Apostando a la Vida.

 

Nos complace el proceso histórico del camino hacia la paz en el  vecino país de Colombia y como las partes establecen un principio de reconciliación que se abre entre la Fuerza Armada Revolucionaria colombiana, (FARC), fundada en 1960, la que cuenta con unos nueve mil miembros en armas y son la guerrilla activa más antigua del continente, con el Gobierno colombiano en las negociaciones que se adelantan en la ciudad de la Habana en estos últimos días. No obstante, este diálogo de paz va aparejado con la reelección a la Presidencia de Juan Manuel Santos, quien anunció en su discurso de victoria que el siguiente paso de Colombia es la firma de la paz y posiblemente la llegada de un referendo que convoque un gobierno de reconciliación para el postconflicto.

 Pero mientras que el devenir histórico continúa su curso, he leído con pausa y congoja el Dramático testimonio de la actual senadora Clara Rojas, plasmado en su libro Cautiva, (2009), donde nos narra su sobrevivencia en la selva, su ansiedad y su incertidumbre. Sin embargo, me llama poderosamente la atención su experiencia ante su embarazo en el  entorno inhóspito del espesor de la jungla, desprovisto de las minúsculas condiciones sanitarias para el alumbramiento. No enunciaré aspectos ya citados en mi anterior artículo sobre el libro No Hay Silencio que No Termine, de la también, secuestrada Ingrid Betancourt, aunque no deja de ser espantoso semejantes relatos y las cicatrices emocionales e indelebles ante esta colosal prueba.

Ingrid Betancourt y Clara Rojas, nos comparten sus sufrimientos, sus heridas y sus sueños con la liberación, representan la valentía, la resistencia pero sobre todo el fiel testimonio de fe y actitud positiva ante la barbarie. Una y otra creo yo, viven ese encuentro espiritual con aquel ser supremo que para los cristianos llamamos Dios, como bien manifiesta La autora de Cautiva, fue la fuerza interna que la empujó a no morir en el intento. Sin embargo, arrancar un hijo de los brazos de su madre, para luego regalárselo quién sabe en manos de cualquiera, es un trago amargo, es el sufrimiento más desgarrador contra la mujer.

La intensa historia de estas protagonistas, describen de forma conmovedora y palpitante sus tragedias, algunos episodios de sus vidas las han dejado entrever o a la imaginación del lector, tal es el caso de la relación de Ingrid con uno de sus compañeros de cautiverio, paralelamente el embarazo de Clara Rojas, quien fue muy cautelosa en relatar las circunstancias de su concepción, el nacimiento, separación y el encuentro con Emanuel; asimismo, es imprecisa en revelar la identidad del padre de su hijo. Da la impresión que la autora quiere contar distintas vivencias, que de hecho nos atrapan, pero el nacimiento de un niño siempre envuelve la existencia de un padre y aquí pierde su esencia.

Por último, no entraré a desmenuzar las razones del distanciamiento de estas valerosas escritoras, puesto que lo que ambas han revelado carecen de soporte frente a las circunstancias límites a las que fueron sometidas y que representaron  razones suficientes para que permanecieran más unidas y fortalecieran sus lazos de amistad. Además, es evidente que el destino no les prometió una trayectoria juntas, ambas eligieron caminos diferentes, pero indistintamente:

 ¿Dónde quedaron los principios de igualdad?

¿Sus luchas por los menos desfavorecidos? Y ¿Dónde está ese desprendimiento para transitar por el camino de la humildad?

Son las interrogantes que nos dejan, cuando de viva voz ambas autoras, han puntualizado su experiencia y coraje de mujeres bíblicas.

 

Autora: Elodia Magdalena Muñoz Muñoz. Panamá, Panamá.

Comunicadora social.

elodia.magda@gmail.com

 

 

 

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