EL RASTRO DE
LOS ÁNGELES.
¿Quién tiene el as de oro?,
¿quién la ruta precisa
donde darán las buenas noches
sin que la barra el humo?
Todo fluye hacia un fin y crea la nueva
ausencia.
No podemos asir nuestra fortuna,
traducir santo y seña en múltiples reinados
si hasta vencer nos deja un gesto ocre.
¿Adónde voy tras el rastro de los ángeles?
¿De qué vale fundar una cabaña,
una familia y una oración que pronto
olvidaremos?
Ahí se asienta la fe como arca de polen,
sucesión de escenas insondables,
rescatadas un día por el vino.
Entonces la libertad se vuelve barco,
una extraña ciudad con otra llave,
Odiseo hacia una mujer de niebla.
Entonces la libertad es un jardín
para romper su grito contra el muro.
NADIE ALCANZÓ JAMÁS ESTA MAÑANA
sin desgarrarse en ocres despedidas,
cada fortuna esconde sus heridas
y el silente pavor de una campana.
Uno concibe a Dios como velero
en cuyas tablas se erigen las ciudades.
¿Navego en paz y son mis soledades
esos pájaros que fijan el sendero?
Qué poco dura en casa mi alegría,
flotando entre el azar y la sequía,
agotada ficción donde perduro.
La mañana se rinde al mediodía,
que desdibuja toda fantasía
cuando el reloj traiciona su conjuro.
Autor: Agustín Labrada Aguilera. Chetumal, Quintana
Roo. México.