Para Rodolfo Lazarini,

que me contó la metáfora

de las palomas.

 

Como el movimiento del torero.

 

A veces puede que suceda, que por distintas razones, si es que puede haber razones, quedamos atrapados en un arenal, un grillete imaginario y con la temible sensación de no poder salir de ese lugar donde permanecemos estáticos. Da la impresión de una situación inevitable, un karma ancestral, un código genético que hay que repetir.

Cualquiera fuera la situación, algunas personas se quedan quietas, inmóviles y sin respuesta, en el lugar donde están todos los aguijones,  donde los filos cortan y duelen.

Pareciera que estos hombres y mujeres, aceptan llevar un rol estricto, estrecho y de difícil movilidad. Una posición estoica ante las adversidades. Se percibe dificultoso que puedan salir de esa posición, aunque esta resulte extremadamente penosa

Hay una fiesta controversial que puede resumir y mostrar desde otro lado este punto: La corrida de toros.

La mayoría del público que asiste a esos eventos, va con la intención de observar detenidamente como el torero se corre a tiempo. De que manera el lidiador evita la envestida y desaira al toro.                     

Festejan a mano abierta cada vez que el torero se corre y observa al toro, a ese toro bravo, desde otro lugar.

Parece entonces que una buena parte de las mujeres y los hombres están deseosos de poder moverse y salir de las embestidas del toro.

Ligado a esto, surge el cuidado como un mecanismo necesario para moverse de ese lugar.

Aceptar que el cuidado hacia uno mismo, es una forma de protección y respeto. Un cuidado amoroso, tierno y necesario. Cuidarse del sol en verano, de las comidas y bebidas y de las actitudes que nos hacen mal, que lastiman y deterioran, se siente  como un paso de torero. Un soltar acorde o salirse en forma precisa.

Cada uno elegirá la forma de cambiar, la manera de dar un paso hacia otra parte y dejar de enfrentar al toro.

Hay entonces, una imposibilidad clara: es muy difícil el cambiar al otro, es tanto más difícil, el creer que el otro cambiará solo porque nos ve sufrientes, desgastados y muy lastimados.

Cada uno deberá entonces, elegir como dar un paso fluido al costado, como soltar y moverse de ese lugar incómodo, para poder encarar la relación horizontalmente, entre pares, como iguales.

Porque si estamos en una vereda, y sobre nuestra cabeza en la altura, hay una paloma, y sabiendo que las palomas cagan, si no te mueves, si no te marchas a otro espacio, si no te cuidas de alguna manera, inevitablemente te manchará una paloma.

 

Autor: Alejandro Lemos. Buenos Aires, Argentina.

alemos@epimeleia-argentina.org

 

 

 

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