El panorama que nos ofrece la visión desapasionada del
mundo actual es el de una sociedad convulsa, que se mueve a ritmo frenético en
busca del perdido norte tras largos años de desenfrenos y sinrazones. La globalización
se agita entre positivos efectos integradores, fruto de la natural
interrelación humana, y otros negativos ocasionados por la, no menos natural,
tendencia a la división y al caos producidos por el choque de culturas tan
diferentes.
¡Pobre occidente! Creía haber descubierto la “Arcadia
feliz”, había monopolizado la historia, se movía y actuaba siguiendo los
impulsos del gigante estadounidense, había inventado una Europa (DES) unida
para compensar el poder americano y marchaba abriendo fronteras, liberalizando
mercados, innovando finanzas a base de enormes y relucientes burbujas
inmobiliarias y crediticias. I+D+i, ¡qué cursilada!
“El fin de la historia”, dijeron algunos prestigiosos
iluminados. Non, “l’histoire c’est moi”, adujo occidente, “monopolicemos la
historia”, “nosotros somos la historia”. ¡Vaya un gigante con pies de plomo!,
porque nuestra vieja Europa, además de anciana, es débil, dependiente
energéticamente hablando y asediada por las llamadas “economías emergentes”,
surgidas de la aparente nada de los gigantes chinos, indios o brasileños. Estos
impresionantes poderes, especialmente China, sí que estarán de aquí a poco en
condiciones de dictar sus normas y apropiarse de la fluctuante historia. Su
lógica es la antítesis de la ilógica occidental, sus bases son el reverso de la
tambaleante cimentación europea. Ésta se conmueve también, principalmente en su
extremo meridional, ante el peligro de revoluciones incontroladas, de
terrorismo y posibles guerras internas que superan totalmente al convencionalismo
estatal de nuestras democracias. El terrorismo internacional juega al gato y al
ratón con ellas, de forma semejante a como lo hizo Hitler con el británico
Chamberlain y el francés Daladier, ingenuos o acomodaticios.
Las ideologías se entremezclan confundiéndose en
el interior de este magno galimatías. Los fallos del sistema capitalista han
sido tan evidentes que las potencias desunidas y alarmadas se convocan para
intentar remediar el caos. Reuniones del G-8 y del G-20. “Somos la octava potencia
del mundo”, clamó en su día un ex de este país; –cabreo de Berlusconi-, también
“ex”; “vamos a adelantar a Francia”, volvió a aseverar el ínclito ZP, –mosqueo
de Sarkozy- el del “generoso” crédito de la “sillita”, ¡qué casualidad!,
también desaparecido de la escena política.
¿Qué es el progresismo?, -dichosos “ismos”- en este planeta con un
socialismo a la baja, que observa atónito los fallos del capitalismo.
Vaya
un follón. Los socialistas reinventan un no sé qué entre capitalismo y socialdemocracia,
los capitalistas intervienen la economía. En definitiva el Dr. Jekyll cada vez
más Mister Hyde y viceversa.
¿Quién
se acuerda ya de Fukuyama y su The End of History and the Last Man? ¿De verdad
ha terminado la historia como lucha de ideologías con el triunfo del
liberalismo, como aseveraba este ilustre pensador?
Pregunto,
porque la verdad es que lo ignoro. ¿Es posible que alguien tenga una respuesta?
Lo dudo.
Autor: JOSÉ Mª DABRIO PÉREZ. Huelva, Andalucía,
España.