Propuesta a la inglesa.
Le gustaba sentarse en frente de esa pecera, en días como ese en que su
alma estaba atravesando por "momentos de transición", como lo
describió una buena amiga suya; el centro comercial era bullicioso a otras horas,
pero esa tarde de sábado no había casi nada de personas y el contemplar los
peces ir y venir, sus colores, sus movimientos, su despreocupación, lograban
apaciguar su alma atribulada, según ella, en realidad se ahogaba a veces en un
vaso de agua, porque cuando se sentaba ahí, lograba caer en la cuenta de que su
vida era una vida plena, llena de paz, alegrías, un lindo trabajo, juventud.
Pensó que ese acuario era el mar donde los seres superiores navegaban
por el mundo con sus vidas multicolores dejando una estela de paz y armonía.
Se puso de pie, avanzó hacia un establecimiento donde podría adquirir su
propia pecera, luego reflexionó y decidió que la magia de ese lugar, se
perdería al vivir bajo la cotidianidad de los peces en el hogar.
¿Cuándo fue la primera vez que se sentó ante esos peces mágicos?
ummmm, hizo remembranza… fue aquel día en que nueva en esa ciudad,
después de recibir aquella helada noticia que la puso a decidir entre su
tranquilidad de pueblo de pocos habitantes y la bulliciosa ciudad capitalina,
venía de reunirse con sus superiores, creyó que irse a ver tiendas le sacaría
de su cabeza la toma de decisión, y fue cuando encontró ese pedacito de mar que
tanta tranquilidad le produjo… hace casi 4 años de ese día, 4 años de haber
dejado su pueblito y ser capitalina.
Una brisa repentina acompañada de los rayos solares y las minúsculas
gotas de agua que caían a las 4 de la tarde, la sorprendieron sonriendo, no
sabía explicarse por qué su corazón sentía tanta felicidad, los ojos brillaban
extasiados. Esplendor natural del cielo coronado por los peces poli cromáticos
que atrapados por el gran cristal, dejaban escapar burbujas móviles capaces de
refrescar al mundo.
-“Elena”, dijo la voz firme y amable.
-Llegaste pronto, inmutó ella, con alegría y alivio en su tono de voz.
Javier era un buen amigo que acudía siempre que pudiera a las llamadas de
Elena, las cuales, al citarlo frente a la pecera del ala 5 de ese centro
comercial, le indicaban que su amiga estaba en algún proceso de toma de
decisión, un lío romántico o un pariente enfermo, esta vez no le había
anunciado nada, ni una pista, solo solicitó su compañía y él había acudido,
como las otras veces.
-¿Llevas mucho rato?
-Media hora quizá.
-Me alegra haber estado cerca, está empezando a llover, si quieres ir a
algún otro lugar es momento de salir, así no nos mojaremos mucho hacia donde
dejé el auto, o si quieres, buscamos un cafetín aquí mismo.
-Quiero ir a otro lugar.
-Vamos.
Los jóvenes emprendieron la marcha al parqueo y abordaron el auto.
Qué sonrisa, qué ojos más encantadores, qué cabello más juguetón,
pensaba Javier mientras le daba una miraba fortuita.
¿Qué tendrá que decirme? ¿Acaso se estará enamorando?… Debe ser una
buena noticia porque está feliz.
Este pensamiento lo tranquilizó, respiró profundo, colocó un disco
compacto y accionó el reproductor.
Javier tenía una contextura muy agradable a los ojos de ella, un metro
80, fuertes brazos y pecho firme, producto de dos noches por semana en el
gimnasio, piernas robustas, la juventud de 27 años, labios gruesos, barbilla
fina, cabello finamente recortado, apenas visible, siempre en camisas largas y
elegantes corbatas.
Un buen amigo, siempre atinando con el consejo justo, siempre escuchando
sus largas conversaciones, nunca interrumpiéndola al hablar; Javier hubiera
sido un buen novio, a veces lo pensaba, pero nunca se miraron de esa forma, así
que solo disfrutaban la amistad.
-¿Has salido otra vez con tu compañera de pilates?
-No, se terminó, estudia periodismo y ya sabes, esos profesionales son
muy quisquillosos, a ella le gusta el área de la política y me estaba
resultando aburrida.
-¿Por qué Elena le preguntaba siempre con tanta naturalidad sobre sus
conquistas de un mes?, pensaba para sí mismo Javier, ¿Acaso nunca sintió ni
asomo de celos?, ¿para ella era una conversación más?.
-¿Puedes dar vuelta en esta zona?, quiero ir al Restaurante aquel, el
que está en la cima; es una tarde muy linda para estar en ese lugar despidiendo
el día, y no pasó a más la lluvia que se anunciaba.
Pensó en sentarse en la mesa que estaba en el sector oeste, desde ahí
podrían observar al valle descolgado haciendo malabares de suntuosas mansiones,
altos edificios y casitas humildes que tenían ese no sabía que de los hogares
felices.
-Ahí nos dará el sol de frente- señaló él y se dirigieron en sentido
opuesto.
Ordenaron un capuchino y la repostería especialidad de la casa.
Javier se preparó para el preámbulo, primero le diría lo mucho que lo
apreciaba, que disculpara que lo molestara, que no era nada de importancia a lo
mejor, que él sabía que en la ciudad tenía pocos amigos y ningún familiar, pero
no sucedió así, ella lo miró directo a los ojos, su rostro adquirió una
seriedad desconocida hasta entonces por Javier y con una voz que no dejaba
dudas de su firmeza dijo:
-Ay Javier, es la segunda cosa que dices hoy con un tono y una mirada,
que me pones de nuevo la piel de gallina. Si no te conociera desde hace casi 4
años, pensaría que habla un hombre… ummm, ¿cómo digo?, "enamorado" y
se echó a reír, eso molestó a Javier, que tratando de disimular su ofensa, hizo
una risa que más que risa era una mueca.
-¿Recuerdas la primera vez que vinimos a este lugar?, preguntó ella
mientras miraba el paisaje por aquellos ventanales enormes y limpios.
-Buscabas tus famosos ovnis- inquirió él. Se te ocurrió que la altura de
este local y la vista serían cómplices a tus deseos.
-Sabes Javi, no tengo otro amigo que me dé cuerda con este tema, bueno,
la verdad tú me acompañas en muchas cosas más. Somos como aquella pareja de la
serie famosa, ummm, Rachel y Ross, ¿recuerdas?, vivieron en un tira y encogen,
tuvieron una hija y al final de la serie, 10 años después quedaron juntos.
Javier la miró frunciendo su seño, él no iba a esperar 10 años, en
Londres podría olvidarlo en un mes, ella, siempre viviendo nuevas emociones,
ella, siempre cambiando de pasatiempos, siempre innovando, era fiel a pocas
cosas, las que le resultaban solo muy apasionantes y que se movieran, lo
estático y gris la hacían aburrirse.
-Javier, me miras de una forma, que en serio, me estás asustando. Como
si te hubiera dicho una ofensa.
¿Sabes qué quiero?, no hablar más de esto por hoy. Mira, parece que sí
lloverá, de nuevo gotea y se está oscureciendo, ¿nos quedamos más rato, hasta
que las luces de las mansiones y casitas nos regalen una linda vista nocturna?.
-Como tú quieras-, aceptó él. Eso confirmaba que su cita de las 7 estaba
cancelada del todo, algo inventaría para disculparse con Álvaro.
-Pero no has terminado tu café y aquel pastelito apenas lo probaste.
Con voz triste, mirando sin mirar ese paisaje que ella describía, solo
atinó a decir: "se me ha quitado el apetito".
-Ah-, interrumpió ella, ¿crees que deba llamar a mi familia mañana y
contarles de la decisión trascendental que estoy analizando tomar, o me espero
cuando haya decidido qué hacer?
Alberto estaba preocupado, Javier no respondía y era urgente
localizarlo.
Hizo algunas llamadas indagando, pero nada ¿Dónde estará? -Ah ya sé,
Elena me puede ayudar.
Javier meditó un momento y dijo: “Mira Elena, espera un poco, tus padres
se preocuparían sin necesidad, madura la respuesta y cuando estés segura
coméntaselos”.
Quería ganar tiempo, había germinado en él la idea de buscarlos sin que
Elena se enterara y convencerlos de no estimularla para que aceptara.
-Puede que sea lo mejor- dijo Elena no muy convencida aunque… el sonido
de un teléfono la interrumpió, pensó que esa melodía era muy ruidosa y se
prometió cambiarla.
Extrajo el celular del bolso y contestó.
Le desagrada mucho contestar llamadas de números privados, lo hizo más
por callar el sonido que otra cosa.
-Aló.
-¿Elena?, soy Álvaro, el amigo de Javier, de casualidad está contigo
ahora?, el sarcasmo del joven hizo que la respuesta de Elena estuviera
salpicada también del mismo.
-Vieras que sí, de casualidad hoy está conmigo.
Al pasarle el teléfono a Javier, este hizo una mueca que advertía no
querer hablar, ella le insistió, el interlocutor escuchaba.
-Hola Álvaro.
-Javier, tengo como media hora de estar localizándote, ¿tienes algún
problema con tu teléfono?
Javier no contestó.
-¿Siempre estamos para las siete, en tu apartamento?, en serio me urge
mucho tu ayuda.
Javier miró el reloj, dictaba las 5:50 p.m. la miró a ella, tenía esa
sonrisa suya tan llena de tranquilidad, como si no supiera que le había soltado
una bomba encima con aquella noticia dada, sin embargo fiel a su
responsabilidad que le caracterizaba, quedó con el muchacho como habían
acordado.
-Sí, Álvaro, quizá me atrase unos 15 minutos, salí de la ciudad, pero me
dispongo a regresar.
Mientras Elena regresaba el celular a su bolso, le preguntó
-¿Eso significa que nos vamos ya?
Lo siento, tengo un compromiso con este chico y lo había olvidado.
-Descuida, vendremos otro día.
-"Otro día" repitió él en su mente, antes de estos 15 que
estaría latiendo su suplicio u otro día de los tantos por vivir juntos si no se
iba......
Había pasado dos días, dos días sin dormir con tranquilidad, dos días de
pensar y repensar si llamaba a los padres de Elena o no, sería una especie de
chantaje, manipulación, por otro lado, ¿qué le ofrecía él a ella más atractivo
que semejante oferta no solo de trabajo sino de vida?, otra vida y en esa
ciudad, ¿por qué no le ofrecieron una oficina de América del Sur que no le
llamaría tanto la atención?, pero Londres, Europa, ¿cómo competiría él contra
tentadora opción?, ¿y si ella no la amaba como él la estaba amando ya?, ¿y si
en ella solo estaba esa gran amistad, profunda, plena, llana, sin
complicaciones y tanta compenetración que había en ellos....
-Elena.
-Elena, es la segunda vez que te llamo, estás muy distraída desde ayer,
¿qué ha pasado nuevo?
Marcia no era la compañera más apropiada para contarle lo que le estaba
sucediendo, correría con el chisme por toda la revista, se levantarían
envidias, rumores, y a la directiva no le gustaría eso, además Elena no era de
contar sus decisiones personales mucho menos laborales en el comedor de su
trabajo.
No le dio importancia a la presencia de Marcia, y se puso a pensar en
Javier, hacía dos días no sabía nada de él, ella pensaba que Javier ahora más
que antes estaría pegado a ella como mancha de banano, cómo hubiera deseado que
en aquel especial café, él le hubiera rogado que no se fuera.
Sus cavilaciones fueron interrumpidas por
-Elena- dijo Marcia resignada, ya sé que no quieres hablarme, pero a lo
mejor te interese saber que corre un rumor por aquí.
Marcia esperó la reacción de Elena, pero ésta levantó los hombros y
siguió rumiando sus pensamientos.
Dicen que
Elena abandonó el comedor con la sonrisa más fingida que encontró
mientras le decía a su compañera: Yo creo que lo mejor es que esperes al
presidente de
Javier tomó un mapa, marcó dos puntos Londres aquí, yo en este otro
punto.
Eran muchos kilómetros, muchas incertidumbres, muchas tentaciones y
pretendientes.
Había que hacer algo, Llamar a la familia, la idea se fue diluyendo en
el torrente de posibilidades que manejaba desde hacía 48 horas que
dedicaba tiempo completo a resolver ese nudo gordiano.
Es mi problema pensó, no necesito involucrar a terceros que luego si
ella fuera mi mujer, me lo recordarían siempre.
Yo creo que es hora de poner todas las cartas en la mesa, no me guardaré
ni un as bajo la manga.
El timbre de la puerta lo asustó.
No era el momento de recibir visitas, no estaba de ánimo para atender a
nadie.
Pensó en abrir y deshacerse de quienquiera que estuviera tras esa
puerta.
-Un momento-, dijo con voz cansada, -Elena ¿tú aquí?
-¿No te gusta la sorpresa?- dijo
ella con esa coquetería suya.
-No podía seguir en la casa,
tampoco quería salir a otro lugar, así que me puse estos jeans y me vine, con la
esperanza de que estuvieras y además de estar, que no tuvieras compañía.
-No hagas bromas, ya te dije que
hace meses no salgo con nadie, ¿qué quieres tomar?
-¿Acaso no sabes qué quiero
tomar?
-Sí, desde luego, la pregunta es
necia.
Mientras servía las bebidas
observaba su cabello: suelto, olor a almendras, esos simples jeans que la
hacían.... bueno, ella con toda prenda se veía atractiva, daban ganas de
abrazarla, de besarla con solo verla, casi cuatro años y nunca un beso, bueno
aquel puesto en los labios después de la salida del cine no contaba, fue más
una despedida apresurada que otra cosa.
-Elena, sabes que no necesitas
invitación para estar aquí, siempre eres bienvenida, pero ¿hay alguna razón en especial
por tu visita sin aviso?, yo en estas fachas.
-“Fachas”, repitió en sus
adentros Elena, a sus ojos solo veía un amigo verdadero, confidente, un apoyo,
respetuoso, y muy atractivo, hacía un año que lo estaba viendo de esa
manera.....
-Sucede que hoy en el trabajo me
dieron un chisme, ya se levantaron rumores de que ascenderán a una persona,
creo que ya están sospechando de mí, y temo que llegue a oídos de mis padres
antes de que yo les cuente, por lo tanto deseo viajar a su casa el sábado, vine
a invitarte
-Pudiste llamarme por teléfono-,
dijo Javier, un poco decepcionado de que esa fuera la razón de su visita.
-Pues si quieres me voy y te
llamó-, contestó ella manifestando su desagrado por esa descortesía suya.
-Ambos se quedaron en silencio,
cada uno terminó su trago
Javier se levantó a servir otro.
-¿Estarás ocupado, tienes algún
plan o estás de acuerdo en acompañarme? Siempre has disfrutado ir, si hasta te
ven y tratan como de la familia.
-Elena, no veo cómo los rumores
puedan llegar a tus padres que viven lejos y ajenos a lo que sucede en tu
oficina, creo que exageras; ella bebió más de prisa este segundo trago.
-Quizá, a lo mejor es una excusa,
pero ¿lo que me dices significa que no deseas acompañarme?, no tienes
obligación, lo sabes.
-No he dicho eso, no empieces a
ver cosas donde no hay.
-Javi, ¿por qué no estabas
escuchando música?, hay mucho silencio aquí.
-Necesitaba pensar sobre algunas
cosas, necesito calma, serenidad, silencio, en eso estaba cuando…
Ella lo interrumpió efusiva, -¡Ya
sé!, cuando aparecí sin avisar, con razón me volviste a ver muy “feo”.
-"Feo", qué exagerada
eres, yo nunca te he visto “feo”, y mucho menos ahora.
-¿”Ahora”?, sus miradas se
encontraron para este momento en que la pregunta de Elena era más un deseo de
adivinación, como buscando en la mirada de Javier la respuesta que ella justo
sospechaba y deseaba escuchar.
-Ahora sí, porque una chica tan linda, des estresada e inteligente que
llegue hasta un hombre solitario y necesitado de amor como yo, puede ubicar el
paraíso en tiempo y lugar como pocos mortales tienen el privilegio de hacerlo.
Ella soltó una sonora carcajada, luego lo besó en la frente, llenó de
nuevo los vasos , llevó el suyo a los labios de Javier mientras él adquiría un
rubor que nunca olvidaría.
-Pocas veces había estado Elena en el apartamento de Javier. Estaba en
el segundo piso de un aparta hoteles, era muy amplio, más amplio que el suyo,
se pensaba siempre, pocos adornos lo poblaban, dos cuadros en la sala, algunas
plantas sin flores en la ventana, cortinas sobrias, muebles sobrios, todo de
buen gusto, pero muy monocromático, muy "serio" como decía ella, un
dormitorio muy espacioso, y tecnología de punta en todo lo eléctrico de ese
lugar.
-A este lugar le falta algo, Javi, no sé como qué.
“Tú y todas tus cosas”, pensó él, imaginándola compartiendo su vida, no
pensaba en un matrimonio, eran muy jóvenes y libres de espíritu para ese
compromiso que era solo un papel, según pensaban ambos, pero una vida
compartida sí le llamaba la atención.
-Ummm, quizá plantas que no sean tan verdes, quizá algo de color en
ellas, ya sé como un toque femenino.
-Y al tuyo ¿qué le podemos hacer? un toque masculino, entonces.
Ambos sonrieron, cada apartamento tenía la cantidad de objetos, formas y
colores propios de la personalidad de cada uno.
-¿Piensas regresar en taxi, Elena?
-¿Deseas que me vaya ya?
-No, no es eso, solo estoy pensando en qué regresarás.
-Ya veré, no tengo ganas de irme aun, si no es muy tarde llamo un taxi,
tu portero me puede llamar uno, sino, pues..
-Si no, ¿qué? preguntó él con chispas de luz en los ojos, si es muy
tarde ya ¿qué piensas hacer?
-Pensaba en dos cosas: pedirte que me lleves, pero sería muy tarde para
que regreses solo, cansado, correrías peligro, o te resfriarías, jajaja; y la segunda
cosa pensada es…. que tal vez sacarías un colchón y me dabas posada.
-No tengo colchón extra, dijo mientras subía los pies cómodamente y
despreocupado al otro sofá, con una seguridad de que esa noche el carro no
saldría de la cochera.
Entonces tendré que pedirte algo que un caballero como tu sería incapaz
de negarme…
-Hecho Elena, pide que ya está concedido.
-¿Seguro? preguntó ella con una sonrisa pícara.
-Que caiga muerto en este instante si no; afirmó Javier disfrutando el
momento.
Alberto salió de la biblioteca convencido de tener que acudir una vez
más a los conocimientos de Javier si quería concluir sus estudios de derecho y
graduarse como se lo había prometido así mismo.
Pulsó el botón del ascensor y esperó un momento.
Ya en el primer piso, vio una figura femenina conocida, apuró el paso
para alcanzarla, pero ella caminaba muy rápido.
-Elena, ¡Elena!, gritó, pero la chica continuó su marcha.
Se apresuró a darle alcance antes de que saliera del edificio para
comprobar que se había equivocado.
Cómo hay gentes en el mundo que se parece tanto, se dijo y se enrumbó
hacia el parqueo.
Es que… voy a decirte la verdad
de mi visita sin anunciar, llevo dos noches sin dormir tranquila, creo que es
por ese asunto de Londres.
Por dentro él deseo que no le
tocara ese tema que lo laceraba cruelmente, -ajá- dijo, animándola a
continuar.
Y entonces vine hasta aquí a
pedirte, casi rogarte, que me acompañes a dormir a mi casa, que vengas a mi
casa a dormir conmigo, bueno, acompañarme a dormir, como buen amigo que eres,
como buen caballero que eres.
Estaba inquieta esta noche, de
nuevo, y solo pensé en venirme para tu casa y convencerte, porque si te llamaba
por teléfono corría el riesgo de que te negaras, en cambio teniéndome aquí,
pues era mi seguridad de que me regresabas a casa.
Javier la miró de forma extraña,
no se sabía si con molestia o sin entender y le dijo, en tono seco.
-¿Por qué iba a rechazar ayudarte
si me llamabas por teléfono?, entiendo tu punto, otras veces he ido a
acompañarte a tu casa, cuando te lesionaste la pierna, cuando has estado
enferma, aquellas ocasiones en que estuvieron robando en tu edificio.
Tienes razón, no lo veas así,
quizá no me expliqué bien, solo seguí mi impulso y aparecí en tu puerta, por fa
Javi, mañana tenemos feriado, ambos no trabajamos, así que haz una maleta
pequeña, con ropa de dormir, y una mudada para mañana y me acompañas.
-Bueno, pero ya que estás aquí-
advirtió él con tono que parecía tranquilo, aunque en realidad escondía una
alteración- mejor duermes en mi casa, y mañana te regreso a tu casa después de
desayunar, es tarde para conducir Elena.
-Javi, sucede que no dejé bien
asegurado el apartamento, además no traigo ropa de dormir, y no me ofrezcas
ropa tuya, que de seguro me queda nadando.
-Él la miró con cariño, bajita,
poco peso, daban ganas de apapachar cada vez que la veía.
-También estaba pensando en otra
cosa, en eso de que estarías cansado para manejar, te propongo que llamemos un
taxi, así te ahorras sacar el auto y conducir, alguien lo hará por ti y mañana
te regresas de igual manera, yo pago las tarifas.
Javier endureció su rostro y
antes de decir una palabra ella las dijo por él.
-Lo sé, lo sé, disculpa, jamás
permitirías que yo pagara la cuenta de eso ni de nada, ya, disculpa y le movió
algunos mechones de su cabello ondulado, en un cariñoso gesto mientras de la
mano lo conducía a su habitación, para que preparara la maleta.
-Dijiste que harías lo que
yo pidiera.
-Pero nunca pensé que pedirías
eso.
-¿Ah no?, y ¿qué pensabas
entonces que te iba a pedir?
El timbre de la puerta los hizo
mirar hacia ella con preguntas en los ojos.
Ella sintió de pronto el temor de
que fuera alguna amiga de Javier que también llegaba de sorpresa.
Él no pensó ni por asomo en
ninguna otra mujer, pero molesto se dirigió de nuevo al segundo timbrazo.
-¿Esperabas a alguien más?
-No, y si el portero permitió la
entrada debe ser alguien conocido.
-Sí, como me la permitió a mí,
sin anunciarme desde abajo.
-Buenas noches Javier.
Alberto había llegado.
Marcia vertió el contenido
de la bolsa en el sofá.
-Aquí tengo que
encontrar algo interesante, dicen que la basura guarda muchos secretos.
-Ummm ¡qué caro ese perfume que
usa! Voy a guardar esta factura por si algún día me lo puedo comprar, huele tan
rico… ¿qué es esto? Entonces fue ella quien pagó la serenata sorpresa a doña
Silvia, qué felicidad le brindó a la señora, tanto que trabaja, con tantos
hijos, limpiando oficinas, lavando ajeno
y hasta ese día tuvo su soñada serenata. Todos pensábamos
que era una cortesía de don Cristofer, al fin y al cabo
es el jefe mayor, pero no, al César lo que es del César, esta Elena es una
buena persona. Estos están en inglés, que más que más… sí, creo que esto es lo
que andaba buscando, claro y tan guardadito que se lo tenía.
“Para hoy: buscar en la web el
clima de Londres en esta época, revisar del armario qué prendas me sirven y
cuales debo comprar, consultar los precios de arrendamientos Londres, comprar
algunos euros.
-¡Lo sabía!, afirmó Marcia satisfecha de comprobar su sospecha-, es a
Elena a quien le propusieron el puesto en Londres. Conociéndola no lo va a
compartir con nadie.
Pero, ¿habrá aceptado? esta lista de cosas marcadas con un check parecen
decir que de seguro va o solo estará averiguando… y si se va ¿a quién dejarán
en lugar suyo? y si no acepta ¿a quién más se lo ofrecerán?…. ¡uy, qué
curiosidad tengo!
Javier se dirigió a Alberto con visible molestia.
-Ah, hola Alberto pasa adelante.
Alberto ingresó y se dio cuenta de inmediato de que Javier estaba
acompañado, quiso devolverse,
pero al fondo Elena ya lo saludaba.
Javier le ofreció una gaseosa y hablaron de trivialidades.
Alberto se disculpó e intentó retirarse de nuevo.
-Lamento ser tan inoportuno, pensé que estabas solo y quería
molestarte con un trabajo de la universidad que tengo que entregar el
lunes, pero mañana o pasado mañana vengo si no te molesta.
Javier esbozó una sonrisa mientras pensaba que sí había causado
molestias.
-No te preocupes Alberto, solo que este fin de semana estaremos fuera de
la ciudad.
Alberto palideció, necesitaba con urgencia el apoyo de Javier, pero
Elena interrumpió.
-A lo mejor si te apuras a preparar la maleta, Alberto nos lleve a casa
y como tengo muchas cosas que hacer y no quiero estar sola, podrían ver ese
asunto que tiene tan preocupado a Alberto.
Un rato más tarde Elena y sus amigos, entraban a su departamento.
Era el apartamento de Elena un verdadero refugio zen, todo su interior
estaba armoniosamente decorado bajo esa influencia oriental, sin restar toques
muy femeninos con encajes y lámparas que contrastaban y armonizaban con el zen.
Plantas, rocas, velas, bambúes de varios tamaños, gravillas, musgo, todo
sobrio, abstracto, relajante y maravillosamente tranquilo.
Los jóvenes se sentaron en una pequeña salita-biblioteca muy poco iluminada,
Elena tomó rumbo a la habitación, Javier había dejado su maleta en la entrada,
cerca de un sofá.
Alberto con disimulo esperó ver qué sucedía con la maleta, si Elena la
introducía a su habitación o permanecería ahí, hasta donde él conocía en ese apartamento
solo había un dormitorio.
Pero nadie movió la maleta.
Elena salió unos minutos después trayendo unas almohadas y sábanas, las
colocó con orden en el sofá, con ceño de decepción Alberto asumió que Javier
dormiría ahí.
Parece que debo buscar una pijama para despistar a Alberto, el que
espero se retire muy pronto, pensaba Elena mientras cambiaba su atuendo por una
holgada pijama azul de estrellas lilas.
Se mantuvo cerca de la cocina, entraba y salía de la habitación, siempre
llevando cosas hacia una maleta rosada de flores grises y moradas que tenía
sobre su cama.
Javier trataba de escuchar las preguntas que con impaciencia le hacía
Alberto, pero en realidad nunca perdió de vista lo que Elena hacía, de donde se
encontraba podía observar que ella guardaba cosas, no podía ver con detalle
qué, pero las guardaba en su maleta, él se la conocía bien.
“¿Será que prepara cosas para el viaje de fin de semana donde sus
padres?”, se decía.
“Faltan dos días, ¿será que ya está guardando cosas para llevarse a Londres?”
no, esa maleta no era la de salidas de aeropuertos, eso lo tranquilizó.
Pero…. temió de pronto… ¿y si guarda cosas para regalarle a alguna amiga
pertenencias que no se llevará?
-¿Está bien de esta manera?, preguntó Alberto interrumpiendo sus pensamientos.
-Sí, vas muy bien, es de esa manera, creo que ya lo tienes, vas
por buen camino; en realidad el trabajo sí estaba bien hecho, pero el
comentario positivo de Javier era una súplica para que se fuera y lo dejara al
fin solo con Elena.
Ambos muchachos permanecieron cerca de 40 minutos resolviendo los
asuntos de Alberto, 10 minutos antes Elena había anunciado que se iría a
dormir, después de recordarle a Javier que estaba en su casa y que sus cosas de
dormir quedaban sobre el sofá naranja que hacía juego con los colores de las
paredes de la sala, les dio las buenas noches a ambos y se retiró.
Marcia esbozó una sonrisa de satisfacción, ahora podría dormir
tranquila.
Recogió la basura en la misma bolsa y la colocó
en el sofá.
“Espero que pasado mañana no olvide llevármela, debo dejarla en la
papelera de Elena para que doña Silvia no se extrañe al ver el
cesto suyo hasta sin bolsa”.
“Doña Silvia, ummm… sería importante conversar con ella ¿Cuántas cosas
no escuchará por ahí?… ya se me ocurrirá cómo hacer para que me cuente”.
Se dirigió al baño, abrió el grifo, se lavó las manos, se las secó,
salió un momento, se despojó de los zapatos y se calzó unas zapatillas
muy confortables y regresó al baño.
Decidió darse una ducha, luego pasó llave a la puerta principal, apagó
las luces y se dispuso a dormir.
Las llaves del apartamento estaban pegadas a la cerradura, después de
que Alberto saliera, Javier reforzó la puerta principal y revisó los cerrojos
de las ventanas que mostraban lindas y cuidadas macetas pequeñas de geranios y
violetas, corrió las cortinas y dudó qué hacer.
Habían pasado veinte minutos desde que ella se despidió para irse a
dormir, ¿estaría dormida ya? ¿seguiría con aquella pijama o le esperaría con
una ropa más sugestiva?
“¿Esperarme?”, se preguntó a sí mismo, ¿por qué me iba a esperar?, movió
la cabeza para apartar el pensamiento.
Recogió su maleta para dirigirse al baño y cambiarse de ropa, lavar los
dientes y disponerse a dormir, en ese sofá, que aunque muy cómodo, no era lo
que tenía en mente.
Abrió la puerta del baño y de pronto escuchó el agua de la ducha correr.
Cerró la puerta de nuevo, aliviado porque ella no se enteró de su
atrevimiento, “no lo hice a propósito, pero sería muy mal visto”, pensó.
Alberto viajaba en el automóvil y en sus labios había una sonrisa
maliciosa.
“¿Qué se traerán estos dos? me gustaría que estuvieran juntos porque
además de inteligentes, son muy buenas personas y ella es hermosa
sin duda; ¿de verdad estarían ella en su cama y él en el sofá? ummm tonto sería
si es así, una mujer tan linda como Elena, no puede ser que
un hombre no sea lo suficientemente perceptivo para ver que quiere
tenerlo como algo más que amigo y Javier es evidente que la quiere”.
“Qué inoportuno fui esta noche, bueno aún restan muchas horas para el
amanecer, ¿estarán en su habitación o por el contrario mi amigo Javier estará
lavando los vasos para congraciarse con ella?” Y no pudo retener una
carcajada.
Regresó al sofá y buscó en su maleta, “por hacer la maleta de prisa no
traje paño, supongo que debo darme una ducha también”…. se iluminó su rostro
Se sentó, él era un caballeo, siempre lo había sido con más cuidado
tratándola a ella, por esa misma razón estaba de invitado en su casa a acompañarla,
ella confiaba en él. “No, me quedaré aquí y haré mi cama-sofá, si ella me
invita o me insinúa no perderé la oportunidad, pero ante todo seré un
caballero”.
Elena cerró la llave de la tubería, dentro pensaba en lo que podría
estar haciendo Javier, ella no lo iba a abordar, de ninguna manera, pero
cómo deseaba estar entre sus brazos…. No, terminó de secar su cuerpo, su cara
tomó un aspecto de haber recibido una noticia importante, solo cubrió su
cuerpo a medias y de un saltó abrió la puerta.
-Javier.
-Elena, yo…
Sus ojos recorrieron su cuerpo mojado, podría haber contado cada gota en
esos pequeños segundos que la observó con detenimiento.
Otras veces fueron a la playa, a piscinas, pero nunca antes la vio
de esa manera, su cuerpo tomaba otro color, le producía otra sensación, qué
intensidad de segundos, qué intensidad de momento.
Javier solo se acercó a su cuerpo.
No hubo necesidad de palabras, encontradas sus miradas, suaves y firmes,
declaraban lo que las palabras no decían. Él se quitó su camiseta con rapidez
cuidada, ningún movimiento violento, solo aprisa, ella observó su pecho, su
tórax, que agitado por su respiración se expandía y comprimía provocándole más
excitación, aun sosteniendo el paño sobre su cuerpo, Elena retrocedió hacia la
ducha nuevamente.
Pero Javier no acogió su súplica; aprisionándola contra la pared ,
teniéndola de frente, agitadas ambas respiraciones, él presionó su cuerpo
pequeño contra el suyo, sin encontrar resistencia en Elena, agitados besos
cortos acompañados de movimientos pélvicos adelantaron una entrega llena de
amor, llena de erotismo, con movimiento rudo él la penetró, provocando en ella
gemidos que –naturales- salían sin reserva, sus pechos cayeron en sus manos,
mientras seguía penetrada con fuerza, flexionando Elena su pierna izquierda
permitía que Javier la deleitara con movimientos exquisitos que acompañados de
un concierto de gemidos, ahora de ambos, provocaron la total excitación y
clímax. Ahora se pertenecían.
La mañana los encontró desnudos, plenos, exhaustos.
Elena despertó y supo que no podrían viajar tan temprano como
había planeado, pero no le importó.
Sus blancos dientes mordieron suavemente una oreja de Javier que sin
abrir los ojos, buscó el tibio refugio de su sexo.
A media mañana, un auto se desplazaba por la avenida 20 rumbo al pueblo
donde Elena vivió hasta hacía pocos años.
Durante el viaje, ambos pusieron los puntos sobre las íes, era obvio que
lo sucedido no fue un arrebato nada más, otras veces habían compartido una
noche simplemente durmiendo, cuidándose o por compañía uno del otro, pero esta
ocasión fue diferente, ambos se sinceraron y el camino que los alejaba de la
ciudad fue escenario agradable para declararse su amor .
-Javi.
-Dime.
-Sabes que esto cambia muchas cosas…
-¿A qué te refieres?
-Sabes de mi propuesta de trabajo.
Él miró el horizonte y subió su mano derecha al volante.
-No, deja tu mano aquí, conmigo, por favor conversemos sobre eso.
-Elena, debo decirte algo al respecto, acaso lo que acabamos…
Ella interrumpió sus palabras poniendo con dulzura su dedo índice sobre
su boca.
-No digas nada más, quitó su cinturón de seguridad y se recogió en su
brazo derecho, como una niña que busca mimos de un padre.
-¿Hablarás con tus padres?
-No mi vida, está decidido todo ya. Solo iremos a visitarlos, como de
costumbre.
Javier movió su brazo y la estrechó contra sí, besando su frente.
El auto viró a la derecha dejando la carretera principal para
sumergirse a un camino custodiado por majestuosos árboles custodios de
ganado vacuno que miraban pasar el tiempo con serena paciencia.
Los perros ladraban y algunos osaban perseguir motocicletas, camiones y
automóviles.
Al mediodía, Elena y Javier salvaban la distancia entre el auto
y la puerta del hogar de Elena.
-¡Llegó tía Elena!, gritó una voz femenina de unos seis años.
Dentro, la madre de la joven advirtió a su esposo. -Manuel, los
muchachos ya están aquí.
De la maleta Elena sacó varios artículos que repartió entre su sobrina y
sus padres, únicos acompañantes en ese momento, el resto de la familia desde
muy temprano había bajado al río a disfrutar del feriado.
-Mamá, estas latas son para que prepares aquel arroz con dulce delicioso
y estas especias son para arreglar carnes, aunque cocinas tan delicioso, que no
necesitas aditivos de ciudad, dijo Elena mientras la envolvía en un abrazo.
-¿Almorzaron ya?, preguntó don Manuel.
-No señor, respondió Javier mientras abría las ollas de la cocina
de doña Flora con tanta confianza y naturalidad como un hijo más de aquella
familia.
Además, era así como lo veían en ese hogar: un hijo más, un amigo muy
especial de Elena, siempre tan respetuoso con su niña, siempre buscando lo
mejor para ella, cuidándola tanto; se preguntaron más de una vez por qué razón
cada uno tenía su vida por aparte, se llevaban tan bien que serían un bonito
matrimonio, bueno, aun eran jóvenes, pero para darles más nietos ya era tiempo.
Doña Flora fue a buscar un mantel a cuadros reservado para las ocasiones
especiales y cubrió la mesa.
Buscó la bajilla “bonita” como decía don Manuel y los cubiertos de
“lujo”, un juego más pesado que los comunes, heredados de la abuela.
Mientras almorzaban, la madre notó un brillo diferente en los ojos de
Elena.
“Ummm, creo que hoy me contarán algo que yo ya imaginaba”, pensaba la
señora y hacía bromas a su marido quien no entendía el buen humor reinante,
pero participaba de buen grado.
A media tarde se incorporó el resto de la familia, no se dieron cuenta
en qué momento era casi de noche y tuvieron que despedirse porque Javier
prefería viajar temprano.
Elena se despidió de todos y cuando le tocó el turno a su madre, la
abrazó con efusividad, pero no dijo nada de lo que esperaba ella.
Ya en el auto, la señora hizo un comentario que no esperaban os jóvenes:
-qué raro, vieran que ayer recibí una llamada telefónica de una agencia de
viajes o algo así, me preguntaron por ti Elena y me dijeron que querían
confirmar la reservación para Londres.
La verdad es que la voz sonaba rara, como fingida, le pedí
el número y el nombre para que le devolvieras la llamada, pero se
interrumpió la comunicación.
-¿Quién sabe que sería?, agregó Elena aparentemente despreocupada
y se despidieron.
-¿Por qué vas tan callada?, preguntó Javier en tono suave.
-No deseo juzgar, indicó un poco molesta en su expresión, pero creo
saber quién llamó a mi casa de esa supuesta agencia.
Javi, yo no he hecho ninguna reservación.
-¿De quién sospechas?
-Creo que sabes quién podría ser, tanto como yo.
-Sí, la señorita Marcia Cascante. ¿Harás algo al respecto?
-No lo sé, no quiero pensar en eso ahora, dijo mientras tomaba su mano y
se acurrucaba en su hombro, aun estaban en carretera de campo, así que no debía
colocarse por ahora el cinturón de seguridad, aprovechando cada minuto para
sentirlo cerca.
Al llegar a la ciudad y ya cerca del apartamento de Elena, Javier le
dijo mientras besaba su mano: -te dejo en tu casa linda, no subo, estoy cansado
y debo ir a comprar unas cosas para la oficina mañana.
El jueves Marcia se presentó al trabajo algo más temprano que de costumbre.
Colocó la bolsa en la papelera de Elena y aprovechó la hora para
abordar a doña Silvia sin despertar suspicacias.
-Que bien cae un día libre entre semana, ¿no le parece?
-Sí, claro, dijo la señora, lo disfruté tanto con mi nievecita… Le conté
a mi hija la sorpresa que me dieron con la serenata y les mandó muchas
bendiciones.
-Muchas gracias, pero Elena las merece más que todos pues fue suya la
idea y el dinero, agregó Marcia lanzando el anzuelo para ver qué lograba.
-Que el Señor me la bendiga, es tan buena, por algo Dios la premia con
ese viaje al extranjero.
-¿Al extranjero? repitió Marcia con cara de sorpresa, pero satisfecha de
su astucia.
-No, no, balbuceó doña Silvia visiblemente ofuscada, -por favor no diga
que yo, bueno es que mientras servía el café en Junta Directiva algo
escuché, pero ay licenciada…
-No se preocupe doña Silvia, si viera la alegría que me ha dado, usted
sabe como queremos a Elena, no se preocupe, más bien un día de estos quiero
invitarla a que se tome un cafecito conmigo para que me cuente de su nietecita,
ya me imagino lo linda que está; dichosa con esta abuelita que tiene.
-Gracias licenciada, con permiso es que tengo que limpiar las oficinas
de don Cristofer y usted sabe lo delicado que es.
Elena salvó los 3 peldaños y saludó al oficial de seguridad antes
de flanquear la puerta principal.
-Buenos días licenciada, la veo preocupada, usted siempre tan linda debe
cambiar esa carita de seria.
Elena sonrió mientras respondía el saludo, pero no podía disimular la
molestia que la embargaba con Marcia.
Atravesó el pasillo y al doblar hacia la derecha, lanzó un puntapié a
una papelera que doña Silvia había colocado ahí para vaciarla en un recipiente
más grande.
-Ay perdón licenciada, qué pena, es que no la vi venir, qué vergüenza…
No doña Silvia, la culpa fue mía por caminar sin fijarme.
-Uy licenciada, viera que tengo una pena con usted…
-No, doña Silvia, le digo que eso no es nada ni siquiera se salió
la basura.
-No es por eso, dijo la señora y los ojos se le humedecieron.
Elena la abrazó, -¿Qué le pasa? vamos, tranquila cuénteme que la
angustia y juntas buscaremos una solución.
¿Se trata de su hija o de su nieta tal vez?
-No licenciada, y le contó lo sucedido con Marcia.
Doña Silvia, le agradezco mucho su fidelidad, pierda cuidado, sé que fue
sin querer que hizo el comentario, siga con su trabajo, estoy muy apurada hoy,
si no ha terminado con mi oficina venga en mi tiempo de almuerzo, porque ahora
debo trabajar sin interrupciones.
-Sí señorita, Dios me la bendiga mucho, con permiso.
El sonido de un mensaje de texto en su celular, la hizo recibirlo con
agrado, “Javier” decía la pantalla, un dulce deseo de buenos días con un
pensamiento personal la hizo sentirse amada y deseada, produciéndole una gran
satisfacción.
Javier introdujo el celular en el bolsillo y se dirigió al
teléfono de mesa.
-Buscó en la guía un número y lo marcó.
Giró algunas instrucciones, brindó una dirección agradeció y colocó el
aparato de nuevo.
Se sentía dichoso, el mundo le parecía más lindo que de costumbre.
Se sentó frente al ordenador y revisó el correo electrónico.
Elena entró a su oficina, Marcia la saludó como de costumbre y Elena
le respondió con desgano.
Dos horas más tarde, le anunciaron que un joven la buscaba en el
vestíbulo, traía un espléndido ramo de flores.
-¿Para mí?, más que una pregunta era una afirmación eufórica, firmó de
recibido y despachó al joven.
-Tulipanes!, ¡tulipanes!, repetía; no necesitaba ver la tarjetita, la retiró
apresurada y la metió en su bolsillo, las miradas de todos sus compañeros y
compañeras se levantaron y algunos rumores muy quedos se podían percibir.
Ella hizo un lugar especial entre sus cosas, de modo que el arreglo
floral quedara siempre a su vista. Las contempló una y otra vez e hizo una
llamada.
-Hola linda.
-Javier, ¡eres un sol!
-Ah sí, yo ¿por qué?, vaciló él.
-Ya llegaron tus flores Javi, ¡son hermosas!, pero Javi, yo sé lo
costosos que son los tulipanes, no debiste.
-¿Te han gustado? ¿lo prepararon como pedí? ¿está grande y surtido?
-¡Está hermoso mi amor!, está repleto, parece un jardín más que un ramo,
gracias, gracias y depositaba besos sobre la bocina.
-ummm, cuatro, cinco, los estoy contando para reclamarlos después.
ja ja ja, ambos rieron.
-Elena, interrumpió Susana, la secretaria de don Cristofer
-Javi dame un segundo.
-Hola Susana, ¿en qué puedo servirte?
-Don Cristofer la recibirá en 10 minutos, puede subir ahora mismo,
acompáñeme, la espero afuera.
-Muy bien, ya mismo voy.
-Javi, te hablo mas tarde, pedí una audiencia con el director.
-Apenas salgas me llamas linda.
Doña Flora y su esposo comentaban la visita de los
muchachos.
-Para mí que esos dos se entienden-, dijo don Manuel con una mirada
cómplice.
-Yo le pido tanto al Señor que me le depare un esposo que me la quiera,
que nunca me la maltrate, que duren toda la vida casados, porque ahora los
matrimonios duran solo la luna de miel- decía la madre, -¿de qué te ríes? peguntó con severidad a su
esposo que no podía esconder una sonrisa imprudente.
-Mejor no te digo porque me descomulgas.
-Y ya me imagino que nada bueno será, yo no sé donde aprendés tantas
cosas feas después de viejo.
-Ah no, un momento, tampoco así, el que lo dijo fue el padre Lizano en
una convivencia de jóvenes y los chicos lo cuentan con mucha gracia.
-Claro tenía que ser, a mí me gustan los padres mayores, estos
muchachillos son muy charlatanes ¿y qué dijo el padrecito ese?
-Les dijo que ahora los matrimonios duran lo que dura “dura”, y salió
fuera del alcance de la señora que lo perseguía con no muy buenas
intenciones.
-Marcia, venga acá, venga usted que está más cerca de la oficina de
Elena, cuéntenos, ¿quién le mandó flores?
-Ah, todavía no sé quién, pero sí creo saber por qué.
-¡Cómo es eso!, ¿está embarazada?
-Ay no, nada de eso, Marcia se acomodó en el escritorio, apartando unas
cosas para sentarse, me dicen si viene alguien para hacerme tirada.
-Sí, sí, yo le aviso, pero cuente rápido.
-Bueno, según los cabos que he atado, esas flores son de felicitación
por su ascenso y su nuevo trabajo.
-¿Qué dices? ¿Elena se va?
-¿Cómo asenso?
-¿Nuevo trabajo? ¿En otro lugar o aquí mismo?
-¡Cállense!, no hablen todas al mismo tiempo,
nuevo trabajo sí y en la misma empresa, pero no en el
país, a Elena la promovieron a Londres.
-¡¿A Londres!?
-Sí, y ¿qué tiene de extraño? continuó Marcia con aires de
grandeza.
Yo lo sospechaba hace días, pero un alto funcionario me lo confirmó en
la mañana.
-¿Y qué dice Elena? Le preguntaron con marcada curiosidad.
-Nada, ella no dice nada, se cree más que nosotras la vieran en la
mañana, la saludé y con mucho costo respondió.
-Ajá, es extraño, yo la veo tan buena…
-Sí, y es muy simpática, dijo otra.
-Eso es lo que aparenta, pero véanla que egoísta que es ¿a quién le dijo
del ascenso? Se lo tiene bien guardado para que no se le queme el pan en el
horno, ni a la madre se lo dijo para que vean cómo es la mosquita muerta.
-¿Y cómo sabes que la familia lo ignora?
-Eh, no, no lo sé, es un decir, cuando se dice que ni la madre sabe es
como decir que a nadie de nadie le ha contado.
-Ah, ya entendemos, un refrán.
-Pero sí se le subió a la cabeza todo, como cambian los puestos a
la gente.
-Yo insisto que no, tal vez hoy no anda de buenas, cosa rara en
ella, pero todos tenemos derecho a eso.
-¡Marcia, viene don Rodrigo!
-Me voy, hablamos luego.
-Pase adelante Elena, pase, siéntese.
-Gracias, buenos días don Cristofer,
-Susana, no me pase llamadas mientras está la licenciada aquí, de nadie,
y por favor cierre la puerta al salir.
-Sí señor, con permiso.
-¿Cómo está don cristofer?, gracias por recibirme.
-Bien Elena, todo muy bien, y dígame ¿qué se le ofrece?
Don Cristofer siempre la intimidó, era de esos caballeros de porte inglés
que ella siempre había admirado, consiguió en ese puesto a punta de puro
empuje, nada de favores, nada de dineros debajo de la mesa, apuro tesón era el
directivo y dueño en su totalidad de la compañía, esposo íntegro, nunca se
había levantado ni siquiera un rumor suyo y cuando pasaba por la oficina
haciendo supervisión un aura de mando, liderazgo y clase iba delante y detrás
de él como estela que perfumaba el ambiente.
Javier no podía concentrarse, sus pensamientos estaban en el despacho
del director de la compañía donde trabajaba Elena.
-¿Qué le irá a decir? ¿la convencerá? Si ella le pide tiempo para
pensarlo y me lo comenta, ¿qué debería aconsejarle?, porque una oportunidad
como ésta, en su carrera, es de las pocas que ofrece la vida.
¿Estaré siendo egoísta con ella?
Se puso de pie, caminaba de un lado al otro, pasaba y re pasaba las
probables palabras que se estarían intercambiando en ese despacho.
Decidió tomarse el tercer café de la mañana, dirigió sus pasos a la
puerta cuando el timbre del celular lo detuvo, vio el número y con voz
entrecortada respondió.
-Hola guapa.
-Hola Javi, ¿puedes hablar?
-Claro, claro, estoy esperando tu llamada, ¿qué sucedió?
-Javi, es que estuve con don Cristofer.
-Sí, sí, cuéntame.
-Y estuve diciéndole que … pues Javi yo le agradecí la oportunidad, pero
la rechacé con argumentos fuertes para mí…
Javier no sabía si preguntar cuales eran, solo intuía que se
relacionaban directamente a él y a ellos, en un sentido más amplio.
-Y… ¿qué te dijo?
-Me escuchó con tanta atención, tú sabes la clase que él tiene.
-Ajá, del otro lado un asomo de celos hizo que Javier hiciera una broma,
ese señor era muy admirado por Elena, y no le gustaba escuchar todas las cosas
buenas que tenía.
-Pues, cuando terminé de hablar me dijo, así en resumen Javi, que me
estaba apresurando mucho, que me habían dado 15 días de tiempo y no llevaba ni
una semana, que a nadie mejor capacitado tenían en mente y que esta oportunidad
me la merecía, que pensara más las cosas y en 15 días, como habíamos acordado, hablara
a la junta.
Elena guardó el celular y salió del baño, no quería que la
escucharan referirse al tema y Javier no podía esperar a que saliera del
trabajo para contarle.
Cerró la puerta y se dirigió a la oficina.
Segundos más tarde, otra figura femenina salía del
baño, pero caminó en sentido contrario a Elena para que no se diera
cuenta de que la habían escuchado.
Marcia se quedó unos minutos en el comedor y de pronto, sus
ojos se iluminaron, se puso de pie y se dirigió al despacho del
director.
Le solicitó a Susana una entrevista y para su sorpresa, el
director que en ese momento abría la puerta, le pidió que pasara.
-Don Cristofer quería decirle que lamento el rechazo
que Elena hizo del importante cargo que le ofrecieron. Me lo acaba de
contar en el baño.
Ella es una mujer muy capaz, pero a lo mejor no quiere que su novio
se quede aquí solo.
-¿Novio?- Inquirió el director.
-Sí, es un joven inteligente que trabaja en la
universidad como profesor de Español para los
anglohablantes y corrector de tesis de grado, pero así en confianza,
ellos dicen que son amigos porque prefieren evitar las
murmuraciones.
-Entiendo, pero ¿supongo que no vino a contarme esas cosas?.
-No señor, disculpe me dejé llevar por la emoción que me
causa saber que hay personas que anteponen el amor a la superación
personal. Mi visita a lo mejor apresurada, es para decirle que en mí
pueden encontrar a una fiel trabajadora, que si ustedes me honraran
con ese cargo pueden estar seguros de que me entregaré en alma, vida y
corazón para poner en alto, esta casa a la cual pertenezco
desde hace varios años y que defendería por encima de cualquier cosa.
-Lo tomaremos muy en cuenta- dijo el director.
-Pronto recibirá una nota nuestra con el acuerdo que tomemos
al respecto.
Marcia se retiró con la certeza de ser la nueva ejecutiva en
Inglaterra.
Ese sábado en la mañana, Elena despertó antes que de costumbre y observó
con detenimiento. Javier desnudo le producía una vista muy placentera, pero
ella tenía una mirada de amor, no de morbosidad. Observó su maletín, su abrigo
en el respaldar del sofá dentro del cuarto, observó sus zapatillas cafés, de
marca española, pensó en el desayuno
para dos que debería preparar y ahí, sentada con las piernas flexionadas en su
enorme cama de finas sábanas, pensó que las cosas de Javier debían tener un
lugar especial en su apartamento; no quería que él llevara y trajera la maleta
siempre, quería colgar su abrigo en “su lugar”, quería que sus zapatos
estuvieran en “su lugar”, quería hacerle un espacio a todas sus pertenencias
ahí en su apartamento, así como el espacio que él ya ocupa en su corazón y
vida.
Se cubrió con su bata estilo geisha y al abrir la puerta del dormitorio,
lo primero que observó en la mesa del comedor fueron los tulipanes, sonriendo
se dirigió a ponerles más agua.
Regaba las flores para darles esa sensación de frescura que tenía
su corazón.
Las cosas se habían presentado en forma tan vertiginosa, la propuesta de
ascenso y traslado a Londres, la declaración de Javier… fueron días muy
intensos, de nada se arrepentía, sabía que ese trabajo era su sueño, pero
Javier su realidad, si no podía soñar sin perder la realidad de su vida,
entonces se quedaría trabajando en la ciudad, su país y cerca de los
suyos.
El miércoles se terminaría todo, diría que no y seguiría su vida ahora
compartida.
Recordó a Marcia, esa cara de satisfacción, esa amabilidad repentina
¿Qué se traería entre manos? Movió la cabeza con energía como para alejar
los pensamientos negativos.
El miércoles a las 10 en punto, se hallaba sentada en el despacho
del director.
Susana la había acompañado pidiéndole que por favor esperara un momento.
La notó muy cálida, era una chica simpática, pero esta vez tenía esa
sonrisa cómplice de las buenas personas.
Don Cristofer ingresó con dos sobres amarillos en la mano.
La saludó y pulsó el intercomunicador.
-Susana, por favor no me pase llamadas, solo espero una visita muy
importante, en cuanto llegue que pase por favor.
-¿Y qué ha pensado de nuestra propuesta? preguntó el director con
amabilidad.
Elena balbuceó algunas palabras ininteligibles, luego se aclaró la
garganta y conforme agradecía todo lo que la empresa le había concedido,
el voto de confianza y su gratitud, la voz cobraba mayor seguridad.
-Entonces, don Cristofer, he llegado a la conclusión… El timbre
del intercomunicador sonó y guardó silencio mientras el director lo atendía.
Era Susana anunciándole que había llegado el visitante.
Dos golpecitos a la puerta y la orden para que pasaran, hizo que Elena
volviera a ver hacia atrás para encontrarse con los ojos de Javier.
En la oficina de Elena, Marcia acariciaba un sobre lacrado.
Llamó a sus compañeras quienes acudieron muy rápido a su llamado.
-Les tengo una gran noticia.
-¿De Elena?- Inquirieron.
-No, ella ya no importa, es una gran noticia para mí.
-¿Tiene que ver con ese sobre?
-Así es, me muero de ganas por
abrirlo, pero quería que todas lo escucharan.
Marcia lo abrió con parsimonia y leyó:
-Tarará, tarará, tarará… aquí: “Estimada señora:
Luego de un profuso estudio de su carrera en nuestra empresa y valorando
en forma respetuosa las recomendaciones de nuestro director….Marcia sonreía,
los ojos le brillaban de alegría, levantó los hombros, respiró profundo para
leer el párrafo siguiente. Le comunicamos nuestra mayor gratitud por los años
prestados a la compañía y la decisión unánime de prescindir de sus
servicios a partir de hoy. No omitimos expresarle que se respetarán todos los
extremos legales de su contrato y le rogamos que en caso de tener alguna duda
en cuanto a la forma de hacer efectiva su salida, se dirija al departamento de
Recursos Humanos”.
La sorpresa de Elena no era para menos, una lluvia de sentimientos la
mojó sin misericordia: confusión, duda, ansiedad, susto. En unos segundos
pasaron por su cabeza mil ideas de por qué Javier estaba ahí, ¿Por qué no le
dijo que iba?, ¿Cuánto conocía a don Cristofer?, ¿Qué estaban tramando?
-Siéntese joven.
-Gracias don Cristofer, un placer conocerlo en persona- dijo Javier
mientras estrechaba con firmeza y seguridad la mano del directivo.
Elena permanecía como una estatua: pálida y sin hablar.
-Elena, comprendo muy bien su asombro, pero relájese, quédese tranquila,
que esta será una conversación muy agradable para todos.
Elena miró a Javier con todas sus preguntas en los ojos, buscando
respuestas inmediatas, las quería ya, sus ojos eran suplicantes.
-Elena, la presencia de Javier el día de hoy lo tomó de sorpresa tanto
como a usted, apenas ante noche terminé de contactarlo por teléfono,
explicándole a grandes rasgos la intención por la que le pedía viniera hoy y
pidiéndole el favor de no comentarle nada a usted, que supongo habrá sido un
gran sacrificio.
Elena cambió de pronto su rostro volviéndolo más suave y perdonando a
Javier de inmediato con esa simple explicación.
-Se ha presentado una situación nueva- continuó el director- con la
propuesta de trabajo en Londres, Elena. En junta directiva hemos acordado,
después de una reunión extraordinaria, mantener la propuesta para usted y
hacerle otra más.
Ninguno de los dos jóvenes se atrevía a interrumpir.
-Conocimos, Elena, que una de las razones personales que tuvo para
rechazar el ascenso fue su relación sentimental con Javier.
Apesadumbrada Elena porque para la directiva esa razón no fuera de peso
y pensaran que era vago anteponer los sentimientos contra un ascenso tan
importante, rogó en su interior que don Cristofer tuviera clemencia.
-Después de indagar sobre el trabajo de Javier, y terminar de conocer su
currículum de boca suya, con la llamada que ante noche le hice, ayer decidimos
comunicarles hoy la otra propuesta.
-Javier, esta empresa se complace en contar con los servicios de
una ejecutiva sin mancha y tan exitosa como Elena, no deseamos a otra persona
en ese puesto más que a ella, por lo tanto, si su decisión de renunciar al
ascenso pesa en usted tanto como para no apoyarnos con sus invaluables
aportes en Europa, el director clavó su mirada en los húmedos ojos
de Elena, le proponemos una oferta de trabajo también a usted, Javier, en
Londres.
Una hora más tarde, los jóvenes eran despedidos en el
parqueo de la empresa por el director quien mostraba una sonrisa de
satisfacción y cariño a los exitosos funcionarios.
Veintidós días más tarde, una confortable camioneta devoraba los
kilómetros que los separaba del aeropuerto internacional donde Alberto y
los padres de Elena despedirían a la pareja.
Javier hacía bromas a Alberto quien conducía con gran pericia diciéndole
que cuando los visitara en Londres, esperaba condujera así de bien
junto a la chica ”gemela de Elena” y los tres
sonrieron, pero luego debieron explicar a los padres el asombroso parecido con
Elena de la nueva novia de Alberto.
El vuelo transcurrió sin sobresaltos, la espesa neblina londinense les
dio la bienvenida y los jóvenes dejaron atrás la aeronave para echar a volar
sus sueños y proyectos en el viejo continente.
Fin.
Derechos Reservados, prohibida la reproducción con fines de lucro.
Autores: Roberto Sancho Álvarez. San José, Costa Rica.
Y Vanessa González Cruz. San José, Costa Rica.