A mis maestros con cariño.
A la memoria de mi
abuela Susana (+)
Provengo por la línea
paterna de un nutrido y famoso clan de maestras que encabezaba mi inolvidable
abuela Susana y mis queridas y entrañables tías, hermanas de mi padre, todas ellas
orgullosas de su profesión, de la cual hicieron un apostolado imbuidas del
ejemplar desempeño por más de 50 años en la docencia de Doña Susanita.
La mejor herencia que me
dejó mi adorada abuela fue haberme enseñado a leer con amorosa paciencia y cariñosa
disciplina, me explicó detenidamente el significado de cada letra, su condición
fonética y las diferencias en la pronunciación y escritura de aquellas con
características similares, como el caso de la ese, la ce y la zeta y por ende
escribirlas cuando correspondiera, me explicó hasta el cansancio la importancia
de la palabra escrita, la relevancia de la ortografía y todas las reglas de la
gramática, amén de geografía, aritmética, etc.
Era común ver en casa de
mis abuelos a niños de primaria recibiendo apoyo especial educativo por algunas
de mis tías o la abuela, cuando su desempeño no estaba a la altura de lo
esperado; hablaban con los padres y le pedían que los mandaran por las tardes a
la casa para atenderlos de manera especial y ayudarlos a comprender las
enseñanzas impartidas por la mañana de cada día y de ese modo conseguir que no
se retrasaran ni mucho menos perdieran el ciclo escolar, todo ello de manera
gratuita y con el único interés de educar mejor y que todos los alumnos
tuvieran el mismo aprovechamiento.
Así entendían su
compromiso por la educación de la niñez campechana, el amor a su profesión y el
respeto a su ética profesional, por supuesto que no eran las únicas maestras
con esta vocación de servir, este hecho era de lo más común entre la mayoría de
los maestros de aquellas fechas, si yo inicio la primaria en 1960, estoy
relatándoles hechos ocurridos hace más de 50 años.
Gracias al esfuerzo de
las maestras de la familia, los hijos varones de ese viejo clan, tuvieron la
oportunidad de asistir a las aulas universitarias fuera del estado y esa fue la
base y el origen de los títulos universitarios de sus hijos, que mi abuela
llegó a colgar orgullosamente en la pared de la casa de entonces.
A lo largo de su
desempeño como maestra y matriarca de su familia, jamás la escuché quejarse de
algo relacionado con el sistema educativo, no recuerdo que haya faltado un solo
día a dar clases, nunca la vi relacionada con actividades sindicales, pero a
cambio si la vi participando decididamente en actividades docentes que le
merecieron cualquier cantidad de reconocimientos, el entonces presidente Adolfo
López Mateos le entregó uno de ellos por su destacada labor docente, por su
asiduidad y por ser la autora de un himno escolar para el estado.
De mis largas y recordadas
pláticas con mi abuela, me enteré que su padre, mi bisabuelo José Ángel
Jiménez, era un inmigrante europeo a quien le tocó vivir la revolución y la
guerra de castas siendo maestro rural, sabedor de los riesgos que afrontaba por
su origen y con una familia a cuestas, se las ingenió para cambiar su apellido
español por uno de origen maya, de manera que de Jiménez pasó a ser Cú. Que es
el apellido que le legó a mi abuela, a mis tíos y a mi padre.
Los relatos de las
anécdotas de viajes en canoa, a lomos de animales de tiro y carga y los riesgos
que se vivieron por esos días andando a salto de mata, me mantenían
boquiabierto y asombrado por esas historias como de película y en donde siempre
la docencia resaltaba como medio digno de ganarse la vida.
Indudablemente ese fue
el embrión para que mi abuela viendo el ejemplo de su padre, abrazara la misma
causa y con el mismo nivel de compromiso, y como el ejemplo arrastra más que
las palabras, mis tías hicieron lo propio y ese gen pasó a las siguientes
generaciones, por ello tengo una hermana y primas maestras y varios sobrinos
relacionados con la enseñanza, es decir, van cinco generaciones metidas en eso
de dar clases.
Yo mismo realicé mi
servicio social como maestro adjunto de las materias de Matemáticas Financieras
y Estadísticas, en el 5to año de la carrera de Contaduría Pública, en la
Facultad de Comercio y Administración de la UADY y algunos años después en el
Tecnológico de Chetumal volví a pararme frente a un grupo para dar la materia
de Finanzas Públicas.
Recientemente me
solicitó una joven estudiante de pedagogía que colaboró conmigo, que asistiera
a disertar en un tema cuya base fundamental era definir las diferencias de la
educación de antaño con la contemporánea.
Lo primero que se me
ocurrió fue decirles que mencionaran los 6 nombres o al menos uno de sus
maestros de primaria, nadie pudo hacerlo, entonces yo les escribí en la pizarra
los nombres de mis 6 maestras de primaria del 1ero al 6to grado, y les dije
gráficamente, esta es la diferencia fundamental; la clase de maestros que tuvo
mi generación y los que han tenido ustedes.
En el pasado reciente el
compromiso de los docentes era diferente, se establecía un vínculo más allá del
mero hecho de impartir un curso o una materia específica, había interés profesional,
cariño recíproco, respeto mutuo, admiración, reconocimiento y esa serie de
valores que comprometían a dar lo mejor de sí a ambas partes, el o la maestra
era guía, confidente, consejero, tutor, psicólogo y todos esos roles que
requeríamos en algún momento nosotros los alumnos, todo ello reforzado por la
educación y la disciplina familiar para esos menesteres.
Por ello cuando pienso
en los maestros, me remite el subconsciente a esas épocas que marcaron mi vida
y la de los míos para bien, bajo el tutelaje de esos seres de excepción.
Creo que no exagero si
me atrevo a exponer que, los grandes logros científicos y tecnológicos de los
que hoy disfrutamos las nuevas generaciones, tienen como sólida base la
preparación que le dieron aquellos maestros a millones de mexicanos que
salieron equipados, gracias a ellos, con la mejor herramienta que el ser humano
puede poseer; el conocimiento.
Hoy el descontento e
inconformidad de los actuales maestros por sus condiciones laborales, quizá
sean válidas y justas, aún cuando no conozco el fondo de ellas, lo que no es
justo, ni legal, ni ético, ni moral, son las expresiones realizadas para exigir
sus derechos, al atropellar el de millones de mexicanos que viven al día de su
trabajo cotidiano, la toma de aeropuertos, casetas de peaje carretero, cercar
la sede del poder legislativo y otras instalaciones públicas impidiendo el
derecho al libre tránsito y al trabajo cotidiano etc. por señalar algunos
hechos que han rayado en la violencia, en el salvajismo, la intolerancia y la
falta de amor a un país que les ha dado todo, hasta sobrepasarse en sus
derechos.
Por cada maestro que
deja de asistir a sus aulas, debe haber por lo menos 40 niños que dejan de ser
preparados, atendidos y educados, esto nos lleva a discernir que en el país en
estos momentos hay millones de niños sin clases, y en consecuencia se han
generado infinidad de contratiempos a cientos de miles de padres de familia que
no tienen forma de dejar a sus hijos solos o en custodia de terceros, las
pérdidas financieras de pequeños, medianos y grandes contribuyentes han sido
millonarias, esos contribuyentes que tributan para colaborar directamente con
los sueldos de esos maestros que les impiden realizar sus propias labores
cotidianas.
A otros cientos de miles
se les ha impedido llegar puntuales a sus centros laborales, miles han perdido
sus vuelos o sus compromisos personales o de negocios y la lista de
afectaciones pasa por muchos daños más, encima de todo ello es reprobable la
manipulación que quieren hacerles a los padres de familia induciéndolos a
pensar que la educación se privatiza, que van a tener que pagar por ella, que
hasta las reparaciones de las escuelas tendrán que cubrir con su peculio, etc.
Lo peor de todo es que
estos personajes, que tienen pocas virtudes y muchos defectos, están mandando
un pésimo mensaje a los niños que mañana van a tratar de educar con el peor de
los ejemplos en las calles. No podrá existir congruencia entre el decir y el
hacer, cómo poder inculcarle el amor a su estado, a la patria, cuando son ellos
los responsables de miles de atropellos a ciudadanos inocentes que poca o
ninguna culpa tienen de lo que dicen que les ocurre.
Por otra parte nunca se
supo que se organizaran con tanto ahínco manifiesto, para cambiar a su
sempiterna y corrupta líder, que compraba conciencias regalando Humers,
Cruceros al Caribe, etc. mientras se daba vida de multimillonaria, gastando el
dinero de las cuotas sindicales en lujosos guardarropas adquiridos en el
extranjero, propiedades valuadas en millones de dólares, aviones personales,
yates, obras de arte y un sinfín de excesos que eran Vox populi y cuya realidad
abofeteaba consuetudinariamente la inteligencia de esos maestros que hoy se
llaman abusados por las evaluaciones a que deberán someterse; y me permito la
siguiente analogía, el incremento del nivel de inseguridad y los pocos o nulos
resultados de las policías preventivas y otros aparatos de justicia, así como
el involucramiento de los mismos en algunos casos con el crimen organizado,
llevó al gobierno federal a exigir los exámenes de confianza a los integrantes
de estos empleos, y el que no los pase a la primera vuelta, se les da de baja
en forma definitiva y se circulan sus antecedentes para que no sean contratados
en otros estados o instancias de gobierno. Y ahí no hubo quejas,
manifestaciones, huelgas ni nada que se les parezca, tampoco nada de segundas y
terceras oportunidades en los exámenes.
Ahora bien, imaginémonos
a los Pilotos Aviadores, cardiólogos, cirujanos, etc. sin un programa de
capacitaciones y evaluaciones constantes; ¿le confiaría la integridad de sus
familiares a alguno de ellos? ¿Lo permitirían las grandes empresas cuya
eficiencia y éxito económico dependen de la capacidad intelectual y habilidades
de sus empleados?
Si bien es cierto que la
capacidad educativa del gobierno, está lejos de satisfacer la demanda escolar
en los diferentes niveles, también lo es, el que los maestros no han sabido
encontrar los cauces y los interlocutores adecuados para hallar eco a sus
justas demandas, y no olvidemos que por la naturaleza del trabajo que realizan
los maestros, gozan de períodos vacacionales de excepción y de la menor
cantidad de días efectivos trabajados, comparados con obreros, secretarias,
policías, mecánicos, doctores o cualquier otro profesionista.
Son dueños de sus plazas
en vez de usufructuarios, por ello las venden o las heredan, ambos hechos
inéditos en otras ramas del servicio público, miles andan de comisión sin
redituarle nada de provecho al sistema educativo, otros más son poseedores de
más de una plaza, que seguramente le hará falta a otro maestro, otro tanto se
la pasan de aviadores; los ejemplos dan para más, pero aquí me detengo,
reflexionando en lo que cuesta la movilización, manutención, traslados etc. de
cientos de miles de maestros a lo largo del territorio nacional, es indudable
que son carretadas de dinero que se han de requerir, ¿de dónde saldrán y quien
o quienes estarán detrás de todo ello y que perniciosos fines se persiguen?
Porque es evidente que
en estos momentos hay maestros de la CNTE y del SNTE unidos en estas marchas,
plantones y abusos, y seguramente entre esos miles de maestros, habrán quienes
si merecen respeto y reconocimiento y serán los menos porque han sido rebasados
por los profesionales de la anarquía y de la insurgencia que muerden la mano
que les da de comer.
El justo derecho de los
maestros y de cualquiera, termina en donde comienzan los de millones de
mexicanos que se ven afectados por aviesas intenciones, los impronunciables y
mezquinos intereses de aquellos que hoy permanecen en el anonimato temporal,
pronto se sabrán y se conocerán.
Espero que prevalezca
por encima de todo el amor a nuestro país, a la niñez mexicana, a la profesión que
dicen honrar, para que anteponiendo el interés colectivo, se regrese a las
aulas y se recuperen los días perdidos, antes que la autoridad se vea obligada
a imponer el orden en base a sus facultades constitucionales y evitemos más
daños a un país que ya sangra por varias heridas.
Caribe Mexicano
11 de sep de 2013
Autor: Félix Justiniano Ferráez.
Chetumal, Quintana Roo. México.
fjf54@hotmail,com
@watane1