ARTEMIO
KAAMAL
¿Por que tan pronto?
¿Quién habrá de continuar su obra?
Estas son dos de las interrogantes que ha dejado la muerte de Artemio
Kaamal Hernández, el incansable precursor de una nueva era para el sufrido
pueblo maya; de donde él mismo surgió y a cuya causa entregó su vida, más allá
de lo convencional y lo metafórico.
¿Por qué tan pronto, oh! Señor que todo lo puede? ¿Por qué ahora que
recorría sin reposo los viejos caminos del Mayab llevando a sus hermanos mayas
el mensaje de la esperanza; ahora que la cadencia del tunk'ul y la dulce
melancolía del caracol se dejaban oír con más fuerza y mayor frecuencia, como
presagio de mejores tiempos? ¿Por qué justo cuando había asumido plenamente la
tarea definitiva asignada por el destino, como caudillo de los de su raza?
Habiendo arribado Kaamal Hernández a los 50 años de vida durante la
última década del siglo XX, y con una destacada trayectoria, forjada dentro de
la vida política de Quintana Roo, podía pensarse que ninguna encomienda
quedaría pendiente. Como profesor bilingüe, promotor cultural, presidente
municipal de José María Morelos y diputado local cumplió cabalmente, pero lo
mismo hizo en el ámbito federal, como diputado y senador de la república,
cuando hubo la oportunidad de representar a su estado. Alcanzaba, pues, gozando
de buena salud y en plena madurez, la cúspide de una trayectoria sobresaliente;
además, de contar con un promisorio futuro por delante para emprender nuevos proyectos.
Como mejor prueba de que el espíritu y la actitud propios de la juventud
seguían a su lado, publicó en 1998, el fascículo Trece poemas de amor en primavera, que
se inicia con este pensamiento: "Es un canto de amor a la mujer, es una
reflexión que sin preámbulos impulsa la fuerza de una pasión transparente y
llena de fe".
Transcurrió tan sólo el primer lustro del presente siglo, que seguramente
Artemio Kaamal empleó en hacer una revisión profunda de la historia de sus
antepasados. Sintió en carne propia todos los agravios infligidos a su pueblo a
través de los siglos y comprendió que había llegado la hora de proclamar: Kuxa'ano'on... ¡Vivimos!
Era
el principio del verano
cuando
la suave brisa del viento
pronosticando tiempos de violencia
a las olas del mar estremeció...
¡Era el solsticio de verano!
Tiempo de oración y de
miedo...
Y se le llamó La premonición de Oxt'ankaj a aquel solemne acto, en el que
participaron numerosos vecinos del
moderno Chetumal, asumiendo que la lucha que se gestaba era justa y que habría
de trascender; que el mensaje que les era trasmitido, donde sólo quedó la luz solar... los vestigios
de un gran pueblo... la percepción del oloroso copal... y la premonición del
nojoch j-men ... ahí, el
silencio es sabiduría. Así se
inició en Oxt'ankaj
el peregrinar de un nuevo líder por la dilatada península, en busca del
fortalecimiento de los movimientos mayas, la reivindicación de su historia, la
valoración de su idioma, el reconocimiento de sus caudillos, así como el
respeto a sus ritos y ceremonias, tradiciones y costumbres.
Paralelamente se consolidaba la agrupación Kuxa'ano'on, A.C., como
un foro permanente sobre política indígena y se designaba el 12
de octubre como "Día de la identidad y de la cultura étnica de los pueblos
de América". Un foro cuyo escenario pronto se expandió a los estados de
Quintana Roo, Yucatán, Campeche y Tabasco; y que para su sostenimiento, era
preciso trabajar durante todo el año, coordinando la participación de un número
creciente de personas y grupos afines, que a su vez involucraran a las autoridades,
no siempre dispuestas para tales propósitos.
Fue así como Artemio Kaamal emprendió un viaje interminable por el viejo
mundo de los mayas. de modo que año con año
cumplía jornadas de ocho a diez
días, en las que se rendía homenaje en plazas públicas o recintos oficiales a
los caudillos Jacinto Pat, Cecilio Chí, Manuel Antonio Ay Tek y otros líderes;
se instalaban estatuas o sus efigies y se plantaban ceibas con la debida
solemnidad del rito milenario.
Pero no por ello, el apreciado y respetado líder que llegó de Yucatán a
La Presumida, en el corazón de la tierra maya, se olvidaba de los más altos
deberes ni de su innata vocación de servicio hacia sus semejantes: en más de
una ocasión debió partir al término de
la ceremonia, para estar junto al amigo que se hallaba en trance de muerte; y
en un periodo relativamente breve, le tocó acompañar a Adolfo Cab Poot, de Campeche; Genaro Poot y
Clemente Orozco Romero, en Mérida, cuando cada uno se desligaba de la vida
terrenal.
Tampoco se desentendió del quehacer literario, de tal manera que después
de publicar La premonición de Oxt'ankaj, escribió y editó otros seis cuadernos
de poemas, donde plasmó todo su
sentimiento y la sabiduría del pueblo de sus mayores. En el año 2006 vio la
luz: Kilómetro Cincuenta, José María Morelos,
dedicado al pueblo morelense, como celoso de su identidad agraria; al que dio
vida y estirpe el oro blanco del chicozapote y con la chispa del machete brotó
la fuerza laboriosa y noble, que refleja bondad y dulzura.
Enn
Kusamil, Cozumel, (2007) Kaamal hace rectificaciones históricas, cuando
afirma que los
auténticos descubridores y fundadores de este paraíso por obra y gracia de
Junab Kuj, fueron los mayas, quienes desde entonces le dieron una proyección
comercial. También evoca al Chilam Balam en sus lamentaciones:
Ser y querer seguir siendo
creer y querer seguir creyendo, infectada
está la tierra,
por doquiera se ven desechos...
¡Nunca más vivirán como quieran,
sino como quiera el
destino!
Tulum,
Altar de una raza, (2008) En
el prólogo de esta obra el político
Carlos Joaquín González anotó: La imaginación, la intuición, la creatividad
poética de Artemio Kaamal emociona, nos
recuerda con altura de pensamiento el esplendor y la sabiduría de los mayas,
invita a la meditación... Y dijo el
poeta:
En
el inicio de los tiempos
dijo el supremo Chilam Balam
Itzamnaj: el Señor de los cielos
erigió la ciudad de
Tulum
para el surgimiento de la fe,
la
observación del sol naciente,
su caída en el inframundo...
Y
los invasores, hombres extraños
cosecharán lo que ellos sembraron:
dolor,
miedo, sangre y muerte.
¡Oh Tulum, altar de una raza! Tú
los verás llegar, tú los verás morir.
La poesía de Artemio Kaamal Hernández es un arma de lucha social; un arma
para transformar al mundo. La poesía es un instrumento eficaz para la lucha
social porque llega al espíritu de la gente, porque despierta emociones
insepultas, conmueve conciencias adormecidas, mueve y descubre nuevos
territorios para el alma.
Artemio Kaamal Hernández es un poeta que lleva en su sangre y en su
espíritu la milenaria tradición cultural de los mayas, los habitantes
originarios de esta tierra que algún día será reconquistada por ellos.
Así interpreta el consagrado escritor y poeta quintanarroense Jorge
González Durán la obra poética del moderno caudillo maya. Lo mismo hacen otros
autores contemporáneos en su homenaje a las naciones indias pasadas, presentes
y futuras, como Anie y Michel Politzer; que escribieron el bello libro
ilustrado Bisonte Negro (1979), pintores como Cattin, Bodmer y Kane, o
fotógrafos, dibujantes y reporteros que amaron y aman apasionadamente a los
indios en trance de ser exterminados, y quisieron aportar el testimonio de sus
admirables civilizaciones. Por ello, cada vez se escucha con más frecuencia en los confines de América un reclamo de
justicia y de equidad para los pueblos indios: en Norteamérica para los crees, los Chippewa, los cheyenes... en la Sierra Madre, los tarahumaras
y los coras,
en isla de Janitzio para los purépechas los incas en la cordillera de Los Andes.
¡Silencio!
Mirad esas viejas paredes
heridas por el paso del tiempo, sus
piedras forman un relicario,
observad
el roble del camino
que ayer cual vástago fecundo sus
añejas y míticas ramas
siguen retando al chak ik'al.
(Chan Santa Cruz, Balam Naj, Felipe Carrillo Puerto; Artemio Kaamal,
2008)
Ese
siervo continúa herido
suele vérsele en los
bosques
observa u olfatea la injusticia,
la
discriminación, el racismo,
la avaricia, el
egoísmo, la vanidad
y tantos males que sembraron en las tierras del Mayab, los
hombres blancos y barbados. (*)
(Nachi
Kokom, El señor de Sotuta, Kaamal, 2008.- (*) Siervo, por esclavo)
¡Victoria
pedimos, oh dioses!
se escuchaba en un peñasco,
entonces el
cielo se nubló
en vez de agua cayeron piedras, lanzas
y puntiagudas flechas,
Símbolo preclaro de
libertad,
J'inaj y sayab de la dignidad.
(MOCH
COWÓ, el caudillo de Champotón, Kaamal, 2010)
Artemio Kaamal ha muerto; los mayas peninsulares han perdido a su
caudillo.
Aquí yace un buen hombre que defendió los
derechos de su estirpe Maya, reza el epitafio que sus hermanos de raza
colocaron en su tumba, en el camposanto de La Presumida.
Tan
sólo ha cerrado los ojos aquí, para abrirlos en la otra orilla, diría, hace ya un siglo, el laureado poeta de la
India, Rabindranath Tagore.
Quizá los grandes pensadores, como Tagore y Kaamal sostengan su propio
diálogo, en planos más elevados, en el
tiempo y en el espacio.
A ellos, o a quien pueda dar respuesta a una cuestión perturbadora, los
mortales habremos de preguntar ahora: ¿Quién habrá de continuar la obra
inconclusa del caudillo Artemio Kaamal?
Chetumal, Quintana Roo, 16 de diciembre de 2013.
Autor: Francisco Bautista Pérez. Chetumal, Quintana Roo,
México.