Jakfeing y el suplicio de las Hadas.
Dicen que
la magia es el poder más grande y puro de este mundo. Quizás del universo mismo
y que por ello, no debería estar al alcance de cualquiera, mucho menos de
individuos que hacen de ella un mal uso, que la pervierten, que la tergiversan
en pro de miserables fines.
En lo
particular, creo que la magia y su uso, es una cuestión más de circunstancias
que de los atributos que las razas puedan asignarle; al final del día, la magia
permanece eterna e inmutable mientras que aquellos que la utilizaron, correcta
o incorrectamente, desaparecen para siempre.
“Jakfeing”
1. Piel de Ángel Negro
El
polvo terminó de asentarse luego de que un escandaloso Drow (Cosa muy rara por
cierto) dejara de lanzar al suelo los royos de pergamino de una estantería. La
indiferencia con que el elfo trataba los valiosos documentos desmentía la
meticulosidad con la que buscaba entre tantos títulos el hechizo que
necesitaba. Jakfeing, erudito, guerrero, hechicero y conquistador, entre tantos
otros atributos sin sentido que el vanidoso personaje se concedía, buscaba
desde hace tiempo las especificaciones para conjurar una poderosa y rara
armadura, llamada Piel de ángel negro. En el bajo y mezquino mundo arcano, la
Piel de ángel negro era un objeto codiciado por muchos magos, ya que la
armadura, era un mecanismo doble de defensa, debido a su capacidad de repeler
tanto ataques mágicos de magia blanca como oscura; así como de absorber la
energía de criaturas luminosas y transformarla en fuerza vital para el
portador, sin importar lo ´más mínimo su alineamiento.
No
tenía tiempo para andar con sutilezas, y los minutos corrían raudos hacia el
amanecer. Estaba en la biblioteca personal de Ammir, un poderoso aura blanca de
la academia, pero muy santurrón en lo que a magia inventiva se trataba.
Jakfeing se apoyó fuertemente contra la pared mientras volteaba una estantería
para hacer caer los pergaminos cercanos al techo. No tenía la intención de usar
ni una pizca de magia, ni siquiera para ahorrarse esfuerzos y polvo flotando
hasta las secciones más altas. De ese modo, las salvaguardias que el Aura
blanca hubiera puesto contra intrusiones mágicas no se activarían.
En una
situación menos apremiante, Jakfeing se habría dado un banquete con todos los
tesoros que en lugares como ese se podían hallar; pero en esta ocasión,
necesitaba más rapidez que efectividad, antes que el mago regresara de otorgar
la curación a los guerreros que llegaban mal heridos a los recintos de la
academia, y es que Ammir, era un fanático de traducir conjuros, no importaba si
era magia blanca u oscura, si el conjuro era viejo o provenía de otros planos
de existencia, la fascinación por ponerlos en lengua común para catalogarlos
después, y así salvaguardar el conocimiento mágico, era una obsesión del
Blanco, que pasaba gran parte del día y también de la noche metido en su
biblioteca, escribiendo con su elegante pluma dorada de grifo, líneas y líneas
de conjuros.
—Que
desconsideración por su parte —Susurraba Jakfeing, mientras caminaba entre los
pergaminos hacia el nuevo montón que había tirado. Como siempre, el Drow había
visto recompensados sus esfuerzos, y entre la pila de nuevos pergaminos, se
encontraba el cilindro de pata de ave en la que estaría prietamente enrollado
el pergamino con el codiciado conjuro. Con una mueca de satisfacción en su fino
rostro, Jakfeing tomó del montón de cilindros su tesoro y caminó alegre mente
hacia la salida, dejando la pobre biblioteca hecha un cuchitril.
Con la
mirada al frente, un paso indolente y una canción en los labios, Jakfeing el
elfo Drow, cruzó las calles de la ciudad con dirección a su tienda. Pocos de
los habitantes de Solail’uz, ya fueran Drows o de otra raza, podían dejar de
sentirse admirados y emocionados al entrar en la tienda de Variedades del Elfo,
pues se presumía que en ella, se podía encontrar hasta el alma de sus propias
madres. No había cosa, arma, objeto, hechizo o información que no se pudiera
conseguir en Caen Gar. Claro que todo por una módica cantidad, siempre módica
para los estándares de Jakfeing, lo que en muchas ocasiones, causaba estragos
en los bolsillos de los incautos. Jak se acercó por una calle lateral a su inmueble, para entrar por
una puerta en el costado de la tienda, puerta que solo él y el más avanzado de
sus aprendices sabían que existía. Colocando un círculo de cristal morado
contra lo que parecía la pared del local, el Elfo se encontró dentro de una
acogedora sala atendida constantemente por un sirviente Alflin al que se le
habían amputado cinco de las diez razones que tenía para llevar a cabo sus
pillajes en territorio del siempre amigable Drow.
Una vez
dentro, Jakfeing se sentó en su sillón favorito, una talla exquisita en la que
se representaba una elfa Drow de rodillas, permitiendo que el usuario del
mueble, quedara cómodamente acurrucado en el regazo de la hermosa dama; cosa
que por supuesto, jamás ocurría en la sociedad de los Elfos Oscuros, donde era
más probable que fuera el varón quien sirviera de asiento a las mujeres, sobre
todo si estas últimas eran sacerdotisas de la poco cariñosa Reina Araña.
Mientras el Elfo se ponía cómodo, Borbotón Robatillo entró en la estancia
trayendo consigo toallas húmedas impregnadas de lavanda además de una exquisita
cocoa, que ofreció a su gentil amo, quien las recibió con agrado.
— ¿Qué
traes en tus bolsillos el día de hoy Borbotón? —Dijo Jak al pequeño Alflin,
siendo esta la pregunta obligada entre el Drow y su sirviente, solo para
comprobar que el efecto del afectuoso consejo otorgado por Jak a la mano del
Alflin seguía en perfectas condiciones.
43jakfeing.htm —¡nada
que valga la pena Jak! Ya sabes que no me gusta llenarme las bolsas de
cachivaches sin sentido.
—Sí,
¡eso pensaba! —Respondió el Drow, dedicando una deslumbrante sonrisa al
pequeño, mientras lo miraba sin parpadear. —Bueno Borbotón, no quisiera
desvelarte más, así que ve a descansar cómodamente, hoy no abriremos Caen Gar,
así que bueno, creo que también puedes tomarte el día si te apetece. —Y
despidiendo a Robatillo, 43 jakfeing.htm sacó con extremo cuidado el pergamino
Ángel negro y tarareando, se puso a estudiar.
Psic.
Cristóbal Getsemaní Sánchez Calvillo:
Naucalpan, Estado de México, México.