La esclavitud, es una forma de
posesión o pertenencia. Es una forma de propiedad, por la que una persona, es
comprada por otra, y la persona que compra, tiene y ejerce sin ninguna
limitación, cualquier tipo de acción sobre la persona comprada, la cual le
pertenece en todos los sentidos. Aparentemente en nuestros días, esta situación
se ha suavizado, pero solo aparentemente, como ahora veremos.
Voy a contarles una historia
que yo titularía, historia parcial de una esclava, porque por razones de
discrepción, vamos a dulcificar en la medida en que sea posible:
Se trata de una mujer de un
país del este de Europa, que como muchas otras, ha venido a España en tiempos de
prosperidad a ganarse la vida. Trabajaba y trabaja en el sector de la limpieza.
La empresa en la que ha trabajado, ha terminado su servicio en el edificio
donde limpiaba porque el contrato ha finalizado, y la empresa nueva, se ha
subrogado en la contratación que tenía con el personal perteneciente a la
empresa cuyo contrato ha finalizado. Lo primerísimo que han hecho, ha sido,
dispersar al personal y ubicarlos en otros centros. Les han hecho firmar otro
tipo de contrato, con jornadas reducidas y partidas y les han endurecido
extraordinariamente el trabajo. ¡Si quieres lo tomas! ¡Y si no, lo dejas! ¡No
hay otra! La persona objeto de nuestra historia, sale de su casa a las siete de
la mañana, y regresa a las once de la noche. Y la pregunta lógica es: ¿Si la jornada
de trabajo se ha reducido, cómo es posible que pase tanto tiempo fuera de su
casa? Muy sencillo: La jornada se ha reducido en media hora, pero se ha
partido, puesto que la jornada de mañana finaliza a las 14 horas, y la de la
tarde comienza a las 18, y concluye a las 22 horas. Pierde dinero, porque se
reduce la jornada en media hora, y ello supone una reducción de su jornal
antiguo, y pierde dinero porque no puede regresar a almorzar a su casa, ya que
el trabajo de la tarde, se halla y ha de efectuarse en un lugar distinto y en
una dirección opuesta en distancia al de la mañana. Esta señora, tiene que
almorzar todos los días fuera de su casa y por su cuenta, lo que le ocasiona
una pérdida importante de dinero. La nueva empresa le dijo: ¡No queremos señoritas!
¡Queremos obreras! Es decir, ¡Queremos esclavas!
La esclavitud, hoy adquiere
nuevas formas legales. Son sociedades anónimas o sociedad limitada, ambas de
carácter mercantil, que contratan a personas con grandes y graves necesidades
económicas, e impone sus durísimas condiciones de trabajo, que por otra parte,
están perfectamente legalizadas. Esta forma de esclavitud, cuyos amos son
sociedades legalmente constituidas, dominan los sectores de la hostelería, la
limpieza, la construcción, parte del comercio y otros sectores a los que hoy no
vamos a enumerar, porque merecen capítulo aparte. He dicho que los empleadores
están legalmente constituídos como sociedades, pero las condiciones del
trabajo, son más que discutibles, y los organismos que deben fiscalizar que
estas condiciones no sean denigrantes a las personas, tienen que cumplir con su
deber y actuar en consecuencia. Hay un grupo de presión que tiene que defender
los intereses de los trabajadores; pero muchos miembros de este colectivo o
grupo, que son los sindicatos, son a su vez presionados por las empresas para
mirar hacia otro lado y que el empleador en definitiva, haga lo que le venga en
gana.
Hagamos todos un esfuerzo
social, y no dejemos que el dinero nos corrompa. Intentemos ser solidarios, y
denunciemos cualquier arbitrariedad que se produzca ante nuestros ojos. No
permitamos que alguien que nosotros conocemos, tenga que prostituirse para
poder vivir dignamente. Seamos solidarios para que en lo posible la gente no
tenga que ser esclava para comer.
Autor:
Hilario Alonso Sáez-Bravo.
Madrid, España.