CONTROLAR
CON TODO EL CUERPO.
Algunas personas, van tomando
a medida que pasa la vida, unas características que en términos generales
parecen acercarse al control.
Puede ser que una parte de ellas,
hayan llegado a esta situación, sin tomar conciencia de la velocidad y el vértigo
que fueron adquiriendo para llegar a convertirse en una mujer orquesta,
o en un hombre múltiple.
Estas personas mantienen una
gran cantidad de tareas, se cargan y sobrecargan cada vez más. Como envueltas
en un aturdimiento infinito, pasan los días sin mirar el presente con atención.
Puede acontecer que el control
aparezca como una necesidad, una obligación
o una imposición. Cualquiera fuera la forma, esta exigencia mandada o
adquirida nos permite confrontarnos y elegir el camino del cambio.
Una diversión que he visto en
otros tiempos, era la de un acróbata que colocaba un palo largo y fino, como si
fuera un taco de billar, lo ponía perpendicular al piso y al mismo tiempo que
le apoyaba un plato en la punta, los hacía girar juntos.
Con la fuerza centrífuga, el
malabarista lograba que el platillo y el palo, tieso como un atlante, se
mantuvieran en equilibrio. Ambos desafiaban la gravedad en un giro veloz y
esforzado.
Mientras tanto, realizaba esa
operación varias veces. Dos, tres, cinco platos girando.
Ante el asombro de los
espectadores, continuaba instalando platillos y corría para darle más energía a
los primeros platos que comenzaban a decaer, incrementando así la tensión y el
espectáculo.
En algunas oportunidades conté
más de quince platos. El equilibrista tropezaba y resbalaba en los intentos por
mantener todos los platillos en movimiento. Muy aplaudido pero agotador,
sencillamente ¡agotador!
La desproporción en el
esfuerzo, la dificultad para concretar los registros perceptuales, la carga
incesante para acarrear el día y el peso de las múltiples actividades, pueden
generar diferentes situaciones que algunas se muestran en el ánimo y otras en
el cuerpo.
Ese atlante erguido, que
sostiene todo el universo y controla el movimiento de los planetas, en algún
momento su mente se cansa, se agotan sus fuerzas corporales, su espíritu siente
la pesadumbre y necesita frenar por el exceso de obligaciones y deberes.
Pareciera que a mayor
compromiso, a mayor necesidad por controlar, la desproporción se anuncia
indeclinablemente en nuestro ser.
Sin embargo, las personas que
han encontrado la forma de soltar la sobrecarga, de mirar y elegir a cada
momento, de abandonar esfuerzos desgastantes, y aceptar lo que pueden llevar,
logran tener un andar más liviano
Entonces, la posibilidad de
caminar dejando unas huellas sutiles, etéreas y aireadas, nos permitirá elegir
a cada paso, cuánta carga llevar, cuánto tiempo correr y cuánta energía
invertir.
Autor: Alejandro Lemos. Buenos
Aires, Argentina.
alemos@epimeleia-argentina.org