ATEMORIZADOS.
En la
confusión en la que vivimos clamamos por paz, tranquilidad y felicidad pero
sobre todo, deseamos liberarnos del miedo. La mayoría de las cosas que hacemos así
como la manera de mirar nuestra vida y al mundo que nos rodea está impregnada
de temor. Es por miedo al qué dirán que llevamos una vida ficticia y amoldada a
las ideas de otros, sometiéndonos a la normalidad. Es por miedo que
permanecemos en la más lastimosa mediocridad asustados por el peso de los
dogmas y, de la misma manera, el temor es la razón por la que nos enfrascamos
en creencias fanáticas. Por miedo nos entregamos en manos de quienes con su
autoridad ofertan la seguridad a un precio muy elevado: la obediencia ciega. Un
espíritu inquieto e inconforme que desea desencadenar su revolución interior,
encuentra en el análisis y en la comprensión del miedo la explicación de esas
trampas que nuestro Ego elabora para impedirnos el vuelo a la libertad.
¿Cómo Surge?
El miedo no existe por sí mismo, lo creamos. Está en relación con algo
que conocemos, por lo que decir que tememos a lo desconocido es ficticio. El
miedo no “surge”, es creado por nosotros mismos, Ayudémonos con el siguiente
ejemplo: cuando decimos que tememos la muerte, en realidad ¿a qué le tenemos
miedo? No conocemos la muerte puesto que nunca la hemos experimentado, pero lo
que sí conocemos (apegos a la vida, a personas, cosas, dinero, posición social,
fama) genera angustia ante la posibilidad de perderlos para siempre. Es la
posibilidad de perder lo que conocemos y no lo desconocido lo que en realidad
preocupa y aterra. De ahí que el poder de quien oferte la trascendencia y el
bienestar después de la muerte es muy grande.
La pregunta central es cómo averiguar y comprender ese miedo que
produce el perder lo conocido: dejar de existir, no ser nadie, perder la
familia, casa, reputación, cosas, amigos. Vivimos de la acumulación del pasado
al través de ideas, recuerdos e imágenes. Todo eso condiciona y preenjuicia
hacia lo nuevo porque implica dejar atrás lo conocido. La idea de un cambio y
transformación desata en resistencias y temor. Creamos el miedo ante la
posibilidad de perder lo conocido.
Nuestras
Creencias
Tenemos miedo del dolor físico e ignoramos que existe el psicológico.
El dolor físico es una maravillosa respuesta de nuestro organismo para avisar
que algo anda mal en nuestro cuerpo o bien, para evitar cosas que dañan, por
ejemplo el fuego. De hecho, se da un aprendizaje perfecto para evitar cosas que
causan dolor y desarrollamos reflejos para evitar lo que lesiona físicamente.
Cuando no es posible evitar o calmar el dolor utilizamos analgésicos.
Por otro lado, el dolor psicológico surge cuando nos aferramos a cosas
que proporcionan satisfacción y la raíz de este sufrimiento, es el miedo de que
algo o alguien pueda arrebatárnoslas. De la misma manera que tomamos una
pastilla para calmar el dolor físico, nuestras creencias son los “analgésicos”
que utilizamos para que ceda el dolor psicológico a perder las cosas a las que
hemos desarrollado apego.
Cuando alguien sufre a causa de un fuerte y constante dolor físico
puede necesitar mayores cantidades de analgésicos en períodos de tiempo cada
vez más reducidos: antes necesitaba una pastilla al día, ahora requiere tomar
seis o tal vez diez y podría llegar al grado de depender intensamente de ellas
desesperándose si no hay suficiente medicina a la mano para calmar el dolor. Se
ha desarrollado una fuerte dependencia. Continuando con el ejemplo, la simple
idea de quedarse sin estos métodos artificiales para calmar un dolor terrible,
produce un miedo intenso.
De la misma manera, las creencias actúan como métodos artificiales para
calmar la angustia y el dolor que provoca una vida llena de superficialidad e
inseguridad, temerosa de la opinión de los demás y llenas de fantasías de
poder. La conducta del fanático (especialmente el fanático religioso) es muy
similar a la del adicto a los analgésicos del ejemplo anterior: cada vez
necesita dosis más potentes de creencias, se angustiará ante la posibilidad de
perderlas y reaccionará violentamente ante lo que representa una amenaza hacia
sus dogmas.
Las Normas
La cultura que creamos a diario es un conjunto de normas y reglas que
se imponen para ejercer el control social, Estas normas sirven para garantizar
el funcionamiento de las diversas instituciones que conforman lo social: la
familia, el Estado, la Iglesia .El miedo surge cuando nos preocupa adecuarnos a
determinada norma de vida, por lo que vivir sin miedo significa vivir sin una
norma determinada. Cuando se nos exige o exigimos cierta manera de vivir, eso
en sí mismo es una fuente de temor.
Cuando decimos que para “vencer” nuestro miedo hay que romper normas y
lo hacemos solamente por el hecho mismo de quebrarlas, lo más probable es que
creemos un nuevo molde y así sucesivamente formemos un círculo vicioso que
acrecienta nuestro temor. Antes de reaccionar hay que mirar atentamente las
normas, observarlas y comprender cómo y por qué se han estructurado y lo más
importante, cómo nos amoldamos, aferramos y las defendemos al grado que la sola
idea de vivir sin ellas es a veces aterrador.
El Escape
Nuestro miedo encuentra diversas escapatorias y una de la más frecuente
es la identificación fanática. Por ejemplo, sentir que somos parte de un
grupo, nación, partido político, clase social, movimiento “espiritual” o
ideología. Observémonos cómo reaccionamos cuando participamos en alguna marcha
especialmente cuando se requiere de un mayor énfasis emocional, por ejemplo, en
una manifestación de protesta, desagravio, o apoyo hacia algo. En este tipo de
identificación hay un olvido de uno mismo porque sí conservamos la conciencia
de nuestro Yo individual hay dolor, lucha y temor. Si en lugar de eso nos
identificamos con algo más grande, con algo que sí valga la pena como por
ejemplo la “verdad” o alguna otra creencia agigantada y compartida hay un
olvido temporal de nuestros miedos .Tal vez no haya creencia más agigantada que
la de Dios; es una identificación narcisista que nos identifica con un
todopoderoso en un intento por olvidar el dolor. En este mismo sentido, la
identificación con algún grupo que piensa como nosotros crea la ficción de la
compañía y ayuda escapar de la soledad. De lo que se trata es de escapar, no
importa por cuál puerta hay que salir corriendo.
Miedo al
Conocimiento
Detrás del miedo están los apegos por lo que el conocimiento de uno
mismo se convierte en un trabajo esencial. Tenemos avidez por explorar y
conocer el mundo que nos rodea. Paradójicamente, tememos explorar nuestro
interior e indagar profundamente por qué nos aferramos a determinadas cosas:
pareja, hijos, familia, dinero, poder, fama y amor. Preferimos no saber y dejar
las cosas como están, abrazándonos angustiosamente a creencias y mitos de los
que mágicamente esperamos la resolución del temor. Optamos por continuar
viviendo en el engaño y en la rutina de una relación “amorosa” o en la ilusión
de una religión autoritaria que oferta una vida mejor después de la tan temida
muerte, que encarar y confrontar nuestra vida el día de hoy con todas las
responsabilidades que esto conlleva.
No queremos saber quienes
realmente somos, pues esto requiere de un trabajo de la más alta calidad
encaminado a la transformación, trabajo que no puede darse sin la dimensión de
lo social. La conciencia de que nosotros y los demás somos lo mismo, crea un
profundo compromiso que no siempre estamos dispuestos a cumplir. Tenemos miedo
de saber porque eso implicaría dejar atrás las cómodas pero estrechas paredes del
dogma en que vivimos y que bajo la fantasía de la seguridad nos denigra y
somete a diario. No queremos descubrirnos, preferimos los narcóticos de
nuestras creencias que nos hacen evadir y escapar de la realidad. Pretendemos
ignorar que somos frágiles y dependientes de la aprobación de los demás aunque
con eso mutilemos nuestra creatividad.
El miedo es
nuestra creación, somos autores de las imágenes que nos atormentan y arruinan
nuestra vida. Creamos una desgracia en nuestra propia persona, pero también,
somos capaces de crearnos de una manera diferente, nueva y emprender el camino
de la transformación individual y colectiva.
El
Espíritu Creador se despoja de apegos a cosas, personas y creencias, dando
inicio al reencuentro con su esencia perdida para transformarla. Este tipo de
Espíritu esencialmente es revolucionario. Vive con la incansable determinación
de despertar del profundo letargo en que nos han sumido el Poder al través de
las diferentes ideologías y creencias autoritarias. La capacidad de crearnos
más que un ideal romántico al que algún día podremos llegar, nace en el momento
mismo en que mueren las irrealidades que hemos confundido con la felicidad.
Este Espíritu no sigue a nadie ni a nada; se construye así mismo a diario, a
cada momento, con intensidad, sin las trampas del tiempo con sus culpas del
pasado y los miedos del futuro. Se convierte en un verdadero desafío para
quien, debido a su inconformidad y rebeldía, se decide hoy a emprender ahora la
transformación de sí mismo y de lo que lo rodea.
(Disponible en http://www.drbaquedano.com)
Autor: Dr. Gaspar Baquedano López. Mérida, Yucatán. México.