Pasó los primeros 8 años de su vida hospitalizada, es
paciente del CENARE y forma parte de su Junta de Salud.
Nací
en las Juntas de abangares Guanacaste en la década de los 50, a los 9 meses tuve
Polio que comparo con el SIDA en 1986 y por desconocimiento y miedo al contagio
de otros niños, me trasladaron a San José donde pasé casi 8 años hospitalizada
en el Hospital San Juan de Dios junto con otros chiquitos a quienes también
abandonaron.
Belisa
Jiménez Chavarría, es esposa, madre, abuela, trabajadora activa y forma parte
de la Junta de Salud del Centro Nacional de Rehabilitación (CENARE) donde
aconseja a trabajadores, pacientes y familiares acerca de la mejor forma de
apoyar a las personas con discapacidad para qué no sean invisibilizadas y
ocupen el lugar que le corresponde a los ciudadanos que viven en Costa Rica.
Estas son parte de sus declaraciones.
Me
considero una defensora de las personas con discapacidad, hace 10 años formo
parte de la Junta de Salud del CENARE PORQUE HE SENTIDO los embates de la vida
al saber que nos tratan como muebles por lo que hay que decidir por nosotros.
Los
padres, mientras a los otros hijos los apoyan en los estudios para que salgan
abante, con los que presentan discapacidad, quieren que les den bonos para
casa, alimentación y pensión.
Pasé
8 años en el hospital San Juan de Dios por la morgue y cuando no supieron que
hacer con nosotros porque no éramos enfermos, crearon el hogar de
Rehabilitación en Santa Ana.
El
dinero no alcanzó y el doctor Humberto Araya Rojas, tuvo que ir a las calles
con algunos de nosotros amarrados a cajones para iniciar la marcha del cinco.
En
Ese hogar me alcanzó la adolescencia con mis amigos, los estudios que nos
daban, aprendíamos a cocer y muchas cosas pero de pronto… alguien dijo que
éramos una carga para el estado, vendió la idea a los diputados y de la noche a
la mañana, los mayores de 18 años, nos vimos en la calle como venaditos
desorientados, tuvimos que salir a dormir en la calle y comer lo que se pudiera
como indigentes.
Conseguí
un trabajo de día y noche por la comida y a los 20 años, conocí a una persona
con quien tuve una hija y al informarle de mi embarazo me dejó botada.
Con
lo que aprendí en el Hogar de rehabilitación, me empoderé y pude cuidar de mi
hija y a los tres años, me volví a casar pero toda esta experiencia me enseño
que las personas con discapacidad podemos superarnos, que con trabajo y no con
lástima es posible integrarse a la sociedad y por eso me acerqué al CENARE a
poner mi granito de arena para decirle a trabajo social que en el CENARE a los
muchachos se les dan muchos chineos pero al salir para la casa, pueden ser
hasta víctimas de la familia que los discriminará o no les buscarán lugares
para que se preparen y pueden ser independientes dándoles la comida y el techo
o como no tienen educación, haciéndose cargo del oficio y cuidando los
sobrinos, que no es que sea malo, pero que pueden aspirar a mucho más.
Yo
les digo qué ganamos con invertir tantos millones en cirugías y cuidados si ya
en la casa, no los dejan salir ni a la puerta.
A
los pacientes les digo que si tuvieron un accidente, recuerden que vivieron una
vida plena con su esposa y sus hijos como para ir a mortificarlos por su
condición de discapacidad, si le llegó, pase su duelo y luego asuma la vida sin
maltratar ni permitir que lo traten como a un inútil. En la actualidad soy
viuda, tengo una hija, tres nietos, para no quedarme encerrada entre las cuatro
paredes de la casa, le pedí a la Junta de Protección Social una cuota de
lotería que vendo cerca del parque central, integro un grupo de artesanos con
discapacidad y vendo pijamas y vestidos que puedo cocer a máquina.
En
el CENARE ayudo en un programa dirigido al paciente y la familia para que
conozcan mi testimonio y sepan que la disca
pacidad
no es el problema, hay que eliminar las barreras aptitudinales y físicas para
vivir felices.
Autor: Roberto Sancho
Álvarez. San José, Costa Rica.