Poemas
de Eduardo Casar.
Al mar le debe remorder la
conciencia.
No por los náufragos que se
embarcan sabiendo,
ni por el juego lubricado entre
unas bocas
y otras bocas mayores,
ni por las agotadas gaviotas que
renuncian.
Sino que a veces una mirada
se va distraída sobre la
superficie
y la tela se rasga aunque no
quiera:
la mirada zozobra,
el horizonte restaña y finge
calma eterna.
Algo le duele al mar.
Basta mirarle las orillas.
Solución a dúo
Si te gusta la montaña
y a mí vivir en el mar
inventaremos la tierra
donde se pueda remar.
La forma del deseo
El deseo no tiene forma: da forma,
pero es
un viento oscuro (se mueve
siempre, hierve
sin evaporarse, concentra algunas
veces
su ebullición en los rincones
que pone en evidencia), una densa
oscuridad, espiral o seda
insoportable.
El deseo no tiene forma, pero
asciende,
levanta pezones inadvertidos,
los aprieta, los oscurece,
dolorosas condecoraciones,
válidas para dos cuerpos que
contienden
queriendo disolver fronteras,
ganar regiones
que a nadie pertenecen, tierra de
nadie,
abierta, humedecida para
defenderse
de la sequedad que invade la
garganta.
El
deseo no
tiene forma, pero da un eje
a la flexibilidad de otra cintura,
pone brazos
a la mitad del cuerpo, pone
cuerpos
a señalarse labios.
Es oscuro pero aclara la sangre.
Te recorre a ti pero también,
como un pulso sin muñecas, sale a
recorrer
la madrugada.
Subterfugio
Con los pulmones llenos de agua
sobreviviría
si tú fueras el ancla.
Si tú fueras el ancla
aprendería
a respirar en el agua.
Si tú fueras el agua.
Autor: Eduardo Casar. México
Distrito Federal.