LA
VOZ DEL SILENCIO.
No
sé cómo empezar la vuelta atrás de un camino ya recorrido, “correcaminos”,
regreso paradójico hacia un futuro intuido en el que el devenir comienza a
desvanecerse. Parecía ilimitado aquel espacio ilusionante de antaño, envuelto
en lontananza por el tiempo que se nos fue, que se nos va, que ya no llega
porque se evapora en el etéreo vacío.
Flashes
de una vida forjada a golpe de avatares, tallada a trozos por la gubia
sempiterna de ilusiones juveniles; imágenes, densas imágenes de paisajes,
personas, hechos, sensaciones y vivencias. Dicen que fue una época dura, ¿lo
fue?, ¿es cierto que se “hace camino al andar?, ¿qué es la meta, un destino o
un SINO?; la vida se me aparece como un calidoscopio fugaz, claroscuros,
brillanteces, haz y envés, eterna rueda giratoria sobre sí misma. ¡Cuánto
volver a empezar!, ¡cuánto objeto desaparecido cuando se tenía al alcance de la
mano!
He
recorrido un largo camino, 68 años, de ruta continua aún por finalizar.
¡Niñez!, ¡ay!, aquella feliz infancia de Carmelitas, Plaza y Altozano,
correrías por las calles, Grupo Escolar, patadas al balón, ¡qué más hubiéramos
querido!, pelotas de goma e incluso otras fabricadas con una mezcla de trapos
viejos y papeles de aquel ABC distribuido por Ignacio “el Cumbre”. Lecturas de
cuentos y “aventuras” –Roberto Alcázar y Pedrín, El Guerrero del Antifaz, El
Capitán Trueno, El Jabato, Hazañas Bélicas, TBO, Jaimito, ZIPI y Zape,
Mortadelo y Filemón- , que alimentaban la imaginación infantil en pos de una
soñada “realidad”. Y aquella mesa camilla, sujeto y objeto de sueños y
ensueños, juegos inocentes de cartas, lecturas y audiciones radiofónicas:
“Cabalgata Fin de Semana”, “Carrusel Deportivo”…-, rezo del Rosario… Sencillez
cotidiana, conformismo inadvertido porque la “cosa” era así.
Fue
la forja de una generación, de mi generación. Corrimos aventuras por el
Chabuco, bebimos las aguas del Corcho, conocimos la frescura del Garabato,
anduvimos por el Chorrito, escalamos las altitudes rojizas del Templo,
caminamos a través del misterio de la Lobera… El paisaje umbrío de la Dehesa
Boyal, convertida en eucaliptal, nos daba la impresión de bosque misterioso, a
la vez que el sinuoso movimiento de las hojas excitaba la concupiscencia
juvenil haciéndonos imaginar amores prohibidos. El AGRIO y el DULCE eran
parajes mayores comparados con los otros, constituían la atracción por el
riesgo, el imán hacia trochas frondosas y abismos, causas de algún que otro
desgraciado suceso.
Luego,
en la tranquila soledad, aparecía la “voz del silencio”. Hablaba con
insistencia de marchar al futuro; aquel eco repetía la necesidad de formarse,
de estudiar, aun sin ganas, de trabajar al servicio de una más amplia
existencia. Nunca faltaban agradables y bellas percepciones femeninas, plurales
que, poco a poco se redujeron a una sola, tan especial que acabó
materializándose en dichosa unión. Aquellas charlas del silencio me dirigían al
entorno más próximo, de tal manera que lo fui viendo claro porque oía y
escuchaba.
“Tú
correrás el camino de tu pueblo, irás “calzado” y te “apoyarás” en el “cayado”
de una simple libreta, bolígrafo, máquina de escribir, ordenador…; ¡ay, qué
largo camino! Conversarás de y con las calles, las plazas, los edificios
antañones que te comunicarán emociones y vivencias; platicarás con importantes
personajes del pasado, recibirás enseñanzas y consejos de los auténticos sabios
de la tierra, esas personas curtidas en las faenas agrícolas, azotadas por el
cálido levante, caladas por las lluvias otoñales…; penetrarás en la historia de
tu ciudad, en lo bueno y en lo malo, y tú, pobre soñador, humildísimo poeta,
intentarás elevar tu espíritu con íntimos poemas a tu Virgen del Valle, al Niño
que nace, a olivos y vides de esa tierra tuya, a sus fiestas y saraos. También,
pícaro, harás aceradas críticas político-sociales sobre aquello que choca
frontalmente con tus convicciones. Pero, esencialmente, aprenderás de aquellos
personajes que han ido conformando la idiosincrasia palmerina: Siurot, los de
la Cueva, Morgado, Calero…, y lo harás sin darte cuenta, quemando etapas
sucesivas, consumiéndote en ellas. Sin embargo, nunca llegarás a la meta
,nunca, jamás se alcanza. Busca, sigue, avanza, camina…”
Eso
me decía constantemente mi silencio. Como la meta es inalcanzable he intentado seguir
por la amplia senda. ¿Dónde estoy ahora? Es evidente: en PLENO OCASO. ¡Alto
ahí!, no confundamos conceptos. ¿Te has parado, amigo, a contemplar
detenidamente la belleza de un ocaso? Pocos fenómenos naturales hay tan
grandiosos como la Puesta de Sol, el majestuoso ADIÓS, ¡hasta mañana! del astro
rey proyectando pausadamente sus suaves rayos vespertinos hacia un paisaje en
calma en que rosadas luces y grisáceas sombras se abrazan afectuosamente.
Mi
OCASO, ¡hermoso ocaso! es la calidez del hogar, el amor de una esposa, el
cariño de unos hijos, la inmensa alegría de los nietos, ángeles de Dios. He
aquí los dulces rayos de mi existencia actual. Por cierto, el CAMINO continuará
hasta que Dios quiera en la misma dirección marcada por mis diálogos con un fiel
compañero: el íntimo SILENCIO.
Autor: JOSÉ Mª DABRIO PÉREZ. Huelva, Andalucía, España.