He modulado mi voz, quebré su
línea,
para que pase sin forzar
el laberinto de tu oído.
Tú has hecho lo mismo.
He secado mis manos
en sábanas o contra muros
para que su humedad temblorosa no
apague
la humedad caliente de tu piel.
Tú has hecho lo mismo.
He pisado suavemente
para que mis pasos no rompan
la hojarasca de tu huella.
He desaparecido.
Y tú también.
* * *
Desaparece una, siquiera una
de mis manos
(de la otra yo me encargo
sepultándola en el ocio de mi
sangre).
Son testigos de cargo
del descargo
de mi ser más material
sobre tu cuerpo.
Es urgente: saben
demasiado.
Desaparece una,
siquiera una de mis manos.
préndetela de un pecho
y ponte encima,
grave, disimuladamente,
aquel vestido que tanto te
gustaba.
**
La vida es sueño.
Lo prueban
las pesadillas que vivimos.
Autor: Eduardo Casar . México Distrito Federal.