Sí: Sabemos hacia dónde vamos.

 

En su recorrido por la ciudad, probablemente usted ha visto alguna vez, una persona ciega que se desplaza con su bastón, recorriendo alguna acera, intentando cruzar una calle o sencillamente esperando algún transporte. La pregunta que muchos se hacen usualmente es ¿él o ella sabe para dónde va?

Sí: sí sabemos hacia dónde vamos. ¿Y cómo sabemos por dónde y hacia dónde vamos? Regularmente los ciegos nos apoyamos en distintos elementos con los que pueden tener contacto nuestros sentidos.

Nuestros oídos, nuestro olfato, nuestros pies e incluso nuestras manos son los que nos entregan la información que necesitamos para conducirnos con seguridad.

La sensación de seguridad en su movilidad, la adquiere la persona ciega cuando ha logrado instalar en su imaginario una especie de dibujo mental en el que está registrado en distintos grados la manera en que está distribuido el espacio o entorno por donde se mueve. Decimos en distintos grados porque, en efecto ese dibujo mental a veces lo tenemos muy claro y en otras, sólo contamos con una leve referencia de la distribución de dicho entorno. Es entonces, cuando debemos hacer uso de todos nuestros sentidos para poder orientarnos y de no ser posible, esperar por la ayuda de alguien. Recuerde esta última frase, porque ese alguien en algún momento puede ser usted; llegado el caso, observe si nota una actitud vacilante en el desplazamiento de alguna persona ciega y de ser así pregúntele si necesita su colaboración.

¿Cuáles son algunos elementos que nos causan dificultad en nuestro andar?

Los entornos muy amplios o abiertos, como lo es una terminal de transporte, una gran plaza o parque, por ejemplo, representa para nosotros un verdadero desafío a nuestro sentido de orientación, toda vez que son escasos los puntos fijos de referencia. Entiéndase por puntos fijos, elementos como, paredes, muros, barandas entre otros, que nos sirven de guía para tomar la dirección correcta.

El ruido excesivo: otro elemento que se constituye en un gran desorientador, lo es sin lugar a dudas, los ruidos excesivos que impiden que nuestros oídos puedan captar los sonidos que se emiten desde distintos puntos del lugar donde nos encontramos y con ello captar indicios de distancias, cercanía de edificios, avenidas, movimiento de vehículos, movimiento de personas, ubicación de entradas, existencia de áreas verdes entre otros. En circunstancias normales, la información que nos entrega el oído, nos permite reconocer dónde estamos ubicados, saber hacia dónde desplazarnos o solicitar apoyo, si fuere necesario. De modo que si no se tiene suficiente claridad de cómo está distribuido el espacio inmediato, el ruido excesivo deja a la persona ciega completamente desorientada.

Cambios en el entorno: cuando ocurren cambios en el entorno inmediato como en el hogar o cambios en el entorno mediato como en la ciudad, nuevas rutas, desvíos, normas que alteran el movimiento vehicular, reubicación de paradas, readecuación de la estructura vial, o cualquier modificación que cambie lo previamente existente, se convierte en una dificultad para los ciegos; recuérdese que si conocemos un lugar, dependemos de la información contenida en el esquema trazado mentalmente para nuestra movilidad. Esto significa que toda alteración debe igualmente incorporarse en nuestro esquema mental, a objeto que contemos con una guía, que refleje los cambios introducidos al entorno del medio físico.

Otras preguntas muy comunes es respecto al transporte; ¿Cómo saben los ciegos, cuál es la ruta de autobús que deben tomar? ¿Cómo saben por dónde van? ¿Cómo saben dónde deben bajarse?

Para la identificación de los autobuses, siempre nos apoyamos en la información que nos brinda otra persona; con la entrada del nuevo sistema de MetroBus, la necesidad de acudir a otra persona se ha hecho más fuerte pues no hay quien anuncie la ruta del colectivo, además de que como se sabe con el nuevo sistema los buces no pertenecen a una misma ruta sino que cambian, de acuerdo a algún criterio que desconocemos.

Cuando abordamos el autobús, una vez dentro de él, usualmente sí tememos noción de por dónde transita el colectivo; sin embargo, hay que señalar que, al cerrar las puertas del MetroBus y mantener ventanas cerradas, quedamos huérfanos de algunos elementos que nos servían de orientación, tales como: sonido-ambiente, ruidos, olores, entre otras cosas, que provenían desde fuera del vehículo.

Regularmente la persona ciega identifica los lugares por donde se desplaza el bus y con ello, su lugar de parada, apoyándose en elementos fijos o estáticos, ejemplo: lomas, rectas, curvas, y otros aspectos que facilitan la orientación, y con ello disminuyen los niveles de dependencia de la persona ciega.

Respecto a nuestro desplazamiento, vale anotar que según se ha dicho previamente, nuestros oídos y nuestros miembros superiores e inferiores, desempeñan una tarea de primer orden, ya como detectores, ya como orientadores o como posibilitadores de la locomoción corporal, son los que nos permiten nuestra movilidad física. El bastón, nuestro compañero inseparable, constituye una pieza clave en este proceso; el bastón se convierte en una especie de mano alargada para explorar, detectar o alertar; a través de este auxiliar, podemos antes de dar nuestros pasos, anticipar el área por donde caminaremos y de este modo saber si debemos proseguir, detenernos o girar hacia la izquierda, la derecha o retroceder.

Es por ello, que el bastón tiene sus especificaciones, no se trata de un simple elemento para apoyarse como algunos se imaginan; es preferible que sea de metal para facilitar la detección y la exploración, que sea plegable para no incomodar a otras personas al momento de abordar un vehículo, e igualmente debe ser de un tamaño acorde con la estatura de la persona que lo utiliza. En tal sentido se ha establecido que el tamaño recomendable es una longitud que vaya desde el suelo hasta la altura donde inicia el esternón, este es el tamaño aconsejable con el cual el ciego puede mover el bastón en sentido contrario a donde coloca el pie cuando da cada paso.

Pero hay algo más que nos proporciona el bastón, es un sentimiento de seguridad y protección, tan necesario, al saber que con él, se disminuye sustancialmente las posibilidades de golpearnos, de caernos o desviarnos. Es curioso saber que un elemento tan sencillo representa para los ciegos una herramienta que cumple de manera múltiple las funciones de ojos, de pies y de manos.

Autor: Profesor Fausto Pérez. Panamá, Panamá.

docente-investigador.

profesor.fausto@gmail.com

 

 

 

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