La Equivocación de la Cigüeña.
Digna Ranquileo, acudió al hospital de Los Riscos, donde se
sintió tratada peor que un condenado. Al entrar le pusieron un parche con un
número en la muñeca, le afeitaron sus partes pudorosas, la bañaron con agua fría
y desinfectante, sin considerar la posibilidad de secarle la leche para siempre
y la colocaron en una cama sin sábanas con otra mujer en sus mismas
condiciones. Después de hurgar sin pedirle permiso en todos los orificios de su
cuerpo, la hicieron dar a luz debajo de una lámpara a la vista de quien
quisiera curiosear. Todo lo soportó sin un suspiro, pero cuando salió de allí
con una hija que no era la suya en los brazos y sus vergüenzas pintadas de rojo
como una bandera, juró no volver a poner los pies en un hospital en los días de
su vida.
Panamá, no escapa de las agudas experiencias y dramáticas
situaciones que caracterizan a una nación considerada el crisol de razas, puede
ser el despertar de un día calmo pero súbitamente tornarse en un verdadero laberinto,
eso es mi país y así lo adoro. He leído con fruición De Amor y de Sombra, de la
escritora chilena, Isabel Allende, un libro donde da a conocer sus ideas en
forma muy realista, puesto que asume una base histórica, y resalta mucho los
valores de la mujer, la familia y el amor, fue el segundo gran éxito de la
autora después de La casa de los espíritus.
Durante los vericuetos de la novela nos encontramos con un
hecho conmovedor y es la historia de las Evangelinas, las dos niñas cambiadas
por la negligencia, fastidio y poco importe de las autoridades hospitalarias.
Me ha llamado poderosamente la atención como estoy segura
ocurre a todos los panameños, la pesadilla que vive el matrimonio conformado
por Edwuan Enrique Frías y Haymara Córdoba al confirmar tras pruebas de ADN que
el niño que están criando desde hace dos años no es su hijo, sino que fue
cambiado. No es un hecho inverosímil, es consecuencia del hacinamiento
hospitalario, la ausencia de vocación y el hastío de los dispensadores de
salud.
Recordemos el fragmento de la novela cuando Digna Ranquileo,
la madre de una de ellas, invoca con tristeza, cuando al transcurrir Quince
años desde el día en que Evangelina nació en el hospital de Los Riscos, pero
Digna podía recordarlo como si hubiera ocurrido recién. Habiendo parido tantas
veces, dio a luz con rapidez y, tal como siempre hacía, se alzó sobre los codos
para ver salir al bebé de su vientre, comprobando la semejanza con sus otros
hijos: el pelo tieso y oscuro del padre y la piel blanca de la cual ella se
sentía orgullosa.
Por eso, cuando le llevaron una criatura envuelta en trapos
y notó una pelusa rubia cubriendo su cráneo casi calvo, supo sin lugar a dudas
que no era la suya. Su primer impulso fue rechazarla y protestar, pero la
enfermera tenía prisa, se negó a escuchar razones, le puso el bulto en los
brazos y se fue, la niña empezó a llorar y Digna, con un gesto antiguo como la
historia, abrió su camisón y se la puso al pecho, mientras comentaba con sus
vecinas en la sala común de la maternidad, que seguramente había un error: ésa
no era su hija. Al terminar de amamantarla, se levantó con alguna dificultad y
fue a explicar el problema a la matrona del piso, pero ésta le respondió que
estaba equivocada, nunca había sucedido algo así en el hospital, atentaba
contra el reglamento eso de andar cambiando a los niños. Agregó que seguramente
estaba mal de los nervios y sin más trámite le inyectó un líquido en el brazo.
Luego la envió de regreso a su cama. Horas después Digna Ranquileo despertó con
la bulla de otra parturienta en el extremo opuesto de la sala.
¡Me cambiaron a la niña!—gritaba.
Alarmados por el escándalo acudieron enfermeras, médicos y
hasta el director del hospital. Digna aprovechó para plantear también su
problema en la forma más delicada posible, porque no deseaba ofender. Explicó
que había traído al mundo a una criatura morena y le entregaron otra de pelo
amarillo sin el menor parecido con sus hijos.
¿Qué pensaría su marido al verla?
El director del establecimiento se indignó: ignorantes,
desconsideradas, en vez de agradecer que las atiendan me arman un alboroto. Las
dos mujeres optaron por callarse y esperar una mejor ocasión. Digna estaba
arrepentida de haber ido al hospital y se acusaba de lo ocurrido.
Ante los acontecimientos deseo los mejores augurios a la
familia Frías, que aparezca su hijo, y de disponer de solvencia económica,
puedan apoyar a ambos infantes, asegurándoles un promisorio futuro, y un
llamado a los garantes de la salud que no se vuelva a repetir casos como el de
las Evangelinas ni maltratos a las Dignas Ranquileo.
Autora: Elodia Magdalena Muñoz Muñoz. Panamá, Panamá.
Comunicadora social.