Prefiero
no ver
Algunas veces aparece en los medios de comunicación y
se traslada a las listas de
tiflología, los avances de
investigaciones que prometen a las personas ciegas, convertirse en felices
poseedores del sentido de la visión.
Muchos lectores externan su
deseo para que la promesa se convierta en realidad a bajo costo en poco tiempo.
Los menos (y de ello quiero
ocuparme) afirman que ellos prefieren continuar sin ver pues así nacieron y lo
que no tienen no les hace falta.
Las primeras veces que leí
tales aseveraciones, pensaba que en su fuero interno ellos no creían lo que
externaban o bien, no tenían claro la importancia de ver.
Los más radicales, escribían
contra estas personas porque no es de
seres humanos inteligentes, negarse a disfrutar de los avances de la ciencia.
Yo que creo que la visión no
es la solución a todos los problemas pero tampoco un Handicap despreciable, me
digo que sin duda, poder ver en forma adecuada, me resolvería muchos problemas
cotidianos.
Podría ver el taxi que
necesito, el bus de mi ruta, las excretas de ese perro que según su naturaleza,
vacía sus intestinos donde el momento lo exija y mis zapatos que de esas cosas
nada saben, lo recogen para distribuirlo por donde mis pasos me conduzcan sin
olvidar para mayor incomodidad mía, de
estimular las fosas nasales propias y extrañas.
La lectura de un libro con la magia del papel
y su olor, admirar la belleza femenina y pasear la mirada por ríos y montañas
bien valdrían la pena soñar con una visión normal.
Ahora que según el experto
Enrique Pajón Mecloi, en su libro Psicología de la Ceguera, no son pocos los
desencantos, depresiones y ajustes
que quienes siendo ciegos, se convierten
en personas con capacidad de ver.
La realidad de las cosas que
antes ia imaginaban, pueden desencantarlos, la idea de distancia es nueva y el
ajuste a esa condición visual no es automática y algunos cederán a la costumbre
de rastrear con las manos hasta dar con el objeto que ahora pueden ver pero que
sus sentidos no coordinan.
El tema es polémico y
esbozado líneas arriba para la reflexión, termino dándole la razón a quienes no
desean ver si se refieren a: el rostro de un niño o un adulto hambriento.
El cuerpo mutilado de un
perro o gato en una carretera víctima de las llantas de muchos vehículos.
Las marcas de las drogas en
el cuerpo de un indigente envuelto en plásticos y sobre cartones para mitigar
el río.
No quiero ver a la madre
llorando mientras la policía lleva esposado a su hijo hacia la cárcel ni al
niño tratando de cargar a su padre ebrio hacia su casa que por causa del licor,
dejó de ser un hogar para convertirse en un infierno.
Quédense para quienes ven,
Las imágenes de las cruentas guerras que traen la televisión y los periódicos.
Si quieren, les comparto
desde mi ceguera, el dulce canto de un ave, el fresco caudal de un río que escapa entre mis manos mientras fluye por
su cause a juntarse con sus hermanos mayores.
También si lo desean, puedo
describirles la agradable sensación del beso de un niño en mi mejilla o de los labios
de mi amada.
Quiero enseñarles el
delicado rose de una flor al deslizarla entre mis dedos.
Algunos afirman que las
“cosas son del color del cristal con que se miran” y yo agrego, o con los
sentidos que se perciban.
Autor: Roberto Sancho
Álvarez. San José, Costa Rica.