Poemas de Eduardo Casar.
Problema poético
Si un pájaro –por una parva
torpeza celular a la mitad del vuelo, o porque se le descompuso el altímetro,
como el aire a la mitad del cielo- se posa en la punta de una estrella en vez de
posarse en la punta de una rama:
a) La
estrella se apaga.
b) El
pájaro, constelado por la equivocación, pierde en voz pero gana en figura.
c) El
pájaro canta más alto.
ch) El pájaro se siente muy contento, porque los
pájaros –piensa- no son más que pedazos de estrella, desprendidos en otra
época, a los que les han salido plumas para amortiguar la caída que podría
estrellarlos en el suelo, como lo prueba el adjetivo “fugaces” que siempre les
antepone Bécquer y que sólo comparten con estrellas.
d) La
estrella gira como una inconmensurable sierra eléctrica y, después de degollar
al pájaro descompuesto, le hace una cortada al universo y todos nos salimos a
borbotones quién sabe para dónde.
***
Darle a la sangre un ritmo.
Darle a la sangre voz y viento.
Darle a la sangre el golpe cierto
de la sombra.
(Cuando juegues a estar solo
nadie saldrá a decirte
no lo estás,
estoy contigo,
aquí estamos sobre el pasto
mirando la luz herida
los dos)
Darle a la sangre voz y viento,
intemperie y sótano al mismo
tiempo.
Darle a la sangre el ritmo de la
plata derretida,
intervalos de gota y catarata
entre las venas y los huesos
blancos.
Darle a la sangre paciencia
hasta hacer de la piel
una sombra que brille.
Referencia
para
Andrea
Te hablo desde la noche. Desde
la lluvia que sé que te hace
crecer
porque mañana serás más profunda.
Y aludo a las piedras. A las
blancas
de Vallejo y a las secas
de León Felipe que perforarán
–decía él–
el firmamento, y a la que Drummond
tenía
en el medio del camino. Piedras
que son referencias frente a otras
piedras.
Hija: te regalaré una honda.
Poema sobre el tiempo
para
Carla Adame Velasco
el tiempo son las cosas que
cambian
cambia la luz y se vuelve de noche
cambia el tamaño de tus ojos
cambia la talla de tu ropa
y cambian tus zapatos
el tiempo son las cosas que
cambian
cambian las siete hasta llegar a
ocho
y cambia el desayuno hasta
volverse cena
cambia tu modo de bailar
cambia tu risa
cambia la música que escuchas
cambiamos todos
cambia lo que hacemos
el tiempo son las cosas que
cambian
se cambia el sueño por el otro día
se cambia una página vacía
por un poema
***
Allá el mar,
superficie que oscila
como un seno suavemente
acariciado.
Acá los árboles
o su esquema desnudo
por el peso del pulso del otoño.
Allá el contorno azul,
la larga franja de la certidumbre,
su modo horizontal de subrayar
profundidades.
Acá los árboles,
mástiles enhiestos
esperando que la brisa marina
hinche sus velas
y que la tierra toda comience a
desplazarse
lentamente.
Autor: Eduardo Casar. México Distrito Federal.