NO
ESTAMOS DE HUMOR
El
término humor ha ido evolucionando conceptualmente a lo largo del devenir
histórico. Ha sido un tránsito lento, pausado, paulatino, desde aquellas
connotaciones antiguas y medievales de la palabra en un sentido fisiológico,
médico, de humores sanguíneos o linfáticos que, en virtud de esa consabida
relación de necesidad entre pensamiento y palabra –imposible el uno sin la
otra, o la otra sin el uno-, constituyeron una especial visión del mundo y del
ser humano. La natural evolución de las cosas ha hecho cambiar el significado
actual de la palabra, dentro de una acción continuada en la que la cultura
británica, con su especial cosmovisión, ha tenido un papel fundamental,
diríamos que esencial, a partir del siglo XVIII.
El
humour anglosajón, inglés por antonomasia, se ha ido superponiendo al humeur
francés, de tal manera que, si consideramos los dos aspectos o caras del humor
actual en general, melancólico o irónico, es precisamente en la ironía sutil,
fina y profunda donde mejor encajaría el que hoy comúnmente se denomina en todo
el mundo “humor británico”. Surge así el
nuevo plano del contenido del humor vislumbrado ya en obras de autores
franceses como Montesquieu en sus Lettres persanes, en el Cándido de Voltaire –ámbito
galo- , aunque habrían de ser autores británicos los creadores del humor de la
época contemporánea, fijémonos si no en J. Swift y en una de sus más
emblemáticas obras Los viajes de Gulliver.
Llegados
a los tiempos actuales es imprescindible fijarse en la figura de otro autor de
mediados del siglo XX, igualmente inglés, George Orwell y en su libro 1984. Al
mismo tiempo que rezuma fina ironía, en las páginas del ya clásico 1984, Orwell dejó planteado, allá por el lejano año
de 1949, el tema inquietante de una sociedad que puede llegar a ser prisionera
de las formas totalitarias del estado.
¿Nos
suena a algo…?
El
tema es preocupante y premonitorio al tiempo. Estas sociedades occidentales
refinadas, que se las dan de cultas, tecnificadas, organizadas y controladas
por los máximos poderes controladores del papá estado; estas sociedades que
presumen de libres y democráticas…., constituyen un conjunto de poderes
alineados en los que la democracia no existe como tal, más bien habría que
hablar de partitocracia y burocracia agobiante y organizativa de mentes y
voluntades. Uno piensa que lo que en realidad se pretende es el control técnico
de las conductas individuales y, en último extremo ,el de la naturaleza humana.
Orwell
nos habla de la creación por parte del Gran Hermano, de cuatro superministerios.
¿Para qué más en una sociedad tan organizada? A saber: de la Verdad, del Amor,
de la Paz y de la Abundancia.
¡Rediez!,
pues es imposible no hacer un paralelismo con determinados organismos o
instituciones actuales. De la Verdad :manipulaciones, corrupciones o sea,
educación en las verdades a medias del
Gran Hermano; del Amor :promoción de desigualdades que fomentan un
tremendo igualitarismo; de la Paz:
alianza de civilizaciones, entes del mundo entero ,¡uníos!; y de la Abundancia:
es decir, de la hacienda pública, la Gran Hermana de la Cosa, o sea, el
susodicho engendro de economía sostenible.
Somos
tan democráticos, estamos tan pagados de nosotros mismos, que todavía hay quien
no ha captado en su totalidad la enorme crisis que padecemos social, económica,
política, e institucional. Hay quien no se da cuenta de que vivimos en un
permanente estado de alarma por la convulsión a que determinados “reinos de taifas” someten a la Constitución al vapulear a un Estado cada vez más enfermizo. Es
evidente que la prolongación de la situación presente es prueba palpable de la debilidad que soportamos.
Y
en medio de todo este galimatías un pueblo que vive entre el temor al futuro y
la manipulación a que es sometido por los formadores de opinión a través de los
programas basura.
¿Les
suena a ustedes? Y en todo esto, ¿en dónde queda la democracia y la libertad?
Está claro que el Gran Hermano construye y sustenta la que más conviene a sus
intereses.
Es
por ello y sus consecuencias, por lo que no estamos de humour y el humorismo,
más que irónico, se hace profundamente melancólico.
JOSÉ Mª DABRIO PÉREZ. Huelva,
Andalucía, España.