Las 200 muertas de Xcalak.
Había transcurrido
ya medio siglo desde que
No obstante, en tan
solo una década --desde el Tratado de límites entre México y Belice, en 1893
hasta la erección del Territorio Federal de Quintana Roo, en1902--, se
sucedieron cambios de enorme trascendencia que, para bien o para mal, marcaron
el rumbo de la nueva entidad hacia un estado de cosas que hasta la actualidad
perdura.
Cuando Yucatán había
fracasado en su intento de ejercer la soberanía en los confines de su estado y
tomar el control de la población indígena, el gobierno central emprendió la
nueva conquista de la que se consideraba como la región más rica en recursos
naturales; sin olvidar que paralelamente la dictadura de Díaz tenía muy
poderosas razones para posesionarse del último reducto del pueblo maya.
De tal manera que
con toda la información de cuanto venía ocurriendo en Yucatán y Belice, una vez
que se firmaron los tratados con
En ninguno de los
casos hubo resistencia de parte de los rebeldes, si bien las tropas se habían
preparado para combatir contra no menos de 10,000 guerreros, tal vez 15,000 o,
según los cálculos más optimistas, tan sólo 5,000. Lo cierto era que nadie
fuera del territorio maya conocía su realidad y debido a que los informes que
se recibían en México eran muy variados y de fuentes que tenían toda clase de
intereses, la acción de los militares se basaba en meras especulaciones.
Fue así que en los
albores del siglo XX la frontera yucateca con Honduras Británica, hasta
entonces bajo el dominio de las tribus mayas, que a su vez se creían un pueblo
independiente y tenían mas respeto por el gobierno de la colonia que por el de
México, comenzó a poblarse con gente procedente de otros estados, de la propia
península y de repatriados cuyos mayores fueron expulsados de Bacalar al inicio
de
Solamente la
expedición naval requirió la movilización de cerca de mil personas, integrantes
del 2º. Batallón de Infantería compuesto de 600 hombres, 150 artilleros y
alrededor de 200 mujeres que acompañaban a los militares de tierra. En el
recién fundado puerto de Xcalak se concentraron la corbeta Zaragoza, cañoneros,
veleros, pailebotes y vapores para
Pero ya fueran
chicleros, militares o simples colonizadores, en su mayoría se trataba de gente
nueva en tierra extraña que habría de enfrentar problemas desconocidos. Por
principio, en los altos mandos militares había gran preocupación a causa de las
deserciones de elementos de tropa: En diciembre de 1899, desde el campamento
San Rafael de Sombrerete se informaba al presidente Díaz de la huida de dos
soldados, y cuatro más en grupo en menos de una semana. Mucho me temo, decía el
brigadier Ángel Ortiz Monasterio, que ahora algunos, y más adelante muchos
deserten en masa se produzca un escándalo dentro y fuera del país.
Más preocupante aún
era la precaria salud de la población flotante y el creciente número de bajas a
causa de las condiciones insalubres de la región, la escasez de agua y alimentos
y sobre todo el paludismo, una condición de la que nadie escapaba: el mismo
comandante Blanco. Sobre esto, el propio Monasterio reportaba: “Ha comenzado a
alarmarme una especie de cólicos agudos que han venido dándose y atribuimos a
los alimentos… Yo también los padecí y aún no estoy bien; pero no he estado de
gravedad y ahora los tiene el Primer Teniente Othón P. Blanco quien está de
mucho cuidado y temo un desenlace funesto”.
Pronto, sin
embargo, la tragedia alcanzó a expedicionarios y acompañantes, sin distinción
de sexo ni edad, aunque las víctimas hayan surgido, como suele ocurrir, de
entre los más débiles. De ello da cuenta el ingeniero Miguel Rebolledo, el más
cercano de los colaboradores de Ortiz Monasterio, y por lo tanto testigo
presencial de los sucesos. En su libro Quintana Roo y Belice escribió:
“Cuando las tropas
penetraron al interior, y el paludismo se cebó en todos los de la expedición,
de las doscientas mujeres no quedó una sola; muchas de ellas, enfermas y sin
recursos de vida, murieron de hambre, presas de toda clase de desgracias, hasta
la de agusanarse en vida”.
Ciento once años
han transcurrido desde aquella tragedia y la historia virtualmente se va
olvidando de ella. Recordarla hoy no significa tan solo condolerse de su
suerte, sino también ver el pasado con un sentido de gratitud o de reproche
hacia los protagonistas, dependiendo de sus actos y de lo que aportaron al
devenir y a la consolidación del actual Quintana Roo.
Autor: Francisco
Bautista Pérez. Chetumal, Quintana Roo, México.
Historiador del
Estado