Una visita indeseable.

Cuento

Lambo y yo corríamos por la avenida Santa Lucía para llegar a tiempo a la terminal de buses donde nos esperaban Manuel y Vilma para entregarles un collar gentil que necesitaban para la charla que darían acerca de los perros guías.

Unos metros antes de saludarlos, la alegría desbordante de Lambo me indicaba que ya estábamos cerca de Lady y Ava las perritas guías de mis amigos. 

Nos saludamos los 6, les entregué el material y nos despedimos porque el bus en pocos minutos partiría y estaban a no menos de dos horas de trayecto.

Subieron y esperé un momento a que el bus partiera.

Un joven se me acercó y  me dijo con timidez que mientras que estábamos conversando un individuo se había acercado a nosotros y había cambiado las correas de collar,

Por la descripción, estaba seguro que era el siempre bromista de Alberto.

En forma instintiva bajé mi mano para comprobar que en el extremo de la correa no estaba Lambo, en su lugar tenía a ava.

Sentí que las lágrimas me brotaban del coraje, tomé el teléfono para avisar a mis amigos y que bajaran.

El joven seguía explicándome que como no sabía las intenciones del hombre, había filmado todo y que no me avisó antes porque tuvo que esperar a que se retirara.

Respiré profundo y tuve una idea.

Le pedí el favor de pasarme el video a mi teléfono.

Luego llamé a Vilma  y les dije que no se preocuparan, que cuando bajaran del bus ahí estaría yo para que hiciéramos el cambio pero que por favor, no contestaran por ninguna razón el teléfono mientras viajaban.

Me dirigí al banco Agrícola y de los obreros donde trabajaba Alberto.

Pedí conversar con su jefe y luego de explicarle, le mostré el video.

Se sirvió un vaso con agua, caminó por la oficina y luego pidió a la secretaria que llamara a Alberto.

Al entrar, me saludó extrañado de verme ahí pero sin dar muestras de preocupación.

El jefe le explicó en palabras cortantes la situación y le pidió que lo resolviera ya.

Nervioso llamó a Vilma y a Manuel sin resultados.

Me preguntó si sabía a dónde se dirigían, le respondí afirmativamente y ante su titubeo pues tenía un examen final en la universidad, el jefe llamó a Marco,  otro trabajador al parecer que no le agradaba a Alberto y le pidió fueran en el auto de Alberto con migo a esperarlos en la terminal.

Los tres viajábamos en un ambiente de tensión hasta que un oficial de tránsito nos detuvo por exceso de velocidad.

Alberto le contó                     su versión respecto a mi equivocación con el perro y el favor que me estaba haciendo.

Aclaré la situación y le retiraron la licencia.

Luego continuamos por un rato el viaje hasta que Alberto profiriendo palabras disonantes nos informó que se había quedado sin combustible.

Estábamos a la mitad del camino por lo que nos ofreció dinero para tomar un taxi y luego llegar por nosotros.

No acepté pues podía dejarnos allá y tuvo que acompañarnos.

No estábamos enojados aunque debimos regresar en bus y Alberto quedarse de camino.

Marco me dijo que estaba seguro de saber donde     quedó el auto y ya no estaba en ese lugar.

Una semana más tarde, me devolvieron el collar gentil y vilma me contó que a Alberto lo habían despedido del banco.

 

Autor: Roberto Sancho Álvarez. San José, Costa Rica.

robertosancho27@gmail.com

 

 

 

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