DOS NIETAS PREOCUPADAS
Por el Abo Walter.
Un nuevo domingo, es ya el medio día, tomados
algunos mates y también he revisado mi correo. Digamos que sin querer, escucho
la televisión. Escuchar es un decir ya que por momentos me sumerjo en mis pensamientos.
Hace unos días que estos se agolpan en mi mente. Tal vez por una rutina que por
momentos me agobia. Esa rutina consiste en levantarme de la cama, tomar unos
mates, hago mis ejercicios en la máquina masajeadora de espalda. Todo esto
mientras escucho la radio desde Montevideo, primero las noticias y luego canto
popular. Es en estos momentos que siento esa voz virtual de mi nieta canina
Ágatha.
-Ágatha: Hola
mi Abo del alma ¿cómo está?
Aquí estamos
las dos preguntando ¿si el Abo estará disponible y nos escuchará?
Abo: ¿A ver
como es la cosa?, diría ese amigo del alma don Lilo mi padre Cubano que ya no
está entre nosotros.
-Ve Abo, ya
empieza con dichos o casos de cosas que nos llama mucho la atención.
-Pero diga mi
pequeña: ¿cómo que están las dos?
-Sí aquí
estamos: Lilita y quien le habla, ella no me creía que nosotros nos comunicamos
virtualmente.
-¡Claro mi
angelito ella es muy pequeñita apenas tiene cuatro meses!
-pero mire Abo
que ya entiende mucho, no es una tonta digamos como suelen decir de mí.
-Quien diga o
la quiera comprar por tonta pierde la plata.
-Así que ahora
les digo ¿cómo andan mis pequeños angelitos de Dios?
-Muy bien
abolito, estamos muy bien y deseosas de charlar con usted.
-¿Cuáles son
entonces sus inquietudes?
Habla Ágatha:
-Abo en lo personal he notado que hace unos días se mete en sus pensamientos y
que hasta alguna lágrima a rodado por sus mejillas.
El Abo:
-Bueno, olvide cosa de humanos o de un viejo pelado y judota como dice usted.
Lilita: -¿Abo que es un viejo judota?
Abo: -Señor,
ahora son dos las preguntonas. Bueno, tú lo has querido así. Mi pequeñitísima
eso lo dice su prima y se refiere al hecho que tengo la costumbre de agarrarle
las mejillas, las orejotas, pellizcarla y rascarle el pecho y la barriga además
de luchar con ella y trancarla hasta dejarla inmóvil.
Ágatha: -Sí Lilita, y tú ya vas a ver como te hace también sus judotas.
Abo: Pero
Ágatha ¿cómo le dice eso a su primita, qué va a pensar de mí?
Ágatha: -Ahora
le digo yo Abo: no se valla por las ramas y nos cuente lo que pasa por usted en
estos últimos días.
Abo: -No sé si
vale la pena, no aportará nada para ustedes saber de mis penas.
Ágatha: -Eso deje que lo decidamos nosotras.
Abo: Son tan
pequeñas, si hasta Lilita no habla y no entenderá mucho del asunto.
Ágatha: -Pero
Abo, usted dijo que Lilita tendría que ser educada y que cuanto más chica
mejor.
Abo: -Bien,
veremos: hace un tiempo que me siento aprisionado por una rutina que no me hace
digamos mucho bien. Me he adaptado tanto a mi hogar, me siento tan bien que
cuando salgo estoy siempre pensando en la vuelta. Es que aquí me siento a mis
anchas, si bien pierdo el contacto con otras personas tengo todas mis cosas al
alcance de mi mano. Voy, vengo, me siento, me acuesto, prendo mis ordenadores.
No sé si esto es bueno y creo que no, pero así están las cosas, Tengo que
aprovechar las horas de silencio que son cuando la Abolita duerme o sale. Es
que sinceramente ya estoy muy agobiado y medio loco soportando todos los días y
digo días de la semana programas en donde las personas solo gritan, se pelean o
tratan asuntos de otras personas buscando solo un nuevo lío.
Ágatha: -¿Abo eso es así en verdad?
Abo: -No gano
nada con mentirle, así que cuando eso empieza trato de fugarme al dormitorio y
ahí panza arriba hacerme preguntas y pensando en cosas raras. Miren, ayer en
uno de esos momentos me preguntaba: ¿cuánto había perdido con esto de mi
accidente y la ceguera? Pero no quiero aburrirlas, son tan pequeñas.
Ágatha:
-Debemos crecer y lo queremos hacer sabiendo de los sentimientos de nuestra
familia Humana.
Abo: -Sigo
dudando de continuar. Estábamos en que me había recostado cansado de escuchar
tantos gritos inescuchables de esos bestias de la televisión. De pronto me veía
en mi casa de Montevideo, era tan real. Era la última en que viví en el Buceo
ahí con grandes sacrificios creo que pasamos años felices. Pero siempre la
felicidad es efímera.
Lilita: -¿Abo que es efímera?
Abo: -Bueno,
bueno, veo que tenemos otra preguntona en la familia. Mi pequeñitísima, efímera
quiere decir que dura poco.
Lila: Entiendo abolito.
Abo:
-Continúo: miraba cada una de las habitaciones y decía qué haría para
mejorarla. Una locura, luego me paseaba por el terreno y miraba con atención
todos mis pájaros. También las grandes pajareras, los distintos árboles
frutales, esa magnífica higuera de higos blancos dulces como la miel. El
mandarino, las parras, el naranjero, el níspero y las plantas que ahí había.
¿Sigo o se han dormido?
Las dos a dúo: -Para nada abolito.
Abo: -Vuelvo
un instante a la realidad, los locos siguen gritando en la televisión. Me sumo
de nuevo en esos pensamientos. Ahora me veo paseando por las ferias de Tristán
Narvaja, o en la de Piedras Blancas. Veo la multitud de gente, los feriantes
voceando sus artículos, miro las antigüedades, la ropa, en fin las miles de
cosas que ahí se pueden vender y comprar. Me parece recibir el aroma de los
chorizos tanto a la parrilla hecho en un medio tanque en la periferia de esta,
como en los pulcros carros donde se expiden a la plancha o al vino blanco. Los
panchos largos que se salen de su pan por los extremos, una cervecita o
refresco. Los libros, las herramientas, el sonido de esos tres hombres que
tocando batucada parecen toda una comparsa de Río de Janeiro. También esa
cuerda de tambores que suena muy pero muy bien. ¿Siguen ahí?
-Sí Abo y
deseosas de seguirlo escuchando y con muchas preguntas para hacerle pero no
queremos interrumpirlo.
Abo: -¡Que
juiciosas lo que es poder escuchar a alguien hablar! Ven lo que les digo yo no
tengo con quien hablar. Solo con ustedes o con la ordenadora.
Retomo el
relato. Ya van dos cosas perdidas que nunca más podré recuperar. He vuelto a
esas ferias ya estando ciego y que cosa rara podía decir en cada lugar que
estaba. Pudiendo decir cual era el puesto instalado que ahí estaba. Pero ya no
era lo mismo así que olvidemos eso.
Una ida al
baño y de nuevo a recostarme. La televisión sigue en lo mismo: puro grito y
chismes que nada aportan, sólo embotan el sentido y lo hacen a uno un poco más
idiota.
En esta
ocasión mis recuerdos se sitúan en esa pieza en donde estaba mi maqueta de
trenes eléctricos. Me veía activando el conmutador general de dicha maqueta,
inmediatamente me sentía presidente de esa pequeña república, alcalde o
intendente de esa ciudad. Ministro de obras públicas, Ingeniero de obras del
ferrocarril, ministro de ganadería, en fin, uno y mil oficios que me brindaba
esa mi obra. Siempre pensando en una nueva construcción, una nueva vía, un
nuevo apartadero para una máquina, un depósito, una calle, una granja; siempre
en una maqueta hay algo nuevo para hacer. Luego de esto movía los controladores
y mis trenes comenzaban a caminar y cumplir imaginarios itinerarios a distintos
destinos. Las luces de los semáforos parpadeaban y cambiaban del verde al rojo
o a la, inversa para detener o dejar seguir a ese tren. Manejar los distintos
conmutadores y hacer cambios de vías. Una dicha que ya se ha ido, pero si lo
tuve quiere decir que lo he disfrutado. Era en invierno cuando mi actividad del
día terminaba en esa pieza. Algo sucede: un timbre que me saca momentáneamente
de estos recuerdos. -Ágatha, Lila ¿están ahí?
-Como de una
sola pieza Abo aquí estamos y digamos que con los ojos medios húmedos.
Abo: ¿Entonces no va más aquí la dejamos?
-Para nada mi
Abo queremos escucharlo hasta el final.
Abo: -Bueno,
si ustedes me lo piden continúo. Es ahora que me veo en una y mil canchas
haciendo deporte, algo que he perdido pero que fueron tantos los partidos jugados
a cada uno de ellos que daría para horas.
El basquetbol
desde mi lejana niñez, el voleibol, el fútbol todos los fines de semana por
muchos años. Cuantos hechos para la mejor memoria triunfos y sobre todo muchos
fracasos que lo hacen a uno mucho más fuerte. ¿Sigo mis pequeñas?
Ágatha y Lila: -Adelante Abo somos todo oídos.
Abo: -Mis
recuerdos de cosas perdidas me conducen tal ves a el mayor de mis amores.
Ágatha: -¿A qué se refiere mi Abo del alma?
Abo: -Ay
pequeñas, cuanto añoro eso y ya les cuento. Ese amor es la mar, sus roquedales
las playas y todo el conjunto. ¿Saben ustedes una cosa?
Ágatha y Lila: -¿Qué es lo
que debemos saber Abo?
Abo: -Desde
antes de caminar mis padres me llevaban a la playa, así que aprendí a nadar y
caminar al mismo tiempo. Con los consejos de mis mayores aprendí todos o casi
todos sus secretos. Tengan en cuenta ambas que todos los días se aprende algo
nuevo. “No te acostarás sin haber aprendido algo nuevo”. Todas las estaciones
del año noche o día eran buenas para llegarme hasta la costa. Todos los días
ella te recibe con un escenario distinto. Nunca una mañana o una tarde ni la
noche será igual a la anterior ni a ninguna otra. Cada amanecer u ocaso será
distinto, las cambiantes coloraciones del agua harán que nada sea parecido a
nada. Corretear por la arena, jugar en ella tejiendo mil sueños. Recorrer las
rocas mirando detalle a detalle, jugando en sus lagunas, pescando las mojarras.
Más adelante juntando cangrejos tiernos o blandos para usar de carnada. La
hermosa sensación de un pez que ha mordido el anzuelo. La lucha de éste por
librarse y la tenacidad de uno de sacarlo. Sabedor que con éste y otros más
será una comida o cena. Correr por el muelle y tirarse, sumergirse en las
aguas, nadar de un lado a otro. En esas mañanas cuando luego de estar toda la
noche tratando de pescar alguna Brótola, ver un nuevo amanecer asomar el sol en
el horizonte. Sentado en la escollera o una roca simplemente con la vista
perdida en ese mismo, horizonte donde la mar se funde en un abraso con el
cielo. Sentir el frío viento pampero golpeando en el rostro y éste arrastrando
su majada de blancas nubes. Mirar en la lejanía los relámpagos y rayos en el
horizonte, o soportar ese molesto viento del Este y como dice el dicho, “Viento
del Este, agua como peste”. Sí mis pequeñas, esas son las actividades o
pertenencias que su Abo ha perdido y que nunca más podrán volver. Ahora tengo
otras cosas de las que debo de dar gracias a Dios. Un buen lugar donde vivir
por ahora, un servicio médico excelente, mis hijos con sus grises y negros y
algunos blancos. Nuevos lugares, nuevos olores, distintos idiomas hacen una
mezcla inigualable, pero igual uno conserva sus recuerdos y al tenerlos quiere
decir que hemos vivido y que nos quiten lo bailado mis pequeñas. ¿Algo más que
les pueda interesar?
Ágatha y Lila:
Abo en verdad nos ha dejado un poco calladas habiendo muchas preguntas en
nuestras mentes que le hubiéramos querido hacer, pero la dejamos para otra
charla. Esta nos ha impresionado, cuantas cosas van quedando en la mente sobre
la vida de un ser humano. Tantos recuerdos y le preguntaría: ¿A dónde van luego
esos recuerdos cuando usted sabe a qué me refiero?
Ágatha siempre poniendo al Abo en apuros.
Abo: -Siempre me
he preguntado lo mismo y sólo sé que todo lo que tiene uno en su mente, se irá
con uno y que sólo quedará algún recuerdo por un tiempo. Esto hasta que ese
mismo tiempo ponga un velo y ya pasemos al olvido casi eterno. Ágatha ¿y la
Lilita?
Ágatha: -Abo ella
se ha quedado dormida, pero yo le contaré lo que me comentó, no olvide que solo
tiene cuatro meses.
Abo: -Bueno,
como siempre les digo: acá está su Abo para lo que necesiten y no dejen de
llamarme, las quiero mucho y las extraño. Una agarrada virtual de las mejillas
para ti Ágatha y una caricia para la lilita.
Ágatha: -Abo
un lametazo de cariño y otro de la Lilita que ya se ha despertado, veremos en
que nos distraeremos ahora.
Autor: Walter Auditore. Barcelona, España.