ESTÍO.
El estío extiende sus amplios brazos con esa
impresionante calidez tan propia de estas latitudes en donde, según
palabras del ilustrado Montesquieu, “el despotismo es la forma de
gobierno más adecuada”. Habría que preguntarse el
porqué de esa afirmación tan contundente del autor de
l’Esprit des lois”. Desde luego es que “hay gente pa
to…”. Hace unos días me encontré con una chica
monísima, portadora ella de una camiseta que llevaba una
inscripción o leyenda alusiva a la fórmula de la relatividad de
Albert Einstein, es decir, E=mc2, o lo que en los presentes días
tórridos, y en tradución libre, quiere decir,
“España igual a mucho calor al cuadrado”. ¡Pues mire
usted qué bien! Desde luego que en esta España de la roja,
sensacional campeona del mundo y tricampeona de Europa, eufemismo para evitar
el nombre auténtico de la selección nacional de fútbol,
aunque también es posible que el adjetivo sustantivado de la roja sea
sólo una caliente metáfora sobre aquello de que estamos todos
más “coloraos” que un tomate de tanta
“caló”. Pues decía que en esta España de la
roja no hay términos medios, ni siquiera desde el punto de vista
climático, y menos en nuestra Andalucía de la que presumimos de
excelente clima y de no sé cuántas horas de sol al año. ¡Ay,
ese sol español! A mí que me expliquen la bonanza, el bienestar
que producen más de cuarenta grados de temperatura, un día
sí y otro también, durante los interminables julio y agosto.
Aquella chica, con la deshinibición propia de la juventud decía:
“España igual a m… de clima al cuadrado”. Bueno,
tampoco hay que exagerar, le respondí sonriendo.
De cualquier manera en los veranos de playas
atestadas, sol justiciero, chiringuitos arenosos, bañadores de una, dos
o de ninguna pieza,-que de todo hay en estas costas del Señor-,de
jolgorios y movidas…;los españoles tenemos la oportunidad de
cultivar la costumbre ancestral de una vida volcada al exterior, de relaciones
interpersonales reducidas o multitudinarias a la luz del plenilunio agosteño,
ese faro de luz plateada que ilumina como ningún otro el foro de amenas
tertulias y animadas discusiones sobre no importa qué temas.
Porque el foro es un espacio vital donde las
reminiscencias culturales mediterráneas se ponen de manifiesto y
actualizan un antiguo quehacer
propio de determinadas características climáticas. En
nuestros pueblos los grandes foros son las plazas públicas, sustituidas
hoy por ruidosas terrazas, zonas
ajardinadas o espacios abiertos apropiados o preparados para tales
manifestaciones. En otros tiempos no muy lejanos,-al menos así nos lo
parece a algunos-, bastante menos sofisticados que los actuales, cuando la
movida aún no se había hecho presente, los jóvenes aprovechábamos
las noches veraniegas vacacionales a base de pacíficas tertulias, sin
nada de alcohol; charlas insustanciales, chistes o exagerados anecdotarios
personales, hasta altas horas de la madrugada. El misterio de la noche
impulsaba a confidencias, mientras la enigmática lechuza se hacía
presente envolviendo la conversación en un ambiente enigmático.
Era aquella una época de playas menos masificadas, sólo
domingueras para la inmensa mayoría. Había, por consiguiente, que
espabilar y organizar guateques semanales en los vetustos Casinos de Sociedad,
de sociedad ya caduca o a punto de caducar, pero de ello, los jóvenes no
nos dábamos muy precisa cuenta. Y hete aquí a los chicos armados
con los pick-up o tocadiscos, accediendo de una manera casi clandestina a la
azotea de aquellos locales, porque los sesudos señores directivos no
deseaban el incordio de la ruidosa juventud. Allí iban llegando las
niñas, previamente invitadas, dispuestas a mover caderas al ritmo
dulzón del inefable twist, el último grito de la moda musical,
heredero del eterno rock and roll. Desde aquellas alturas divisábamos
las copas de esbeltas palmeras
románticamente “agarrados” y mecidos por la dulzona cadencia de
baladas o música sudamericana o francesa. Claro que los más
progres preferían las testimoniales de Joan Baez o Bob
Dylan…¡Qué tiempos, madre…!
Hoy gran parte de onubenses y sevillanos hemos ido a
la playa de Matalascañas, la gran costa del Condado,que acoge a sus
gentes y abre sus puertas a sevillanos, onubenses, pacenses, cordobeses o
madrileños… Los alemanes se largaron por causas que no me da la
gana exponer en esta especie de relato veraniego. Allí hemos estado, y
procurado oxigenarnos y meditar en el pasado tartésico de esta Iberia
meridional de historia y leyenda que
ha forjado la gran personalidad de su tierra y de su gente.
Mientras, el calor nos agobia, las chicharras entonan
su canto sempiterno y los lagartos abren sus bocas como queriendo comunicarnos
lo que fueron en la remotísima antigüedad jurásica.
Autor: JOSÉ Mª
DABRIO PÉREZ. Huelva, Andalucía,
España.