¡VAYA UN ESTADO DE COSAS!
En los días que corren es
prácticamente imposible sustraerse a la difícil situación por la que pasa el
país, o como se llame el engendro que algunos se empeñan en construir. Decir en
estos tiempos que las Comunidades Autónomas son partes integrantes del Estado
constituye una manifestación de fe o, al menos, una ingenuidad manifiesta,
habida cuenta la enorme confusión en la que nos hemos instalado a pesar de la
Constitución, al fin y al cabo un simple documento cuyo valor radica sólo en la
aceptación que a ella presten los gobiernos, los dirigentes políticos que son
los que verdaderamente manejan el cotarro, pues la participación del pueblo,
desgraciadamente, se limita a votar víctima de la manipulación previamente
organizada. Los conceptos que antes se tenían han dejado de ser sustantivos, es
decir, poco sustanciales y menos sustanciosos; las definiciones que hoy se
hacen sobre país, estado, nación o gobierno no son para nada claras, no se
construyen con un verbo copulativo y un predicado nominal; al contrario se
basan en adjetivaciones, calificativos o indefinidos confusos que contribuyen
al lío general. Citemos como paradigma de lo dicho aquella manifestación del un
ínclito expresidente, “…la nación es algo discutido y discutible…”, prueba
evidente de la opinión de todo un jefe de gobierno. Y del Estado, ¿qué podría
decirnos tan preclaro administrador?
Personalmente difiero de
ciertos comentaristas y tertulianos cuando aseveran que “España es la nación
más antigua de occidente…”. Otra vez la dicotomía-estado/nación. Le parece a un
servidor que la España de los Reyes Católicos y de los Austria fue antes lo
primero que lo segundo, o sea un conglomerado de reinos y territorios con
lenguas diferentes, monedas distintas, aduanas, marcadas idiosincrasias,
únicamente unidos por tres elementos: la religión, la corona y la diplomacia
.Fue a partir del primer Borbón, Felipe V, cuando se intentó poner orden en
tamaño galimatías a través de los Decretos de Nueva Planta cuyo comentario no
viene al caso en el presente artículo. En este sentido sí que están
reverdeciendo determinados “brotes” como los catalanistas de resucitar los
antiguos bailes y vegueres, las veguerías, del antiguo régimen.
Pues bien, hace pocas fechas
hemos asistido a las protestas de los “servidores del estado” por los recortes
salariales de los que han sido víctimas. Ese estado, especie de dios menor, de
complicada definición, en el que no es preciso creer, solamente actuar como si se
creyese. Nadie actualmente lucha por construir el estado, antes al contrario,
son las fuerzas centrífugas las que se imponen a todas luces, al revés de lo
que ocurre en otros países de nuestro entorno, caso concreto de Alemania. He
aquí la gran diferencia entre esta España de nuestras culpas y los países
anglosajones y germánicos. A este respecto afirma un ilustre pensador y
escritor contemporáneo que “para el anglosajón, el Estado es el pueblo, y el
Parlamento su voz; la burocracia es el ejecutivo. En cambio para el latino “el
Estado es la res publica, la cosa pública que tiene poco que ver con el pueblo,
si es que tiene algo”. Pura cosa, diría yo, pero ¿qué cosa es el Estado….? Hay
ciertos “estaditos”, -eufemísticamente hablando llamados “comunidades autónomas”-,
que lo saben muy bien y veremos a ver, si con la sonrisa enigmática y
complaciente del máximo pontífice del paupérrimo des-gobierno español, no
consiguen sus propósitos y acaban destruyendo la nación que, dicen, fue la más
“antigua de Europa”.
Así están las cosas, así la economía, así la
enseñanza. La mesa del parlamento catalán vota un referéndum secesionista, que
huele a intento de independentismo; España está en peligro de irse al mismísimo
carajo si Dios no lo remedia, menos mal que la situación económica parece que
está mejorando claramente.. Eso sí: a los funcionarios se les rebaja el sueldo
y a los pensionistas se les congela, pero el gasto inmenso continúa en
gobiernos autonómicos, diputaciones y ayuntamientos. Legión de asesores, de contratados
a dedo; parque automovilístico descomunal, uso y abuso de aviones… El colmo ha
sido la noticia de las comidas de dirigentes sindicales –los defensores de los
pobres trabajadores- en los más caros hoteles y restaurantes. ¡Vaya una manera
ejemplar de combatir la crisis!
De la enseñanza para qué
hablar. Ahora salen el ministro Gabilondo y el Presidente Griñán de nuestro
taifa andaluz, como si hubieran descubierto la piedra filosofal, y van y nos
dicen que es necesario el esfuerzo. ¡Vaya, hombre!, puedo asegurar que eso del
trabajo, del estudio y del esfuerzo personal, además de la educación y
disciplina, fue defendido por gentes sensatas hace algún tiempo y, a falta de
sustantivos apropiados –porque la sustancia ha desaparecido de la progresía-,
fueron tildadas con el calificativo “facha”. Estoy seguro de que si supieran el
significado del término, mirarían hacia otro lado por no verse reflejados en
él.
En fin, con este estado de
cosas, y con el triste estado del Estado en esta nación tan discutida y
discutible, a los pobres ¿españolitos? de a pie, nos queda un duro camino por
andar, si Dios o alguien sensato no lo remedia. ¡Ah!, los ciudadanos deberíamos
plantearnos seriamente la urgente necesidad de una regeneración social
acompañada de lo que podríamos llamar un nuevo contrato social.
Autor: JOSÉ Mª DABRIO PÉREZ.
Huelva, Andalucía, España.