando
empezó a trabajar la escuela de ciegos, (que luego llegaría a ser el centro de
atención múltiple (…)). Contaba con una cocina. Claro, para enseñar a los
chicos y las chicas a preparar algunos alimentos. Resulta, que los
tomacorrientes (para proporcionar energía eléctrica a los utensilios propios de
dicha área), se colocaron en unos postecitos de unos 12 centímetros. En la
primera práctica, por eso de las prisas o la emoción del estreno, que se golpea
una pierna la directora. Y con el lenguaje florido o folklórico que la caracterizaba,
profirió: “¡Que quiten esto a la chingada!”
Obvio
es decir, que para el siguiente día, los tomacorrientes habían sido cambiados
de sitio.
Cada
que acudo a un cajero de algún banco. Me indica mi hermana: —Tiene letreros en
braille...
Leo:
Billetes
Tarjeta
Tal
vez, quienes decidieron incluir estos letreros, en estas máquinas dispensadoras
de dinero, lo hicieron “con la mejor intención”, no obstante, se quedaron
demasiado cortos en propiciar la verdadera y necesaria accesibilidad para el
manejo de tales artilugios.
“Dar
a cada quien lo que necesita.”
La
frase anterior, ciertamente, no es nueva; sin embargo, es tan vigente, como si
se hubiera acuñado en la actualidad. Y sí, es urgente aproximarla a su cabal
cumplimiento.
¿Cómo
haremos para acercarnos a la igualdad que debiera generar una verdadera
sociedad inclusiva?
Primero,
Debemos abandonar de una vez por todas, esa conformidad contenida en: es muy
difícil; no se puede; es demasiado costoso; hay otras prioridades.
En
segundo lugar, escribiendo a los dirigentes de las instituciones tanto de
derechos humanos como a la Comisión para Prevenir la Discriminación, precisando
todo lo que nos es indispensable.
Tercero,
indicar a las autoridades de los diversos bancos, que no se queden tan sólo en
unos poquísimos letreros en braille. Sino, realizando las adecuaciones que real
y efectivamente, nos hagan accesibles el manejo de las actividades financieras
o de otro tipo que nos interesen.
Cuarto,
señalar a quien corresponda, todo aquello que se necesita para interactuar de
forma más sencilla, con el entorno.
No,
no somos ciudadanos de segunda o de última clase. Somos personas con todos los
derechos y merecemos respeto por todos.
Autor: José R. Romero González.
Mexicali, Baja California, México.