La persona cuidadora es aquella que se dedica a brindar el
cuidado de la persona adulta mayor que presenta una enfermedad y/o algún grado
de dependencia, y que requiere de asistencia para la realización de sus
actividades de la vida diaria e instrumentales. Así mismo, debe acompañar,
orientar, asistir y preservar la dignidad de la persona que cuida.
Generalmente el cuidador es un familiar cercano que atiende
a la persona adulta mayores 24 horas al día los 365 días al año, contando con
poco apoyo o ninguno de parte de otros familiares y dedicado casi
exclusivamente a ese ser querido.
Las implicaciones
de cuidar y el estrés continuo al que se encuentran sometido diariamente sin
redes de apoyo suficientes, puede desembocar en una sobrecarga en el cuidador (Síndrome
del cuidador o Síndrome de Burnout),
Este consiste en el desgaste físico y emocional de la persona
cuidadora caracterizado por un agotamiento emocional, despersonalización (falta
de interés hacia la persona que se cuida) y pérdida de realización personal.
Las señales de
alerta que indican que la persona tiene el síndrome de Burnout son las
siguientes:
Psicosomáticas: Fatiga crónica, frecuentes
dolores de cabeza, trastornos del sueño, problemas digestivos, pérdida de
apetito, dolores musculares.
Conductuales: Limitaciones para vivir de forma
relajada, aumento de conductas violentas, cambios frecuentes de humor.
Emocionales: Distanciamiento afectivo de la
persona que cuida, despersonalización, intolerancia, impotencia y frustración,
tristeza y culpabilidad.
Sociales: Dificultades para realizar proyectos
personales, aislamiento de familiares y amistades, no cuenta con espacios de
recreación.
Al
aparecer este síndrome, el cuidador brindará un cuidado deficiente que afectará
directamente a la persona adulta mayor que cuida, pero que también generará un
deterioro en la salud del cuidador.
Es común que el cuidador deba distribuir los recursos personales y los
económicos y afrontar las sobrecargas que se produzcan.
También debe enfrentarse a la presión familiar
que no reconoce la labor realizada, le exige y le evalúa de manera continua sin
tomar en cuenta que el cuidador es un ser humano.
Está expuesto a
fuertes emociones y sentimientos encontrados, especialmente cuando se
contraponen el deseo de cuidar a su familiar y el cansancio o agotamiento por
los extensos horarios de cuido.
El cuidador se ve
obligado a cambiar los escenarios de su casa, a sacar el cuadro de la mesa de
noche o de la pared para poner en su lugar la lista de todas las cosas que tiene
que hacer; su casa se convierte en un pequeño hospital, debe reorganizar camas,
sillas y muebles para instalar los implementos y medicamentos que el enfermo
utiliza y debe reorganizar los horarios en función de sus necesidades.
Para alcanzar el bienestar del cuidador, este debe realizar
acciones como las siguientes:
·
Procurar
la realización de controles médicos periódicos para la prevención y atención de
padecimientos de salud del cuidador.
·
Si tiene familiares que no colaboran en forma directa en el
cuidado, pida que le ayuden con otras tareas que le faciliten o desahoguen de
su labor.
·
Ponga límites al cuidado, tanto al adulto mayor como a sus
familiares, porque en ocasiones demandan más de lo necesario. Aprenda a decir
no.
·
Organice el tiempo diario que requiere para el cuidado,
incorporando dentro de esa agenda tiempo para usted mismo.
·
Dedique tiempo a
sus necesidades personales, ya sea para su recreación y esparcimiento.
·
Participe
de espacios de capacitación con el propósito de fortalecer y desarrollar
destrezas y habilidades para el cuidado.
Y recuerde:
Aprenda a cuidarse
para cuidar mejor.
Autor: Roberto
Sancho Álvarez. San José, Costa Rica.