La última carrera de un deportista
joven.
Yo soy carmen
julia Fonseca, madre de Juan Carlos González y quiero contarles la historia de
mi hijo un atleta que sale a correr por la mañana y por la noche lo estamos
velando. (Testimonio real con nombres supuestos)nace, crece, se hace hombre,
sano, fuerte, inteligente, buen amigo, buena persona, excelente hijo.
Practica
deportes desde su más temprana edad: salto con obstáculos, natación, remo, vida
al aire libre y es un buen estudiante.
El día
cinco de mayo de 1987 a las nueve de la mañana mientras corre sus acostumbrados
tres mil metros, cae: sufre un paro cardíaco y fallece casi al instante.
Mi primer
acto de rebeldía es intentar agredir al amigo que me trae la mala nueva.
Luego el
llanto...el dolor, los trámites de rigor.
Estoy como
en una nube, estoy presente, pero a la vez estoy ausente, debo ser la columna
que sostiene el edificio familiar.
Sus tres
hermanos y yo, no podemos creer lo que sucede, rezo, acompaño y estoy presente
en todo, los honores fúnebres en los que la sociedad nos tiene presos, no hay
como eludirlos.
Depositamos su cuerpo en el cementerio y
regresamos a casa, nada parece real, la comida no tiene sabor.
Intentan
todos retomar su vida, yo también lo intento, no puedo dormir, pasé nueve
noches con sus días pateando paredes, cuando supuse que nadie me veía.
Al noveno
día fui con un médico amigo a una sesión de acupuntura.
Esa fue mi
primera noche que pude dormir.
Durante
esos nueve días me cuestioné todo.
Al fin
llegué a una conclusión: mi hijo nacido del amor, al que llevé con amor en mi
seno, al que alimenté en mis pechos, al que enseñé y cuidé en mi fe, al que
llevé de la mano por la vida, ese hijo de mi amor, no me pertenece, y lo que es
mío en realidad, siempre está conmigo, porque su vida y la nuestra, la que
compartimos, esa está indisolublemente unida a mi ser.
Mientras
vive en mi corazón y en mi memoria está conmigo.
Lo que con
amor se crea no muere ni desaparece, siempre está conmigo mientras yo lo
recuerde, pero no con dolor, lo recuerdo con amor, como vivimos, con esa mezcla
de sentimientos y momentos que forman la vida.
tengo la
sensación que los primeros años nos acompañó siempre y no es solo una
sensación, sino una realidad, frente a problemas que parecían no tener
solución, casi mágicamente y con relación directa a algo de su persona,
aparecía la solución.
Se que esto
muchos no lo creen, pero es la verdad.
Hoy tengo
el alma en paz, no lo nombro con dolores parte de nuestras vidas, se lo
menciona con naturalidad. Hoy que tengo nietos, ellos saben de su tío juanca,
como son pequeños, se simplifica diciendo que está en el cielo. Yo se que está
en otra dimensión y que Jesús que es mi guía, lo llevó consigo porque era el
momento correcto.
La
asociación de salud mental estima que el dolor por la muerte, es de las
pérdidas que causan mayor dolor.
Frente a la
pérdida, una de las reacciones más comunes es el “choque” (que golpea duro en
el cuerpo), es por eso que además del componente emocional, las personas
perciben el dolor no en el corazón como se cree si no en el abdomen como a
Jesucristo que le dolieron las entrañas.
Ante la
pérdida de un ser querido, junto al dolor emocional, pueden aparecer molestias
en la espalda, la cabeza, todo el cuerpo o sufrir fatiga.
Esta
primera etapa constituye una anestesia emocional donde la persona queda “en
blanco”, sonríe sin ganas, habla por inercia y pueden presentarse estallidos de
emociones o por el contrario, que el individuo se quede laxo, como si nada
pasara.
Los
expertos denominan a las primeras horas del impacto, la peri muerte que incluye
la agonía, la muerte y las primeras horas posteriores al fallecimiento.
Pueden
presentarse adormecimiento, entumecimiento, y hasta intentos de suicidios en
casos calificados por lo que estas personas deben estar acompañadas en forma
permanente.
En una segunda
fase, la persona sabe que su ser querido murió pero ahora se da cuenta, siente
soledad, lo echa de menos, siente un vacío y desesperanza, angustia, no comen,
no duermen pero no se trata de depresión porque es normal al atravesar el dolor
emocional.
Después de
los altibajos viene encorto período donde piensa en la persona y emprende
algunas acciones que le ayudarán pero que en la actualidad son menos frecuentes
como las misas, rezos en la casa y otros rituales propios de cada cultura o
religión que favorecen la compañía familiar, de los vecinos y amigos, se mueve
el dolor y se estrechan los vínculos existentes.
La sociedad
moderna tiene protocolos hasta para llorar, si lo hace poco no lo quería lo
suficiente, si llora mucho es por remordimiento y se termina dosificando las
manifestaciones naturales por la pérdida.
Desde la
visión de género tradicional, para que el viudo sea feliz, es importante que
restituya la pérdida con una mujer que asuma el rol de la esposa fallecida
mientras que a la mujer, se le pide que siga recordando al viudo, que vista de
luto y se consagre al recuerdo de su difunto esposo.
A
diferencia de hace algunas décadas, en la actualidad las personas no tienen
tiempo para detenerse y reflexionar respecto a lo que se perdió, la sociedad
disfruta de algunas licencias pero pronto deben incorporarse a las actividades
cotidianas sin culminar cada etapa del duelo.
A mediano y
largo plazo, el duelo es por las fechas especiales, se recuerda a la persona en
su cumpleaños, navidad, semana santa y por último llega el dolor crónico que
antes se consideraba patológico.
En este
periodo, el dolor es tan intenso como el primer día después de años pero se
sabe que es un duelo de difícil control que ya no se considera enfermizo si no
su forma particular de manifestar su sufrimiento.
Algunos
acuden al cementerio para llorar ante la tumba, le hablan a sus ser querido o
como en Culiacán México, si fallece un joven, permanece el cementerio abierto,
los mariachis se hacen presentes con su música, hay juego de pólvora y no
faltan las comidas y bebidas, para recordar que los muertos forman parte de la
vida.
El duelo se
debe vivir, no es conveniente abusar de los medicamentos para adormecer el
dolor.
Las
personas más cercanas al muerto, pueden entrar en contacto físico e incluso
abrazar o besarlo para despedirlo.
En el
periodo de agonía, hay que favorecer las despedidas pero no se trata de un acto
público, deben hacerlo solo las personas más cercanas
Fuentes:
Doctor Javier rojas Elizondo jefe departamento de psicología del centro del
dolor y cuidados paliativos de la Caja Costarricense de Seguro Social.
Madre del
deportista fallecido.
Enviado por: Roberto Sancho Álvarez. San
José, Costa Rica.
rsancho@ccss.sa.cr