UN PARADIGMA DE FE.
Al arribar la nación panameña
a su primera centuria de vida republicana, creo necesario e imperativo mostrar
a la faz de Panamá y del resto del mundo, una de las mil caras, que, por poco
conocida, no deja de ser sugerente y gratificante para las mentes y los
espíritus vacilantes, por las características poco comunes que exhiben las
protagonistas de esta breve semblanza que presento en estas líneas.
Cuando Panamá, aún como
nación naciente, pugnaba por desarrollarse e identificarse con su propia
personalidad en el concierto de las naciones, junto con las demás actividades
propias de su estado núbil, surgió simultáneamente a principio de los años
cuarenta tímidamente el movimiento tiflológico nacional.
Florisabel Paz Dávila
Florisabel vino a la vida un
Fernández
Y Flora Isabel Dávila
Rosabal.
Su sino estuvo marcado por
un hecho inesperado para sus progenitores, pues, como debía suceder con
cualquier criatura recién llegada a este mundo ella no pudo ver la luz material
al abrir sus ojos por primera vez: nació ciega. Sin embargo Dios con su justa e
infalible sabiduría, dotó a esta niña de una inteligencia excepcional; es así
como en 1942, cuando Florisabel contaba con 6 años, tuvo la fortuna de conocer
a Andrés Cristóbal Toro, quien para entonces tenía poco tiempo de haber
regresado de realizar estudios en un colegio para ciegos de Medellín Colombia,
trayendo consigo los conocimientos del sistema de lecto- escritura Braille para
ciegos e inflado el espíritu y la mente de este insigne maestro, de transmitir
estos conocimientos a los que como él, carecían de la vista.
Al tomar Andrés Toro en sus
manos a esta niña un tanto rebelde e inquieta, como a un diamante en bruto,
comenzó pacientemente a pulirlo hasta convertirlo en relativamente poco tiempo,
en una brillante y refulgente joya.
En 1948, El Ejército de
Salvación abrió en Panamá una sección para la enseñanza- aprendizaje de los
ciegos. Allí estaba Andrés Toro como maestro, y, y por supuesto Florisabel,
como su alumna aventajada.
En 1954, con el advenimiento
dos años antes de la apertura oficial de
Florisabel, se estrena como
maestra.
En esta nueva experiencia,
Florisabel, según sus propias palabras, se muestra vacilante e insegura; no
obstante, siempre acicateada por el espíritu y la férrea voluntad de Andrés
Toro, va adquiriendo confianza en sí misma, tomando muy en serio sus nuevas
responsabilidades; tanto que casi simultáneamente hace su ingreso en el
Instituto Justo Arosemena, siendo la primera persona ciega en Panamá que tiene
acceso a un plantel de educación regular, dando así la joven Paz con este paso
un claro y vivo ejemplo de que el ciego es educable, para con ello hacer
posible su integración plena.
Los años transcurren con
relativa rapidez; mientras tanto Florisabel va adquiriendo aplomo, madurez y
confianza en sí misma, y, ya con mayores conocimientos, se rebela como
excelente educadora. Paralelamente la maestra Paz continúa con tesón sus
estudios en el Instituto Justo Arosemena, destacándose como estudiante
sobresaliente.
Por fin en 1959, Florisabel
ve coronado el fruto de sus esfuerzos, diplomándose como maestra de primera
enseñanza, para orgullo y satisfacción de sus amigos, compañeros, pero sobre
todo para sus padres, que quizá pudieron haber pensado que aquella niña que
trajeron al mundo sin la luz de sus ojos no tendría futuro. Este hecho, sin
precedente hasta entonces en Nuestro Medio, demostraba inequívocamente, con
absoluta certeza, que el ciego podía superar los obstáculos que tuviera ante
sí, siempre que se le ofreciera la oportunidad. Florisabel fue pues, como ya
habíamos señalado, la primera mujer discapacitada visual en recibir un título
superior en Panamá.
A comienzo de 1960, la
maestra Paz, contempla llena de satisfacción y regocijo, como egresada la
primera promoción de
A mediados de los
En esta nueva
responsabilidad, requirió y obtuvo la colaboración de su madre, y juntas,
organizaron completamente la biblioteca de la escuela, poniéndola al servicio
de todos los usuarios ciegos, pues para entonces, era la única de su género en
Panamá. Hay que añadir también, que por esa época, Florisabel tomó un curso de
sistema Braille grado dos, (Estenografía), convirtiéndola en la primera persona
ciega en Panamá que adquiere esta especialidad.
Desafortunadamente, la salud
de Florisabel se resiente sensiblemente, al punto que, siendo aún relativamente
joven se vió obligada a retirarse
de manera temprana de la profesión de educadora tras veinte años de
servicios continuos privando de sus conocimientos tanto a los ciegos como
al país.
Sin embargo, al principio de
los años 90, tal vez aguijoneada por el gusanillo de la vocación magisterial,
al abrir sus puertas El Patronato Luz del Ciego, se involucró como maestra
voluntaria de estenografía en dicho centro educativo, permaneciendo allí por
algún tiempo impartiendo sus conocimientos.
No podemos cerrar esta
semblanza biográfica de Florisabel Paz sin destacar que, al instalarse en 1995
Hoy, Florisabel descansa ya
casi retirada en la tranquilidad de su hogar, siempre bajo la mirada atenta de
sus dos hermanas, sobrinos, amigos y ex alumnos que la recuerdan con cariño,
participando en muy pocas ocasiones en actos públicos.
Bella Rosa González
La otra protagonista de
nuestra singular historia, nació en la provincia de Los Santos un
Transcurría su vida
apaciblemente en el medio rural donde vivía, desarrollando, pese a su
discapacidad, las habilidades propias del hogar, demostrando desde siempre su
natural disposición y facilidad para adquirir conocimientos.
Ya siendo adulta, Bella y su
familia deciden trasladarse a los alrededores de la capital, pues Eligio su
hermano quien también era ciego, había ingresado unos años antes a
Bella se matriculó en dicha
Escuela, cursando con éxito su educación primaria, recibiendo su diploma en
1962.
Bella Rosa González, mujer decidida,
no conforme con lo alcanzado hasta ese momento, y, teniendo otra visión de la
vida y de su futuro, optó por matricularse en el Instituto Frago, tomando la
especialidad de corte y confección. Luego de tres años de arduo esfuerzo, Bella
recibe su diploma como especialista en esta materia, destacándose con puesto de
honor en su promoción.
Bella Rosa ejerció la
profesión por algún tiempo de manera eficiente; posteriormente, en 1968, se le
ofreció la oportunidad de ejercer el cargo de recepcionista en el Instituto
Panameño de Habilitación Especial, cargo que aceptó con presteza.
Bella Rosa laboró en esta
posición durante 29 años acogiéndose a su jubilación en diciembre de 1997.
Como gremialista se le
cuenta entre las 20 personas que fundaron
Debemos manifestar asimismo,
formó parte del grupo fundacional de
Bella Rosa se casó y tuvo
dos hijos, hoy adultos. Según sus propias palabras, siempre ha manifestado
“tener fe y amor por la vida”, demostrando en todo momento confianza en sí
misma y plena disposición de vencer los obstáculos que tenga que enfrentar, sin
prejuicios ni complejos; de eso podemos dar fe los que la conocemos bien, y
hemos sido testigos de su desenvolvimiento tanto en su trabajo como en su hogar
como profesional, como madre y como esposa y buena amiga.
Hoy, Bella está un tanto
retirada de las actividades gremiales y demás, no obstante, al conversar con
ella, muestra todavía la energía y el
entusiasmo que siempre la caracterizaron.
He aquí el ejemplo de estas
dos hermanas de esta tierra panameña, dos mujeres ciegas que a pesar de su
limitación sensorial, no se arredraron ante esta situación adversa, arrastrando
las vicisitudes de la discriminación en todas sus manifestaciones; dos pilares
de nuestra causa tiflológica que con denuedo y voluntad supieron y lograron
vencer toda suerte de obstáculos para alcanzar la meta deseada.
Son pues lo que ya dijimos:
Un Paradigma de Fe, valor y confianza.
Autora: Elodia Magdalena Muñoz Muñoz. Panamá, Panamá.
Comunicadora social.